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JAVIER PRIETO GALLEGO
Viernes, 14 de agosto 2009, 03:12
N o siempre la línea recta es el camino más corto: en ocasiones, como ésta, ni siquiera es el más recomendable. A decir de sus responsables, la XV edición de las Edades del Hombre va viento en popa. Mientras, la afluencia de visitantes a las tres sedes que tiene abierta la exposición, una en la ermita de San Miguel de Gormaz, otra en la de San Baudelio -Casillas de Berlanga- y la tercera en la concatedral de San Pedro, de la capital soriana, ha avivado el trasiego de viajeros por el interior de una provincia que, por regla general, adolece de carreteras despejadas y horizontes solitarios la mayor parte del año. La provincia de Soria, a pesar de sus muchos lugares memorables, vive aún -de manera injusta- el letargo de los rincones dejados de la mano de dios: bendición para unos, maldición para otros. Por eso, en esta ocasión, y teniendo días por delante, vale la pena perderse en el viaje que media entre Gormaz, Berlanga y la capital, olvidarse de la línea recta y prepararse para un viaje repleto de pueblos viejos y horizontes sorprendentes.
1. Caltojar y Rello. A estas alturas se da por supuesto que quien empieza la visita a Las Edades por Gormaz y San Baudelio ha tenido también tiempo de disfrutar de la soberbia fortaleza califal y de la conocida como 'capital del marquesado de Berlanga', con colegiata y castillo incluidos. Lo contrario sería un pecado tan imperdonable como para requerir penitencia o anular el derecho de entrada a la concatedral de Soria. Después, lo que conviene es evitar la tentación de salir pitando en dirección a Soria para completar el festín. Hacia el sur de estas dos poblaciones, donde esperan los límites con Guadalajara, se abre un vasto territorio de paso hacia ninguna parte. Tal vez por eso, un territorio olvidado, apenas dibujado en los mapas, en el que aguarda, no obstante, un pedazo importante del paisaje interior soriano, ése que se dibuja con serrijones yermos y pedregosos, con poblaciones moribundas y esqueletos de casas tostándose al sol. Ése que se pinta con los colores ocres de la arcilla y dorados del barbecho y glorias pasadas. Porque ese territorio esconde también viejas fortalezas, oteaderos increíbles o pueblos tan asomados al abismo que parecen barcos atracados en el Mar Muerto. Basta dejarse ir desde San Baudelio hacia el sur para toparse, en 3 kilómetros, con la sorpresa de una de las joyas del románico rural soriano: la iglesia de San Miguel, en Caltojar. No hay que perderse su fachada sur. Tampoco el púlpito mudéjar. Desde Caltojar, en 15 kilómetros más se alcanza Rello, atractivo pueblo situado en alto y tan bien guardado por sus murallas que sólo permite la entrada por una puerta, siempre mejor a pie. Una vez dentro hay que buscar su picota metálica -hecha con una bombarda del siglo XVI- y asomarse a sus murallas. Después, lo mejor es bajar hasta la carretera que acompaña al río Escalote para comprobar lo arriscado de sus murallas, aupadas sobre cantiles de roca imposibles de trepar.
2. Baraona y Alamazán. Desde Rello el viaje hacia el sur alcanza Baraona, el Zugarramurdi soriano al que la leyenda y la Inquisición convirtieron en Baraona de las Brujas, y en cuyos alrededores aún hay varios rincones señalizados relacionados con ellas. Desde aquí, la C-101, ahora ya hacia el norte, conduce hasta Almazán, la 'Villa del mueble' que se muestra sin dobleces como un arcón repleto de delicatessen tales como su templo de San Miguel, otra joya del románico soriano con una linterna octogonal que deja con el cuello roto de tanto forzarlo. Tiene también largos tramos de muralla, además de los templos de Santa María de Calatañazor; Santa María del Campanario; San Pedro, del siglo XVII; la ermita de Jesús; la iglesia de San Vicente; y los restos del convento de La Merced, donde se cree que está enterrado Tirso de Molina.
3. Barca. Muy cerquita de Almazán, ahora en dirección a El Burgo de Osma, merece la pena un último desvío antes de enfilar hacia la capital. Barca es una pequeña población en la vega del Duero que sorprender por tres cosas: su iglesia de Santa Cristina, con una magnífica galería porticada del siglo XII y una de las mejores pilas bautismales prerrománicas de la provincia; el rollo jurisdiccional, de 6 metros de altura y estilo renacentista; y un Museo Etnográfico formado con las aportaciones de los vecinos que sorprende por su minuciosidad y exposición.
Y 4. A Soria. De regreso a Almazán, la suavidad de la carretera espabila el ansia por completar el periplo. Al final aguarda la concatedral de San Pedro y unas Edades repletas de paisajes interiores. Aunque no tantos como los que median entre el principio y el final de este viaje.
info@javierprietogallego.com
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