La ahijada palentina de un rey
Fabiola Frisella tuvo por padrino de bautismo al monarca Umberto II de Italia, que cultivó la amistad de su padre, un militar de Palermo con una vida de guion de película
La palentina Fabiola Frisella Franco es, sin duda, fuente a borbotones de historias propias de guion de película, de esas donde el amor y la guerra se alían para la épica. Si el pasado día 9 este periódico publicaba en sus páginas la historia del Gran Hotel Samaria, un oasis de lujo y confort en aquella España derrotada y hambrienta de finales del siglo XIX y principios del XX, otra vez vuelve a El Norte de Castilla el nombre de Fabiola Frisella. En esta ocasión, no como testimonio vivo de aquel hotel ubicado en Don Sancho que fue propiedad primero de Emilio Franco, su abuelo, y de su madre, Jacinta Franco, con posterioridad, ese establecimiento hostelero en el que se hospedaron reyes como Alfonso XIII o literatos de la talla de de Valle-Inclán o Unamuno y en el que Fabiola nació y vivió hasta los 13 años. Fabiola regresa al decano de la prensa española como ahijada de un rey, Umberto II, el último que tuvo Italia, el que fue conocido como Re di Maggio (Rey de mayo) por los 33 días que estuvo en el trono tras abdicar su padre, Víctor Manuel III. Ahijada de un rey que cultivó la amistad de su padre, Domenico Frisella, un militar italiano llegado a Palencia en la Guerra Civil y que se alojó en el Gran Hotel Samaria, siendo protagonista con su madre, Jacinta Franco, de una bellísima, difícil y cinematográfica historia de amor.
«Muchos italianos vinieron a Palencia. Mi padre era el jefe, y a los altos mandos les hospedaban en el Hotel Samaria. Allí conoció a mi madre. Vino en el año 1936 y estuvo en Palencia hasta el 39, llegó aquí como capitán aunque ascendió a coronel por méritos de guerra. La carrera militar la hizo hasta capitán. Era doctorado en idiomas, hablaba seis: francés, inglés, español, hindi, alemán e italiano», recuerda Fabiola, que incide en que el amor no conoce edad, pues sus padres se llevaban 18 años cuando se conocieron.
«Era el típico italiano, era muy zalamero. Mi padre vino con 32 años y ella tenía 14, al terminar la guerra oficialmente se hicieron novios. Con la II Guerra Mundial le reclamaron desde Italia y luego le cogieron prisionero los ingleses, le mandaron a una colonia suya en Bombay, en la India. Le enviaba cartas a mi madre desde allí, y cómo no sabía que iban a hacer con él, si le iban a fusilar o le iban a dejar en libertad, decidieron casarse por poderes. Mi padre se casó allí y mi madre en Palencia. Hizo las veces de novio mi abuelo Emilio. Mi madre se casó en La Compañía. Después de siete años prisionero le dejaron en libertad, regresó a Palencia y mi madre se quedó embarazada. Pero entonces en Italia exilian al rey Umberto II de Saboya a Cascais, a Portugal, y entonces otra vez el gobierno italiano le requiere allí. Se tiró otros cinco o seis años hasta que consiguió volver a España. A los siete años nací yo, y ya le dejaron tranquilo», rememora Fabiola Frisella, mientras se lleva la mano a un brazo y al estómago, donde su padre tenía heridas de metralla.
«No sé cómo se conocieron mi padre y el rey Umberto IIde Saboya, no sé si por sus méritos militares, porque también se relacionaba mi padre con Benito Mussolini, que le mandó cartas. Supongo que tendría muy buena relación con el rey, porque para ofrecerse a ser mi padrino...», hace hincapié Fabiola cuando se le pregunta por el motivo por el que Umberto II de Saboya, el último rey de Italia, figura como padrino en su partida de bautismo.
A raíz de la liberación de Roma por los aliados en 1944, Umberto II se convirtió en 'lugarteniente del Reino de Italia', asumiendo las funciones de jefe de Estado por la situación comprometida en la que se encontraba su padre, debido a su papel en el asalto al poder por parte de Mussolini. Finalmente, Víctor Manuel III tuvo que abdicar en favor de su hijo Umberto el 9 de mayo de 1946. Umberto II solo pudo reinar 33 días, hasta el 12 de junio, ya que tuvo que aceptar los resultados del plebiscito del 2 de junio de 1946 en el que, bajo sospecha por parte de sectores monárquicos de manipulación del resultado, los italianos optaron por la República como forma de estado.
Mientras Umberto II vivió sus años de exilio en Cascais primero, y en Suiza después, al padre de Fabiola Frisella Franco, «como tenía el doctorado en idiomas, le ofrecieron en Palencia la cátedra de inglés y francés, pero tenía que renunciar a la nacionalidad y dijo que no». «Como por méritos de guerra había ascendido ya al grado de coronel, pues no quiso, y se puso a dar clases particulares en una academia en Palencia. Luego le cedieron un local en la calle Menéndez Pelayo y allí dio clases de idiomas», recuerda la hija de Domenico Frisella, quien, a pesar de su formación militar, jamás fue autoritario con su hija.
«Mi padre jamás me prohibió ir con nadie, pero mi madre... ¡¡¡Ufff!!! Decía que con el dinero que se había gastado en mi educación, no me podía juntar con cualquiera. Yo podía haber hablado todos los idiomas que hablaba mi padre, pero... Mi madre, que estuvo un año viviendo en Catania, sí que hablaba italiano», agrega Fabiola, que adoraba a su padre.
«Mi padre se pasaba todo el día leyendo diccionarios, era lo único que leía, yo le escribía a máquina lo que tenían que leer los alumnos. Mi padre se encargaba de alojar a los extranjeros, por los idiomas, pero era mi madre la que llevaba más el Hotel Samaria, cuando mi abuela se cansó y se iba con el baúl a París y allí se compraba pieles, joyas, ropa...», apunta Fabiola, que vivió el cierre a finales de los años 60 del Samaria.
«El local, que era del Banco Castellano, lo compró el Banco de España, y nos dijeron que nos teníamos que ir. Nos pusieron entre la espada y la pared, y como mi madre se había quedado sola y estaba hasta el moño del hotel, lo dejamos», concluye Fabiola Frisella.