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Carmen Aguado
Palencia
Viernes, 30 de diciembre 2022, 00:06
'El bote mágico de la calma' nació fruto de la pasión de Andrea Manrique Arija (Palencia, 1993) y Lidia Candela Merino (Palencia, 1991) por ... los cuentos y la literatura infantil y que ha unido a estas dos jóvenes en un proyecto profesional que ya se ha convertido en un gran reto para ambas. Se conocieron y se hicieron amigas durante el grado en Educación que ambas cursaron en el campus palentino de La Yutera y donde durante cuatro años compartieron aula, pero también intereses y una ilusión común, la de ser maestras en un futuro.
Así nació 'El bote mágico de la calma', que ha visto la luz en septiembre aunque el proceso se ha extendido dos años. La protagonista es Maca, una niña muy traviesa y juguetona que siempre tiene una enorme sonrisa dibujada en la cara y suele estar de buen humor. Pero, a veces, Maca siente euforia, rabia o tensión. En definitiva, emociones que le cuesta controlar. Gracias al bote mágico, la pequeña puede controlar su respiración, dormir mejor y relajarse.
El libro está enfocado para niños de más de 3 años y a partir de esa edad, está recomendado para cualquier alumno que quiera trabajar las emociones a través de un libro ilustrativo que pretender ser una guía para poder identificar los sentimientos de los más pequeños y poderles trabajar tanto por parte de los profesores como también de los propios padres.
El bote de la calma es un recurso educativo en forma de botellas rellenas de purpurina y agua que están pensadas para ayudar a los niños a manejar sus sentimientos, especialmente en estados de ansiedad o enfado. El bote de la calma se trata de una técnica inspirada en el método Montessori para ayudar al autocontrol y la autorregulación emocional. La principal funcionalidad de este recurso es que el niño lo agite cuando se encuentre en un momento en el que no sepa cómo canalizar y gestionar sus emociones negativas. Mientras lo agita, libera tensiones emocionales acumuladas y, cuando estas se reducen y deja de mover la botella, el efecto de la purpurina descendiendo lentamente relaja al pequeño. Es un método muy efectivo para tratar trastornos como la ansiedad infantil y la hiperactividad, pero también puede ser útil en los niños con trastorno del espectro autista (TEA) y problemas de conducta.
–¿Cómo surgió este proyecto?
–Lidia Candela. El bote de la calma es uno de los recursos que utilizábamos en clase. Nos dimos cuenta de que no contaba con ninguna explicación ilustrativa ni para niños ni para adultos y de esta forma decidimos comenzar a darle forma. Queríamos llevarles el bote, pero no sabíamos cómo explicarlo. Hice unas líneas y mi hermano me ayudó con unos dibujos rápidos y este fue el verdadero germen del libro. A raíz de aquí, consideramos que sería bonito hacer algo con ello y así fue.
–¿Cuál fue el proceso de creación? ¿Fue fácil escribir a cuatro manos?
–Andrea Manrique. La verdad que fue todo rodado, porque nos conocemos mucho y somos muy parecidas. Empezamos a escribir y pronto comenzamos a buscar una ilustradora porque nos parecía importante esa parte gráfica. Después pensamos en cómo podíamos publicarlo y empezamos a buscar editoriales. Finalmente, pensamos en autopublicarlo nosotras, pero nos llamó la editorial Laberinto.
–¿Esa complicidad ha facilitado todo el proceso?
–L. C. La verdad es que sí porque lo que no le gustaba a una, tampoco le gustaba a la otra y al final ha sido muy fácil coordinar todo el proceso. Lo que no se le ocurría a una se le ocurría a la otra y era muy sencillo.
–¿Quién se animó a publicarlo?
–L. C. Fue algo que surgió solo, ya que después de tenerlo todo pensamos en autoeditarlo por poder disponer de ello como recurso para nosotras de forma profesional. Después comenzamos a preguntar cómo hacerlo. Quisimos probar porque justo nos pilló en la época del confinamiento y aprovechamos para mandárselo a las editoriales y nos contestaron en enero de 2021 que lo aceptaban.
–Una vez encontrada la editorial, ¿hubo muchas modificaciones?
–A. M. No, nada. La verdad es que nos lo pusieron muy fácil porque se conservó el texto y también las ilustraciones. En el momento de entregarlo, nosotras ya habíamos contado con Aída Ibáñez, la ilustradora. Nos preocupaba que la editorial pudiese respetar esto y no nos pusieron ningún problema. Contactaron con ella y les gustó mucho y pudimos trabajar las tres juntas.
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