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santiago hidalgo chacel
Sábado, 12 de noviembre 2016, 17:19
Quizá se emocione y deje escapar algún atisbo de lágrima cuando, al echar la vista atrás, recuerde dónde comenzó todo y lo mucho que hubo que bregar y padecer para llegar al sitio en el que está ahora. Porque en esta mujer infatigable, a la que le arredran pocas cosas, luchadora, inconformista con el statu quo sobre todo si considera que hay alguna injusticia, constante y cabezota, también hay espacio para dejar aflorar los sentimientos.
Con cinco años, Isabel comenzó a nadar a rebufo de sus tres hermanos mayores. A los 18 se sacó el título de socorrista y en Huerta del Rey conoció este deporte para el que no existía federación autonómica sino solo un delegado en cada provincia. En agosto de 1992, junto con un grupo de quince personas que aún continúan en este deporte, organizan el Campeonato de España en Valladolid. Esta fue la mecha. Las piscinas de Río Esgueva y la de Fuente de la Mora serán los escenarios. «Todos hicimos un poco de todo. Arbitrar [ella fue escalando hasta llegar a categoría internacional], otros formar un equipo, organizarlo todo. Cada uno en donde hacía falta», recuerda Isabel.
Este hecho, y también el intentar competir fuera, les abrió los ojos a la realidad de ese deporte: «No nos dejaban participar en campeonatos, ni tramitar licencias. Bloqueaban todas las puertas». En el fondo, analiza Isabel, no había interés en que se constituyese la Federación de Castilla y León porque «la parte económica jugosa de los cursos de formación iba a parar al delegado que existía entonces y nosotros hacíamos ese trabajo gratis».
«Y empezamos a movernos». Así resume Isabel García lo que fueron los primeros pasos de una lucha continua. Gestiones y llamadas a puertas, pero nada parecía tomar buen rumbo hasta que aparece la figura de Mariano Cuesta en la Dirección General de Deportes de la Junta, que fue quien creyó ellos y les ayudó, apunta.
Cinco clubes dados de alta, uno en cada provincia, e ir al notario. Los costes fueron asumidos por todos con parte de los recursos obtenidos como socorristas de verano. Tras elaborar los estatutos (donde Cuesta también echó una mano), a trabajar en todo Castilla y León, y no solo en Valladolid, como pensaban inicial y equivocadamente los fundadores. Además, con el rechazo de la Federación nacional y muchas denuncias llegadas desde diversos frentes y, encima, sin sede fija. Algo que pudo llevar al desánimo, pero no a este grupo de universitarios. En julio de 1994 ya estaba todo más o menos en marcha con la primera presidenta, María Victoria García, la hermana mayor de Isabel. «Se creó pronto una estructura deportiva como tenía que ser, desde la base, escuelas, y un centro de alto nivel». Por si fuera poco, la natación era la que, pujante, ocupaba todas las piscinas y era complicado acceder. La cabezonería de Isabel y los suyos fue obteniendo resultados.
En 2000, Isabel es ya la presidenta de la Federación autonómica. «Después de pegarnos mucho e insistir, el Ayuntamiento nos dejó una calle (de una piscina) un sábado con 8 niños. De ahí pasó al doble. Luego hubo más huecos, días de diario. De una piscina pasó a dos, tres, luego a más provincias». Así hasta la cifra actual de 1.600 niños de 4 a 14 años en Castilla y León haciendo este deporte y más de 3.000 federados. Modélico a nivel nacional, pese a ser la última federación de salvamento constituida.
Para ese momento, el Salvamento y Socorrismo ya se entendía en su vertiente profesional, pero también como deporte «no tan exigente ni competitivo como la natación, y en el que se anteponían por delante otros conceptos: equipo y valores».
Isabel era joven, muy joven y mujer; por eso la respuesta con la que más se encontró cuando presentaba alguna alternativa fue «ya crecerás, ya te irás dando cuenta». Eso mismo le dijo un día el presidente de la Federación Española, y con ese argumento han pretendido echarla para atrás en casi todo. Aunque ella no desiste.
En 1999 contribuye a colocar, moviendo el proceso electoral, al nuevo presidente de la nacional, Marcelino López, aunque una vez dentro lo que ve no le gusta en absoluto. «Le denuncié y dimití, pero las cosas siguieron empeorando. En 2004 me presento a la presidencia de la Federación Española. Hubo persecución, manipulaciones, denuncias; empatamos en segunda ronda y solo quedaba un voto por contabilizar y ese fue para mí», señala.
La disputa no había acabado. Cuando se proclama presidenta, se encuentra una federación en quiebra técnica. «Se negaron a darme las llaves y a reconocerme como tal. Había facturas sin abonar y sin contabilizar y las cuentas maquilladas». Lo mismo que una subvención que le reclama el CSD. Por si fuera poco, una inminente moción de censura ante un agujero de 400.000 euros y la amenaza de cierre. «Continué por amor propio y por defender a todos aquellos que estuvimos en aquel campeonato del 92. Por ellos, esto no podía desaparecer», declara.
La única solución fue una propuesta al Consejo Superior de Deportes de un crédito blando sin intereses con los que pagar parte de lo debido y poder despedir al personal. Y a partir de ahí, todos a trabajar de forma voluntaria. Tras 12 años, ya se ha saneado bastante, eso sí, sobre la base de la austeridad.
Después de la presidencia de la española, llegó la de la Federación Latinoamericana, que ella misma constituyó en 2005, el estar en el Comité Ejecutivo de la Internacional y en la Vicepresidencia de la Federación Europea, además de ser miembro del Ejecutivo del COE desde 2013. Nada de ello logrado sin esfuerzo en unas estructuras un tanto arcaicas: «Me he planteado mil veces dejarlo. Las alturas son muy solitarias», dice esta defensora de la educación en lo que respecta a la participación de la mujer en el deporte y en las federaciones: «La mujer sigue sin estar. Es un mundo mayoritariamente de hombres». Y apunta una receta: «Si realmente quieres igualdad, obliga a que todos los deportes a que dediquen lo mismo al sector masculino que al femenino. Mientras no lo metas desde abajo, desde la educación, no funcionará». Su pelea continúa
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