La desigualdad de los hosteleros sin terraza
El cierre del interior de los bares indigna aún más a un sector muy castigado, en el que los que no tienen espacios exteriores claman por los mismos derechos a la hora de poder trabajar
Taburetes, mesas y sillas impidiendo el paso, cinta de obra limitando los movimientos y mucho pesar. Eso es lo que cualquier cliente se podía encontrar ayer al entrar a por un café, un bocadillo o lo que fuera. La hostelería de Palencia vuelve a tener que bajar la persiana en los interiores de los locales y en las salas de apuestas. Este nuevo mazazo a un sector claramente castigado desde hace trece meses no afecta a todas las zonas, sino solo a las que superen los 150 casos de incidencia acumulada a dos semanas por cada 100.000 habitantes, según la Junta de Castilla y León. La capital, Aguilar, Cervera, Villamuriel y Venta de Baños son las cinco zonas básicas de salud de Palencia señaladas con estos datos negativos y obligadas, desde ayer, a cerrar el interior de la hostelería, junto con las casas de apuestas.
Dos semanas. En principio ese es el tiempo que tendrán que cerrar o atender a los clientes con pedidos para llevar y en el exterior, quien pueda. Pero, dados los antecedentes de cierres pasados -anunciados para catorce días y prorrogados durante meses-, los hosteleros no se lo creen. Otro castigo para la hostelería en general, pero, sobre todo, para los que no disponen de terraza y no puede atender a sus clientes más que para llevar.

«Hay otras calles con menos distancia en la acera y están llenas de mesas y hasta cortan alguna para poder poner terrazas»
juani sánchez | bar j

«Llevo muy mal esta situación, es muy agobiante. Te levantas por la mañana y te preguntas que cuánto dinero vas a perder hoy»
maría josé jiménez | la pausa

«Si permiten poner terrazas provisionales, que sea a todos. A mí no me permiten porque tengo que cruzar la calle, pues que la corten también»
marina nicolás | tappeteo

«Esto ya no se puede aguantar más. Me parece bien que miren por la salud de la gente, pero si no se mueren de una cosa, será de otra»
antonio fernández | café central
«No me es rentable mantener el bar abierto con dos mesas en el exterior. Voy a estar aquí vendiendo dos días, en lo que recojo todo y hasta que nos dejen abrir de nuevo para trabajar», se lamenta Juani Sánchez, del Bar J, cada vez más enfadada y cansada con esta situación que siempre fustiga a los mismos.
Limpiar la cocina, congelar la comida que se pueda y llevarse el resto a casa. Después, apagar las luces, volver a bajar la persiana y esperar. Esperar, con una paciencia que ha desaparecido, a que se les permita trabajar de nuevo. «Se lleva fatal todo esto porque no tenemos ingresos, pero quieren que paguemos y así llevamos más de un año», añade.
Hasta antes de la pandemia, el Bar J tenía mesas en la terraza, pero con la llegada de la covid y las nuevas distancias establecidas no se lo permitieron. En marzo de este año, en una nueva revisión, le han dejado poner dos. «Hay otras calles con menos distancia y llenas de mesas. Y hasta cortando calles, es una vergüenza», concluye Juani Sánchez.
No es la única hostelera que protesta por no poder disponer de terraza para mantener su negocio abierto. «El trato es muy desigual entre unos y otros. Algunos tienen bares gratuitos en la calle y yo, por ejemplo, no puedo, al menos hasta el momento, disponer de una terraza y tampoco me dan aparcamientos», afirma, por su parte, María José Jiménez, de La Pausa.
«Llevo muy mal esta situación, es muy agobiante. Te levantas de la cama planteando cuánto dinero vas a perder hoy. Te planteas muchas cosas, hasta el cierre, porque ya son muchos meses así y las medidas no nos favorecen en absolutamente nada», continúa, mientras pone un café para llevar. Antes de la pandemia, le tenían que servir café dos o tres veces por semana. «Ahora, les aviso yo cuando se me va a acabar y me traen más», señala, con pesar.
«Solo nos han permitido estar abiertos un mes. ¡Un solo mes! Y después, de nuevo el cierre de interiores», protesta. Menos de un mes han podido tener, con limitación de aforo al 33% y el horario recortado por el toque de queda a las diez de la noche, abiertos los establecimientos, ya que la apertura (tras el cierre después de Navidad) fue el 8 de marzo y ayer, 6 de abril, ya no pudieron sentarse los clientes dentro. O fuera o para llevar, no hay otra. Sin hacer muchos números, María José Jiménez lo tiene claro. «Pierdo más del 70% de las ventas, si solo puedo vender para llevar», concluye.
«Ganamos una media de 20 euros al día si solo vendemos para llevar», afirma, por su parte, Marina Nicolás, de Tappeando, que arrancó con el negocio en diciembre de 2019, justo tres meses antes de que saltase la pandemia. «Justo nos confinaron cuando nos estábamos dando a conocer», señala la hostelera, que desde ayer, solo vende para llevar al no tener derecho a terraza. «Si ponen terrazas provisionales, que se las pongan a todos. A mí no me dejan porque tengo que cruzar la calle, pues que la corten también», añade.
Desde el Café Central, con solo dos mesas y cuatro sillas en el exterior (antes podía tener una mesa más y dos sillas más por mesa), opinan que este nuevo cierre «es una burrada porque nos van a mandar al hambre ya», explica Antonio Fernández. «Esto ya no se puede aguantar más. De verdad, que me parece bien que miren por la salud de la gente, pero si no se mueren de una cosa, será de otra», termina con pesar.
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