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La fórmula Reguero
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La fórmula Reguero

Elías Reguero (Valladolid, 1939) era un chaval de apenas 14 años, estudiante del Lourdes y luego de la Escuela de Comercio, al que le gustaba correr por La Rubia. Tuvo la fortuna de encontrarse un buen día con Giovanni Batista Mova, un entrenador italiano de atletismo

Santiago Hidalgo

Sábado, 15 de octubre 2016, 13:06

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Batista Mova era un entrenador italiano de atletismo al que el Gobierno español de la época trajo a Valladolid para activar el deporte, siempre dentro del Movimiento y del Frente de Juventudes. «Corro en 52 segundos los 400 metros y él me contestó: No lo haces ni loco», relata ahora Elías Reguero. A partir de ahí, y junto a otros, comenzó a conocer de cerca lo que de verdad era el atletismo. Aquellos fueron los pilares sustentados sobre una pista de ceniza. Luego Mova recalaría un tiempo en el Real Valladolid, tras su paso por el colegio San José y de la mano de José Luis Saso, para poner algo de coherencia en la preparación física de los futbolistas.

Pero Reguero se empapó del todo. «Mova era muy serio y muy técnico. En esto se trata de entrenar con firmeza: trabajo y horas», dice Elías, asentando el compromiso que adquirió en ese momento y ha puesto tiempo después en práctica.

Así Elías comenzó a cosechar medallas de oro, plata y bronce en campeonatos escolares nacionales y presencia en los internacionales. Luego vinieron las becas deportivas General Moscardó, después Becas Blume, de cuya primera promoción formó parte. Y dos títulos de campeón júnior en 1.500 y 800 metros, finalista en los Juegos del Mediterráneo en los 800 y en los 4x400, récord de España júnior y absoluto en los 4x400 en 1959 con José Luis Martínez, Bernardino Lombao (el preparador físico de Aznar) y Javier Artiach. También fue internacional absoluto en 800, 1.500 y 4x400, además de ser preolímpico (solo una lesión le privó de acudir a los JJ OO de Roma de 1960). Sin embargo, el servicio militar le hizo repensar las cosas a Elías Reguero que, con 21 años y ante la posibilidad de ir a Cáceres, optó por quedarse en Valladolid y aparcar la práctica del atletismo para dedicarse a preparar oposiciones a funcionario del Estado como técnico informático en concentración parcelaria. Muy pronto.

Pero el adiós no fue definitivo. En 1962, el presidente de la Federación Nacional de Atletismo, Rafael Cavero, convenció a Reguero para generar la estructura federativa en Valladolid. «Me dijo que fuera a Madrid y allí me lavó el cerebro. Así empezamos los cursos de entrenadores», señala Reguero. A la par, y con su necesaria implicación, funda a través del colegio de los Dominicos el club DAR (Dominicos Arcas Reales) donde se incorporan luego atletas del Grufare. Y todo empieza a crecer, a pesar de contar con exiguos recursos económicos.

Desde aquí se forjan a sus órdenes cerca de 40 atletas de máximo nivel, campeones de España en diferentes categorías, internacionales pero todo con un comienzo. «A José I. Rodríguez Molinero [el padre de Álvaro Rodríguez] le entrenaba y era el mejor en pruebas combinadas. Por entonces no había casi nada y se entrenaban todas las pruebas. Aunque después, llega un momento en que me especializo en 400 a 3.000 metros».

Félix Morán, Enciso, José María Trigueros, Juan Espino (tres veces medalla de plata de 3.000 obstáculos), Teodoro Cuñado, Mayte Martínez, Miguel Calabor, Santiago Gutiérrez Cardeñosa, Diego Méndez, Sara Valderas, Manuel Olmedo, Álvaro Rodríguez Melero y así hasta 31 campeones de España en diferentes categorías. Todos pasaron por las manos de Elías, quien confiesa que el secreto es «echarle horas y ser serio en el sistema de trabajo. Si uno funciona, luego te llama otro y otro».

Evidentemente, también había atletas que no llegaron tan alto. Para estos, Elías tiene también una opinión: «Sucede que los buenos se lesionan, pero los malos no se lesionan nunca. Les tienes a las cuatro en punto a entrenar siempre. Y es que el buen atleta cuando está en estado de forma es un cristal, tan bueno es que con poco se rompe», indica.

Pero es que, además, a Elías le dio tiempo en los años 80 para ser cuatro años preparador físico del Valladolid Club de Baloncesto, antecedente del Fórum, donde trabajó con Carmelo Cabrera, Nate Davis o Samuel Puente. «Me les llevaba a correr al pinar, aunque los americanos no querían. Decían que solo basket, basket, basket». También para experimentar como corredor de rally, pese a que su mujer no lo veía para un padre de familia.

Más de medio siglo entrenando y sigue ahora, con 77 años, al pie del cañón y como él dice «son muchas horas conociendo al atleta, y así puedes sacar alguna conclusión». Su método o las claves: «El que ha sido campeón de España me interesa, pero más el que ha quedado cuarto o quinto para saber qué es lo que le ha pasado para no llegar a ser campeón. Hay atletas que entrenan de la leche que no rinden en la pista. Trabajamos con marcas. Si yo tengo 1,48 (en 800) no puedo ganar a uno de 1,45, pero no puedo hacer 1,51 y que nos ganen». Son algunos apuntes de la fórmula.

Los entrenamientos están preparados para que un atleta funcione como un reloj, «aunque luego existe la mentalidad, el miedo, la responsabilidad, y las circunstancias». Aún recuerda Elías lo que sucedió con Álvaro Rodríguez: «Se encontraba bien, pero no estaban saliendo los entrenamientos como queríamos. En el mitin de Madrid de 2010, en los 800, se levantó nublado, empezó a caer agua, tormenta, hasta que se paró el tiempo y mejoró la temperatura. Lo mismo que le pasó a Bob Beamon en los JJ OO de México cuando saltó 8,90. Quizás se cargó de energía. Ese día Álvaro hizo 1.45.8, su mejor marca personal».

Evidentemente, la metodología ha evolucionado. Los servicios médicos (antes reducidos y prestados por amigos), la fisioterapia, las ayudas energéticas, la alimentación, los test de esfuerzo, el gimnasio, las pesas... También las técnicas de grabación para ver errores y aciertos. Lo que no ha variado son los días de entrenamiento: «Lunes, martes, miércoles, jueves, sábado y domingo. Por la mañana y por la tarde. El que elige el atletismo sabe a lo que va. Eres tú, tú y solo tú. Tienes que tener una mentalidad de caballo. Todo eso, con pocos apoyos», incide. Encima, está la forma de pensar castellana, que es muy cainita: «Cuando eres bueno, la gente parece que te quiere menos», señala Elías.

La experiencia adquirida al cabo de los años le otorga una visión preclara de todo, aunque también ha habido una labor de aprendizaje continuo, leyendo, mejorando

El relevo está asegurado con su hijo Uriel, que ha vivido muchas de esas experiencias y ya trabaja con buenos atletas futuros y presentes. «Si no hay monitor o entrenador, no hay deporte. Un día, otro día, otro, llegando a las diez de la noche. Con un grupo debes tener ilusión porque económicamente no compensa», dice Elías. «Con Uriel, con solo mirarnos, sabemos lo que pensamos», finaliza Elías mientras su hijo, a su lado, observa y asiente respetuoso, como en toda la entrevista.

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