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El niño Lolo García interpreta a Quico en la película 'La guerra de papá', basada en 'El príncipe destronado'.
'El príncipe destronado' (1973)

Otro Delibes

Las novelas ·

Hay algo «desasosegante» en el tiempo limitado de este libro, «quizá la propia vida, que es capaz de desbordarse en una sola jornada»

Jesús Nieto Jurado

Valladolid

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:48

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Lo primero que llama la atención de 'El príncipe destronado' es el exceso de diálogos. Del laconismo del Nini o de Daniel el Mochuelo, en la novela de marras hay un ambiente conversacional que, de entrada, nos da un rumor de vida, de hogar.

Delibes le da esa teatralidad al texto hasta el punto de que la versión fílmica de Antonio Mercero –llamada certeramente 'La guerra de papá'– sea sorprendente fiel. En el fondo, en el transcurso de las horas, es la existencia la que se va revelando a lo largo del día: Quico baja al ultramarino, pregunta por la sexualidad y es todo un monumento a la curiosidad que Delibes deja traslucir por eso mismo: por lo dialógico.

Luego, en la enésima relectura que se hace del libro, se va viendo el paso del tiempo, bullicioso. Un día en un hogar de clase media, con un niño que deja de ser el rey de la casa ante las atenciones a su hermanita, se convierte en material novelesco de primer orden.

Insistamos, pues, en el uso del tiempo. Estamos ante un día, solo un día. Quico no tiene la capacidad de prevenir los futuros, sino que, en el tiempo inmediato, va interpretando lo que sucede en su hogar. Hay algo desasosegante en el tiempo limitado de la novela, quizá la propia vida, que es capaz de desbordarse en una sola jornada y en la interioridad de un crío que ve e interpreta con lo que ha venido escuchando entre el servicio y unos padres que son, también, reflejo del tiempo que les ha tocado vivir. Con esto llegamos a otra cierta rareza de ese Delibes que, ya decimos, se sale de las hormas más canónicas: a punto de cumplir cuatro años, el protagonista utiliza un lenguaje más elevado de la edad que le correspondería, pero eso no resta un ápice a la ternura con la que el autor pinciano aborda la infancia.

«A punto de cumplir cuatro años, el protagonista utiliza un lenguaje más elevado de la edad que le correspondería, pero eso no resta un ápice a la ternura con la que el autor pinciano aborda la infancia»

Jesús Nieto Jurado

El tiempo concreto de 'El príncipe destronado' también se detalla en las referencias comerciales, culturales. En los cómics que lee el hermano, en el muestrario de marcas que hay en el ultramarino, en las coplas que van sonando en una radio perdida y que al escritor pucelano le sirven, frente a la inconcreción temporal de otros libros, para que Quico habite un mundo que era entonces conocido: el mundo del Cola-Cao, de la Coca-Cola, del sinogán y de los que aún eran destinados a quintas en África. Esta especificidad 'epocal' es algo excepcional en Miguel Delibes, o al menos en lo que supone su obra más característica: incluso la mención a la Guerra Civil –que da nombre a la adaptación cinematográfica de Antonio Mercero– es también inédita.

Delibes escribió la novela en el año 63 y no se publicó hasta una década después. Como insiste Gómez-Yebra, hay una conciencia social del papel secundario al que entonces estaba sometida la mujer, si bien el feminismo en España aún sufría la larga sombra de la Sección Femenina.

Asistimos a un momento en el que el padre, en un pensamiento en voz alta –y en respuesta a Quico– se descuelga con un «la mejor de todas las mujeres que creen que piensan, debería estar ahorcada, ¿oyes Quico?». Y ahí, justo ahí, está la clave de los matrimonios de la época y del macho de café, copa, puro y querida. Sin ánimo de proselitismo –insistimos, estamos en 1963– pero con el ánimo de dar fe completa del espíritu moral del momento. Ese era Delibes.

Defensa de la libertad

Y volvamos a repasar los méritos de la novela: la profundidad psicológica de Delibes en la mentalidad de un infante, el reflejo de una época. La capacidad de transmitir clases culturales y sociales a través del diálogo. Y lo que a mi juicio es quizá más importante: a un escritor de espacios abiertos que se plantea el reto de constreñir en un espacio acotado y en un tiempo limitado todo el bullir de vidas que se entrecruzan ante los ojos de un niño pequeño.

Si 'El camino' es el libro del tránsito a la adolescencia, 'El príncipe destronado' es un canto a la infancia, un ejercicio de libertad sublimado en la infancia que refleja esa misma libertad que tanto defendió Miguel Delibes al frente de este periódico en el que celebramos el centenario de un clásico tan contemporáneo.

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