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El sendero GR 14 sigue el camino del río desde Soria hasta Salamanca y Zamora. Gabriel Villamil
Ribera del Duero: en ruta por los caminos del vino

Ribera del Duero: en ruta por los caminos del vino

El castillo de Peñafiel y Santa María de Valbuena marcan en tiempo de vendimia, en este tramo vallisoletano del sendero GR 14, el esplendor de la Senda del Duero

Carlos Aganzo

Valladolid

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Sábado, 5 de octubre 2019, 08:44

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Pacen con amenidad las churras, con la gracia de su pigmentación centrífuga, ajenas al destino de sus crías en los mejores figones de Castilla. Acama el viento la mies en campos donde el cereal disputa su espacio a los viñedos. Y pujan, sobre todo, los racimos, que quieren ya descolgarse de las viñas. Entregarse a las manos del vendimiador, en uno de los momentos más esperados del año. Todo está en sazón, entre septiembre y octubre, en las riberas del Duero. Tal vez no sean de leche y miel, como la tierra prometida. Pero sí son de vino y lechazo. Y de buen pan de Valladolid. A fe que es más que suficiente.

En estos días de oro, la actividad humana es incesante. Hay mucho en juego en cada vendimia. El inicio de un largo proceso hasta que el vino llega a ocupar el lugar que le corresponde en la buena mesa. Aquí, sin duda, un lugar de privilegio. Porque todo, incluidas las más altas cumbres de la gastronomía, gira alrededor de la personalidad del vino. Aunque hay tensión, es buen momento para apuntarse a las visitas que se ofrecen en las principales bodegas del entorno. Cada una es un mundo en sí misma. También para comprobar de qué manera en estas bodegas, como en los asadores y mesones de la comarca, la calidad de los productos de la tierra lo preside todo. ¿Lechazo? Por supuesto. Pero también embutidos, carnes de caza, chuletillas, arroz con liebre, setas en variedad. Y una larga colección de dulces: desde los empiñonados o los hojaldres hasta la torta de aceite. Con estas mimbres, lo difícil es elegir el vino. O lo fácil: no hay modo de equivocarse. Ni intentándolo.

Los viñedos y las tierras de labor se disputan el espacio fértil de la ribera del Duero.
Los viñedos y las tierras de labor se disputan el espacio fértil de la ribera del Duero. Gabriel Villamil

Antes que los romanos, los vacceos ya bebían vino por estos pagos. Lo saben los arqueólogos de Pintia. Lo tomaban, según parece, en las ceremonias funerarias. Tal vez para olvidar las penas del mundo. El yacimiento de Pintia, y su base de operaciones, el Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg, en Padilla de Duero, están solo a unos pocos kilómetros de la peña más fiel de Castilla. La obra mural del inefable Manuel Sierra pone un punto más de color en una visita siempre emocionante. En Peñafiel, el castillo se ha convertido en un espectacular Museo del Vino, donde es posible aprender mucho más sobre esta relación maravillosa entre el hombre y el fruto de la vid. Desde aquellas alturas, buscando las curvas del Duero, es fácil comprender lo de los vacceos, lo de los romanos, lo de los monjes cistercienses... Y lo de la actividad frenética de los vendimiadores.

Como venas que surgen de este puro corazón vinícola, alrededor de Peñafiel se despliega una infinidad de sendas y rutas enológicas, que ponen en conexión el paladar y el paisaje. Que muestran la gracia de la tierra para con el elixir de los dioses. Las hay para recorrer en solitario, en grupo, en familia. A pie o en bicicleta. También para enamorados. O para sibaritas, con alojamientos de seis estrellas y spa particular. Y siempre para sencillos caminantes, para degustadores de los encantos naturales de este valle fértil y generoso.

Monasterio de Santa María de Valbuena, uno de los tesoros de la Ribera del Duero.
Monasterio de Santa María de Valbuena, uno de los tesoros de la Ribera del Duero. Gabriel Villamil

Desde el mismo centro de Peñafiel, en el parque fluvial del Duratón, parte un ramal del célebre sendero GR 14. Un nombre poco atractivo para hablar en realidad del camino natural de la Senda del Duero. Ésa que viene de los Picos de Urbión, en la Soria de don Antonio Machado, y que va hasta el muelle fluvial de Vega de Terrón, en Salamanca, donde el río se pasa a Portugal. 755 kilómetros, pero no hay que hacerlos todos. Basta, por ejemplo, seguir por la margen izquierda del Duratón hasta caer en el Duero. Bordear después el Pinar de San Pablo y continuar hasta Pesquera. Hora y media a buen paso. Hasta llegar a la pasarela que nos invita a seguir por la orilla contraria. Detrás de Pesquera, las rocas de Las Pinzas acogen los misteriosos eremitorios de la Edad Media. Sus visiones alucinadas. Conviene saber que al otro lado de esas alturas está Curiel de Duero, que presume de ser el único pueblo de España con dos castillos. Y el fantástico Valle del Cuco.

Por la Senda del Duero, antiguos molinos y puentes. Bosque de galería entre viñedos, tierras de labor y pinares de pinos piñoneros. Un paisaje muy parecido al que ofrece, más adelante, otro tramo privilegiado del GR 14. El que tiene como centro de operaciones el soberbio monasterio de Santa María de Valbuena. El origen de los grandes viñedos que trajeron aquí los cistercienses en el siglo XII. La huella de Las Edades del Hombre. Desde el monasterio se puede emprender un recorrido circular hasta Valbuena de Duero por la Senda del Mirador. Allí el parque de la Isla da cuenta de la espléndida relación del pueblo con el río. Pero también se puede abrir el sendero caminando alrededor de dos horas hasta el puente de piedra de Quintanilla de Onésimo. O volver los pasos hacia Peñafiel, buscando cerca de Quintanilla de Arriba la pasarela que dicen del Cuélebre. El misterioso perfil de la criatura asturiana.

Ir y volver. O quedarse, como Narciso, mirándonos un rato en las aguas del río. Soñando con el vino que vamos a conocer. Todo es posible en esta tierra que serpea, al filo de algunas de las uvas más cotizadas del mundo, siguiendo el camino del agua. La marcha del ubérrimo padre Duero.

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