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RICARDO S. RICO
Miércoles, 19 de marzo 2014, 14:08
A sus 90 años, el padre jesuita Alberto Antolín Torres deja de predicar los domingos en la iglesia de San Francisco, donde sus homilías tienen tal aceptación que hasta hay gente de pie. Aunque tiene fama de polémico, asegura que el contenido de sus homilias no ha influido en el obispo, Esteban Escudero, quien le ha instado a que cambie la liturgia, porque no hace lo que está instituido en ella, o bien que lo deje. Y el padre Torres ha optado por lo segundo, por «respeto» al obispo, según aclara.
¿Cómo valora el primer año del pontificado del Papa Francisco?
Positivo, ha ofuscado al mundo, ha levantado cantidad de simpatías, de ilusiones y de esperanzas, que después ya duda uno si podrá cumplirlas, porque unas ilusiones son confusas; otras, claras; otras, exageradas; otras, tergiversadas...
¿Es solo un Papa de gestos en lo formal o cree que está dispuesto a cambiar la Iglesia?
Desde luego que está dispuesto a cambiarla, dada su formación y su personalidad. Es un jesuita cabal, con formación filosófica, teológica, sociológica, política... No es uno más de la teología de la liberación, él va a su aire, a partir de su carisma de tipo religioso austero, firme, claro, comprensivo, tolerante...
¿En qué se ha notado su mano en este primer año?
Ha habido mucho cambio de opinión, las naciones han reaccionado a su aire... Por ejemplo, en Estados Unidos, al principio fue una explosión de alegría, pero cuando vieron que venía Paco con las rebajas y decía a los curas que nada de tantos pares de zapatos, nada de coches de gama, de ropa de marca..., cambiaron de reacción. Europa central, acostumbrada al superteólogo Papa alemán, reaccionó con chasco y se puso a la espera del tiempo y sus acontecimientos, quedó tocada de sorpresa, curiosidad y esperanza. Por la cuenca del Pacífico, Asia, Sudamérica o África, ha habido sorpresa, ilusión, alegría y esperanza.
¿En qué debiera profundizar más?
En el cambio de la Iglesia, en la práctica del Evangelio, en la austeridad de vida, en la fraternidad universal, en el humanismo de Dios, en el gobierno más paternal que justiciero, y después a ver qué hacemos con los separados por un lado y los recasados por lo civil a la hora de los sacramentos. Espero que algún día toque y retoque temas más o menos candentes como la pederastia, parejas gay... No olvidemos que será fiel a la letra, y mucho más al espíritu de los libros sagrados de la revelación divina. Sí que va a dar más participación a la mujer en el seno de la Iglesia, se ha hablado ya, aunque parece que ya se ha amortiguado la idea de hacer mujeres cardenales. Por supuesto, sin antes ordenarlas sacerdotisas, que casi siempre hubo cardenales laicos.
¿Le conoce personalmente?
Sí, pero no de trato, sino por el poco tiempo que estuvo en España. No es el caso de Benedicto XVI, con el que conviví cuatro años, era súbdito mío. Yo era párroco en Alemania y él vino a vivir a la parroquia mía cuando comenzó su magisterio de Teología en su cátedra en la Universidad de Bonn. En cuanto al Papa Francisco, estuvo prácticamente solo cuatro meses en España. Al final de los estudios, el jesuita tiene que hacer un segundo noviciado, llamado Tercera Probación, y él vino a hacerlo a Alcalá de Henares, en un año extraño en el que, en vez de un curso entero, solo duró cuatro meses, y de ahí marchó a Argentina.
¿Dijo una vez usted que uno de los problemas del Papa Benedicto XVI fue que no pudo con la curia? ¿Cree que podrá con ella Francisco?
Sí, es jesuita. Con la firmeza que vamos nosotros, sí.
¿Cómo valora los cambios que se han producido en la Iglesia española, con la salida de Rouco Varela de la presidencia de la Conferencia Episcopal y la llegada de Ricardo Blázquez?
Era de esperar porque pertenecía por fechas, Rouco tenía fecha de caducidad y se preveía que llegara Blázquez. Rouco ha sido muy eficaz en las organizaciones de acontecimientos, fiestas de familia, siempre muy en consonancia con el Vaticano. Él mismo tenía influjo allí. A Blázquez le conozco porque estuvo en Palencia de obispo y traté bastante con él, un hombre verdaderamente suave, comprensivo, firme, buen teólogo y buen administrador.
¿Qué cambios cree que debería introducir en su prelatura?
No lo sé, porque cómo no han soltado el programa... Pero ya se ve que mantenerse firme en la doctrina de la Iglesia, en las buenas relaciones de tipo sociopolítico-religioso, y será querido, porque en todas las disposiciones que tenga siempre será muy cualificadamente humano. Ya desapareció el trasnochado «quia nominor leo» (el león soy yo), y el 'yo soy aquí quien mando porque esta casa es mía», que cantaba la Cinquetti, sustituidos por el diálogo.
¿Cómo ve usted el momento de la Iglesia palentina?
Está cansada, desilusionada, quizá la mejor palabra es desganada, tocada por las cosas que está tocada la sociedad, que carece ya de escala de valores, se la han dinamitado, y no sabe muy bien dónde tiene la mano derecha y la izquierda. Por otro lado, el fenómeno de la secularización está aquí tan profundamente arraigado como en otras partes, en una sociedad como la palentina que no es tan cerrada ni tan cerril como se piensa desde lejos.
Hable de su futuro y de la residencia de los jesuitas en Palencia...
No nos vamos a marchar, de eso no hay nada. Quizá lo haya en un futuro, pero ahora mismo no.
¿Por qué ha dejado de predicar en San Francisco, siendo un predicador tan querido y esperado?
Ha sido un problema de tipo litúrgico, yo no puedo hablar y decir la misa a la vez, porque necesito concentración, y si me concentro en una cosa, no puedo en otra, no tengo capacidad de hablar y a continuación rezar piadosamente las oraciones o concentrarme para la consagración. No puedo, no me va. Y como la norma litúrgica dice que la homilía la pronuncia ordinariamente el sacerdote celebrante o concelebrante, he tenido que dejarlo.
¿Son ciertas las afirmaciones de que el obispo le ha prohibido decir misa?
No. El obispo se ha limitado a exigirme cumplir la norma litúrgica, y como no me es posible, se ha visto obligado a prohibirme la misa de 13:00 horas dominical, pero no el decir misa, que digo a diario. Y, por cierto, a la misma hora que el Papa.
¿Su vehemencia puede causar cierto malestar en sectores de la Iglesia?
Con el contenido ideológico de las homilías no ha habido nunca problemas. En cuanto a las casi 700 personas que caben en el templo, los tengo, como Jesús, de todas las tintadas: abiertos, cerrados, externos, internos, mediopensionistas... y espías.
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