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TRAS EL BREXIT ·
«En Internet, por cada gramo de información hay un kilo de desinformación»Predecir el futuro es una ciencia poca exacta. Recuérdense las primeras 12 casas editoriales que rechazaron el libro que habían recibido de una desconocida J ... K Rowling, asegurándola que nadie quiere leer un cuento sobre un niño mago llamado Harry Potter. O los pronósticos de expertos militares de la OTAN, hace un año, diciendo qué las defensas de Ucrania no podrían aguantar un ataque ruso poco más que un fin de semana antes de colapsar. O las predicciones de los futboleros españoles antes del partido contra de Marruecos en los recientes mundiales. (Disculpas sí todavía duele la herida. Como digo a los ingleses: si consuela, habrá otro torneo dentro de cuatro años.)
Pero, quizás el pronóstico más erróneo de las últimas décadas ha sido sobre el advenimiento de la tecnología de la información. Cuando apareció, a finales del siglo pasado, todos pensábamos que iba a transformar la sociedad para bien. Una herramienta que da fácil acceso a una información infinita, entre millones de cosas más, a todos los libros, periódicos y ondas de radio que existen. Estaba claro que ese nuevo fenómeno sería una forma para incrementar nuestros conocimientos a un nivel jamás conocido, convirtiéndonos en la generación más culta de la historia.
Luego nos hemos enterado de una cosa tan obvia que cuesta comprender como no se nos había ocurrido antes: cada moneda tiene dos caras. En el caso de Internet, significa que, por cada gramo de información, hay un kilo de desinformación. Y eso, ha tenido consecuencias muy dañinas para la sociedad. Hoy día, equipados con teléfonos móviles, portátiles y ordenadores, todos somos listillos. Si no nos gustan las verdades qué nos cuenta la caja tonta, nos buscamos otras en Internet que vayan más acordes a nuestras ideas. Y así millones han conseguido convencerse de la autenticidad de una serie de creencias absurdas. Por ejemplo, la pandemia no existe y las vacunas son el producto de una gran conspiración para implantarnos microchips diseñados para controlar nuestras mentes. O, comer quinoa quita la virilidad y nos vuelve blandengues.
O, incluso, el cambio climático no representa ningún peligro extremo para la raza humana. Increíble pensar que, lejos de convertirnos en personas más educadas y eruditas, parece que la tecnología de la información está convirtiéndonos en gente tan ignorante para hacer la competencia a nuestros antepasados, aquellos pobres medievales que pensaban que la peste negra era una maldición judía.
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