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DE CALLA EN CALLE: PLAZA MAYOR

El latido del día a día

La Plaza Mayor ha visto pasar la historia, grande y pequeña, de la ciudad

CARLOS ÁLVARO

Miércoles, 27 de marzo 2013, 13:57

Esta famosa plaza la forman unos lienzos de casas derrengadas, todas apretadas y unidas, cuyos balcones de madera están tan curvados y hacen tantas bajadas y subidas, que parece de un momento a otro van a venirse abajo». Estas casas que describe José Gutiérrez Solana (1886-1945) son las que había en la manzana del Mesón Grande, donde hoy se levanta el teatro Juan Bravo. Eran edificios viejos, de varios pisos de altura, apoyados unos sobre otros. Primero se derribó el mesón, que estaba situado en la mitad, y unos años después, ya bien entrado el siglo XX, se procedió a la demolición de toda la manzana, lo que permitió el ensanche de la calle Malcocinado y su transformación en Cronista Lecea.

La Plaza Mayor es, junto al Azoguejo, el lugar más emblemático de la ciudad. Durante el periodo de la Restauración se denominó plaza de la Constitución, y durante el franquismo, plaza de Franco; pero los segovianos siempre la hemos llamado Plaza Mayor, o simplemente 'la plaza'. El espacio actual emerge en el siglo XVI, a raíz del derrumbamiento de la primitiva iglesia de San Miguel. Este suceso posibilitó la unión de la plaza de San Miguel con las plazuelas del Caño y la Panadería. La primitiva iglesia de San Miguel estaba donde hoy se erige el quiosco, aproximadamente. Según Colmenares, el desplome del templo se produjo al anochecer del 26 de febrero de 1532, cuando los feligreses estaban rezando el rosario. Curiosamente solo hubo una víctima, un muchacho que encontraron muerto con una aceitera en la mano.

Pero la postal que traemos aquí es contemporánea. En el lugar donde en 1915 fue edificada la Casa Larios obra, como el teatro Juan Bravo, del arquitecto Cabello Dodero, había unas casitas de altura regular, con balcones salientes y galerías en lo alto, de acuerdo con Mariano Sáez y Romero. También sobre un costado de la nueva iglesia de San Miguel se apoyaban cuatro o cinco edificios de pobre aspecto, con unos pocos metros de fondo, en cuyos bajos se abrían tiendecillas y comercios rudimentarios. Estas construcciones fueron reemplazadas en 1931 por el inmueble diseñado por Pagola, el último que se ha construido en la Plaza Mayor.

«En la Plaza se celebra el tradicional mercado de los jueves, por ella pasan muchas de las procesiones de la ciudad, allí se han celebrado misas de campaña, juras de la bandera, cosos, conmemoraciones de sucesos históricos de otras épocas, como la Proclamación de la Reina Isabel la Católica; se coronó en la Plaza a nuestra Excelsa Patrona la Virgen de la Fuencisla, se han corrido toros, se ha bailado al son de la dulzaina y el tamboril, se congrega en la Plaza numerosa concurrencia a paseos y descansos, tocando en su kiosco la música días o noches de la semana», anota Sáez y Romero en sus 'Crónicas segovianas de tiempos pasados' (1930).

A finales del siglo XIX, la vida en la Plaza Mayor discurría en torno a los cafés, los comercios, las fondas y los primeros hoteles, surgidos en su concepción moderna tras la entrada en servicio del ferrocarril. Existían en esa época el café de Manzanares, entre el Ayuntamiento y la plaza del Caño Seco (plazuela del Potro), y el Montañés, de grato recuerdo, ubicado en el número 31, en los locales que ahora ocupan las oficinas del Banesto. El Montañés era un café de los de antes, con mesas de velador y servicio de «restaurant». En su interior se dio la bienvenida al siglo XX y se celebraron grandes banquetes, conciertos y bailes organizados. Era punto de encuentro de intelectuales y bohemios. También en el número 31 de la Plaza Mayor estuvo la fonda La Burgalesa, pero en los pisos segundo y tercero. La Burgalesa se da a conocer en los periódicos y en las guías turísticas del momento como alojamiento «para viajeros de buena sociedad», y ofrece carruajes a la estación de ferrocarril, igual que el hotel Victoria, enfrente, y otros establecimientos de la zona, como el Fornos o el Comercio Europeo.

La Suiza y La Concepción

Otro café inolvidable fue La Suiza, en el número 22, lugar de reunión predilecto de aristócratas y cortesanos, que ocupaban los reservados a salvo de indiscretas miradas. Además de cafetería, La Suiza era confitería, pastelería y repostería; de hecho estaba ligada a la pastelería Bausa, situada junto a la puerta principal del Ayuntamiento. Las mejores yemas de Segovia salían del obrador de Bausa. 'Ont parle fracaise', puede leerse en un viejo anuncio del local. Junto a La Suiza, salvando la calle Escuderos, estaba La Concepción. La 'Concha' no funcionaba como cafetería, sino como librería religiosa en la que se vendían misales, estampas de santos y postales de Segovia.

Los jueves, la plaza cobraba un movimiento especial con motivo del mercado. Lo describe León Roch en su libro 'Vistas de Segovia' (1921): «La Plaza Mayor ofrece los días de mercado un cuadro pintoresco y alegre, todo luz y color, digno del pincel de un Zuloaga (...) El coro vocinglero de vendedores nos aturde con su pintoresca algarabía... La gente brujulea por entre los tenderetes del mercado como un hormiguero, buscando sus provisiones...»

Los vendedores de jarros de hojalata, aceiteras y cazos solían situarse alrededor del quiosco de la música que el arquitecto Odriozola diseñó en 1896 siguiendo la tipología propia de este tipo de construcciones de hierro. De planta octogonal, el templete posee un zócalo elevado que hace las funciones de almacén y vestuario para los músicos. En 1916 se retiró de su sitio con motivo de la recreación de la proclamación de Isabel la Católica, y así pasó casi todo el siglo XX, apareciendo y desapareciendo, hasta que en 1986 fue anclado de manera definitiva.

La Plaza Mayor continúa siendo el ágora que reúne a segovianos y forasteros, paso y parada obligada de viajeros y turistas. Hoy no tiene el mismo aspecto de antaño, pero sí conserva el orgullo de ser uno de los lugares más hermosos de España.

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