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Luis Miguel Gail posa en el lugar en el que hace 40 años se ubicaba una de las porterías del viejo Zorrilla R. Gómez
Gail, el jugador precoz

Gail, el jugador precoz

Un 6 de noviembre de hace 40 años debutaba a los 16 años con el primer equipo del Real Valladolid

Arturo Posada

Valladolid

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Lunes, 6 de noviembre 2017, 14:17

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«¡Cuarenta años ya!», exclama Luis Miguel Gail (Valladolid, 1961) mientras se frota la nuca. «Cuarenta años de mi debut en Liga con el Real Valladolid», añade el hombre que ostenta el récord de precocidad en la historia del club blanquivioleta. Gail se estrenó con el primer equipo pucelano el 6 de noviembre de 1977 en un choque en el Viejo Zorrilla ante el Real Zaragoza. Tenía 16 años, 8 meses y 14 días. Nadie ha batido esta plusmarca hasta la fecha. Han pasado cuatro décadas completas y el recuerdo está muy fresco.

«Me acuerdo perfectamente porque es un día muy señalado para mí. Paquito era un entrenador muy valiente y siempre apostaba por jugadores jóvenes que le convencían. Yo ya había jugado partidos de Copa, ante el Palencia y con el Peña Sport, encuentro en el que marqué, pero debutar en Liga ante el Real Zaragoza, el gallito de la clasificación, era especial. Paquito me lo dijo el sábado y yo andaba muy nervioso. Aquella tarde estuve estudiando en mi casa de La Rondilla. Cursaba Bachillerato. Por la noche, mi madre me preparó la cena previa a los días de partido. El domingo nos concentramos a comer en un restaurante de la carretera de Madrid, que se llamaba Los Cedros», rememora Gail.

Después del almuerzo, Paquito concedía permiso a los jugadores para irse a sus casas en las horas previas a los partidos. Como Gail no tenía coche (ni permiso de conducir) se marchó con su compañero Borja Lara al domicilio de este. «Estuve hablando con sus padres de la ilusión que les hacía que jugáramos juntos en el primer equipo, porque también habíamos estado en el Juvenil. Nos despedimos de ellos y nos fuimos al estadio».

Gail estaba muy integrado en el primer equipo blanquivioleta y tenía su sitio asignado en el vestuario, entre Toño Díez y Borja Lara. «Todo fue muy natural. Los compañeros no me dijeron nada especial, salvo que jugara como sabía. Me salió muy buen partido. Notaba que me llegaban los balones en los desmarques que hacía. Tenía los apoyos de los compañeros. Me acuerdo perfectamente de la alineación: Llacer en la portería; Nicolás, Solsona, Jacquet y León atrás; Borja, Moré y Toño en el centro del campo; y arriba, Javier Díez, Rusky y yo, que solía estar por el centro, aunque me alternaba con Rusky, que iba francamente bien de cabeza con lo pequeñito que era», evoca Gail.

Los marcajes de los defensas del equipo maño también le resultan vívidos. «Eran Camus y Bastos, dos centrales que marcaron la historia del Zaragoza en esa época. Camus era un jugador nacido en Santander, bravo, valiente, fuerte. Bastos era un futbolista que jugaba de libre y al que era muy difícil llevártelo. Ganamos 4-1, con dos goles de Javier Díez, uno de Rusky y otro de Moré. Yo no tuve oportunidad de marcar».

Gail empezó aquel 6 de noviembre una trayectoria profesional de nueve temporadas como blanquivioleta, en las que vivió el ascenso a Primera de 1980 y la consecución de la Copa de la Liga en 1984. Luego, jugó cinco temporadas en el Betis antes de retirarse. Pero su destino pudo haber sido muy diferente.

Alineación del Real Valladolid en la temporada 1981/1982.De pie, de izquierda a derecha, Aramayo, Gail, Santos, Sánchez Valles, Richard, Moré, Gilberto, Fenoy; agachados, Joaquín, Pepín, Jorge Alonso y Alí Navarro.
Alineación del Real Valladolid en la temporada 1981/1982.De pie, de izquierda a derecha, Aramayo, Gail, Santos, Sánchez Valles, Richard, Moré, Gilberto, Fenoy; agachados, Joaquín, Pepín, Jorge Alonso y Alí Navarro. P. Cacho

«Siendo infantil, me fichó el Real Madrid», cuenta Gail. «Yo entonces jugaba en el Instituto Zorrilla, donde estudiaba, y en el verano de 1975 me fui al Madrid. En aquella pretemporada yo echaba mucho de menos a mi Valladolid y a mi familia. Hablé con Miguel Malvo, que era el jefe de la cantera del Real Madrid y le dije que quería volverme para casa. Me dijo: 'Vale, te vuelves, pero el próximo año te vienes para aquí. Y sigues jugando en el Instituto Zorrilla, no en el Real Valladolid'. El Real Madrid me pagaba: ingresaba un dinero en la cuenta de mis padres. Ese mismo año empezó a competir el División de Honor del Real Valladolid. Yo estaba jugando en el Instituto Zorrilla y un día, al acabar el entrenamiento, Fernando Redondo me llamó y me dijo que quería hablar conmigo. Le comenté que estaba con el Real Madrid. Me dijo: 'No te preocupes'. Al día siguiente se presentaron en casa de mis padres Ramón Martínez y Santi Llorente, que había sido mi entrenador en el instituto anteriormente. Ahí se decidió el fichaje por el Real Valladolid».

La carrera de Gail fue meteórica. En su primer año en el Juvenil de División de Honor fue citado por el entrenador del Promesas, a la sazón Fernando Redondo, junto con otros compañeros para ayudar al ascenso a Tercera del filial blanquivioleta, algo que lograron.

El exfutbolista recuerda el ascenso a Primera de la temporada 1979-1980, celebración empañada por la derrota en casa ante el Palencia cuando el equipo ya estaba matemáticamente en la élite. Aquella campaña marcó 12 goles («tiraba los penaltis y marqué muchos así»). «En Primera noté mucha diferencia. Para mí el cambio fundamental era mental. Los jugadores de Primera ven todo el fútbol, los movimientos y los golpeos que vas a hacer. Tienes que ir por delante de ellos. Se trata de saber cómo te puedes anticipar a muchas de sus acciones».

«En aquellos años salieron Minguela, Jorge, Eusebio, Torrecilla, Juan Carlos... Había un gran equipo. Y el Real Valladolid acertó con los fichajes de Gilberto, Pato Yáñez, Da Silva... Seguía Moré, con un rendimiento extraordinario. Se notaba el respeto que infundíamos en los rivales», prosigue Gail.

En el verano de 1986, llegó su desvinculación del Real Valladolid. «Habíamos hecho una temporada extraordinaria con Vicente Cantatore. Minguela y yo finalizamos contrato y empezamos la pretemporada solos en el Pinar. El equipo se marchó a Suances. Cantatore le exigió al presidente que nos renovasen y, según me dijeron, amenazó con dejar el equipo. Le convencieron diciendo que iría uno de los dos. Fue Minguela. Yo me marché a Betis».

Tras su retirada como futbolista profesional, en 1991, precipitada por una lesión en el tendón de Aquiles, Gail volvió a reencontrarse con Cantatore en el Real Valladolid. Esta vez como ayudante del inolvidable técnico, en una etapa que abarcó la salvación en la temporada 1995-1996 y la clasificación para la UEFA en la campaña siguiente, con Gail como segundo.

«La tercera vez que estuve en el Real Valladolid fue como técnico de la cantera, entre 2011 y 2013. Tenía una gran ilusión, pero no acabé a gusto. No sé por qué. Había estado entrenando en el Xerez, Sabadell y Zamora y me fue francamente bien, al igual que sucedió luego en el Laguna. En el Juvenil del Real Valladolid no estuve a gusto. Recuerdo una frase de Pumpido, al que tuve de portero en el Betis. Decía que cuando entrenas al que realmente es tu equipo se sufre muchísimo. Al fin del cabo, yo había salido del Juvenil, de ese Juvenil», subraya Gail.

Ahora, el blanquivioleta más precoz se congratula de los canteranos que han llegado al primer equipo. «Tanto a Anuar como a Toni les tuve en aquella época y, por lo tanto, me alegro muchísimo. También me alegro por el vallisoletano Fernando Calero: va a ser un central muy expeditivo, con las ideas muy claras. Toni tiene desborde, velocidad, inteligencia. Anuar, si se limita a lo que sabe hacer, con su trabajo, va a ser un jugador muy importante en el Real Valladolid. Llevan aquí desde niños, así que, aunque Anuar sea de Ceuta y Toni de Murcia, también se sienten vallisoletanos».

El récord de precocidad de Luis Miguel Gail en el Real Valladolid sigue vigente después de 40 años. ¿Será posible que algún nuevo talento lo supere? «El que es bueno va a acabar jugando», sostiene Gail. «Yo me pregunto, ¿si no hubiera estado Paquito me habrían sacado igual? Pues igual sí, porque ya había jugado anteriormente con Saso el año anterior en un partido contra la selección olímpica que vino a medirse con el Real Valladolid. Si un jugador está capacitado física, mental y anímicamente creo que solo es cuestión de tiempo que el entrenador se atreva a ponerle. Con los jugadores jóvenes siempre se escucha 'no, aún no es el momento'. ¿Y cuándo es el momento? Yo creo que lo marca el propio futbolista, aunque también está la valentía de cada entrenador».

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