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Hizo la mochila rumbo al Puerto Misahuallí, un pueblecito turístico a orillas del río Misahuallí y el río Napo, uno de los principales afluentes del Amazonas, en Ecuador. Escogió este país de América del Sur por un motivo concreto: una tesis doctoral de Filosofía –por la rama de Estética– de la Universidad de Salamanca, donde quiere explorar los cruces entre arte, filosofía y ecología. Ana Frechilla, artista visual e investigadora, reconoce que le interesan las relaciones entre los humanos y el resto de la biodiversidad. «Trabajo con fotografía, con documentos de archivo, trabajo mucho con historia y me gusta conectar especies y tiempos», explica la palentina, que el año pasado cursó un Máster en Primatología en la Universidad de Girona.
El objetivo de viajar a 8.700 kilómetros de su casa, de Palencia, es crear, junto a distintas personas del lugar, de manera colectiva, «un proyecto que una arte y conservación de primates, o lo que es lo mismo, conservación de la biodiversidad». El proyecto consiste en organizar un curso –que ya está en marcha– de media duración, de cuatro meses, «en los que de manera multidisciplinar unimos biología, ética, historia del arte, práctica artística y primatología». El curso se imparte en la Universidad Amazónica IKIAM, en la ciudad de Tena. «Por ahora yo soy la docente, pero la idea es crear una formación más intensiva, de menor duración, abierta también para extranjeros y con un profesor especializado en cada campo», señala la artista palentina, que ha expuesto en el Museo de Palencia, en la Caneja y Nexo990 de Monzón, además de en el MUSACde León, en La Casa Encendida de Madrid, en Costa Rica o en México.
Este curso está enfocado concretamente en Puerto Misahuallí, donde Ana Frechilla vive. En este preciso lugar, existe una comunidad de monos capuchino de frente blanca (Cebus yuracus) «que viven en una interacción constante con los turistas, podríamos ver algo similar a lo que ocurre en Gibraltar», resume Ana Frechilla. «Esto es peligroso tanto para las personas como para los animales. El peligro de zoonosis es alto y la afluencia de turistas que quieren ver y fotografiar e incluso tocar animales salvajes provoca un aumento del tráfico de especies, monos, boas, loros…», explica.
Otra de las ramas del proyecto se centra en trabajar con una comunidad de mujeres llamada Casa Yachak. «Se trata de un grupo que vive en una isla y lo hace en completa comunión con la naturaleza porque forman parte de ella, viven en ella», argumenta la investigadora palentina. La idea es hacer un fanzine en el que cuenten un poco quiénes son, cómo es su vida y lo que a ellas les apetezca explicar. Ellas tienen un emprendimiento turístico y me gustaría que esta publicación también les sirviera como plataforma para promocionar su propuesta. Viven en un lugar muy lindo y es toda una experiencia pasar una noche allí», admite.
Explica que la Amazonia no es una selva virgen, «es un lugar en el que comunidades ancestrales llevan viviendo miles de años, comunidades que plantan la selva, la chakra amazónica». Subraya los recursos naturales que existen y que cuando fue descubierta por occidente, «comenzó a ser expoliada. En la actualidad, el sistema económico liberal se la está comiendo literalmente a bocados», reconoce.
«La minería es un tema muy conflictivo y peligroso aquí. Muchas de estas minas están en comunidades, ellos mismos vendieron los terrenos y se convirtieron en un punto minero, como lo fueron muchos pueblos españoles en el pasado», admite, mientras alude a la comunidad de Sarayacu, que no permitió una concesión a una petrolera argentina para que actuara en su territorio. «Impidieron que contaminaran sus ríos, protegieron su manera de vivir, su cosmovisión y su sabiduría», señala.
Su vida allí es tranquila, vive entre un hostal y un refugio con el que colabora en las tareas de rehabilitación de unos monos chichico. «La vida aquí es más calmada que en Europa, los ritmos son más naturales y eso, el cuerpo lo nota. Yo no sabía que me iba a gustar tanto esto, la magia de la selva es algo que se te mete dentro, es un lugar muy especial donde, según la cosmovisión de algunas culturas, los espíritus están presentes y no debes confundirlos con las voces humanas si te pierdes selva adentro. Es un lugar donde se sueña mucho y la vida es intensa porque todo lo que te rodea está vivo y nunca hay silencio», afirma.
A finales de junio, retornará a Palencia, pero tiene claro que viajará de nuevo a Ecuador. «Mi intención es volver en algún momento», concluye la investigadora y artista palentina.
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