La cicerone imaginativa

B elladona es licenciada en arte y en historia y trabaja como profesora en la universidad. Pero en verano se pluriemplea como cicerone; le encanta hacer de guía turística por su ciudad, Bilbao, la cual conoce como la palma de la mano, así como su historia y anecdotario. Es culta y muy amena en sus explicaciones, que dedica sobre todo a turistas de habla inglesa y francesa.

Pero Belladona posee una marcada peculiaridad que la domina. Goza de una desbordante imaginación a cuyos dictados sucumbe. De hecho, hacer uso de esa faceta es la auténtica razón por la que le gusta el empleo de cicerone.

Belladona, entre apunte histórico cierto y explicación arquitectónica veraz, les mete a los turistas foráneos unas bolas extraordinarias. No puede evitarlo, es algo superior a ella. Tiene buena madera de narradora de ficción y procura no pasarse de la raya, cuenta siempre patrañas verosímiles. Quizás alguna vez se le va un poco la olla y exagera, como cuando aseguró que en el Teatro Arriaga cantó Elvis Presley o que desde el Puente Colgante de Portugalete se arponeaban ballenas. A unos belgas interesados en la gastronomía local les contó que fue el general carlista Zumalacárregui, magnífico cocinero, quien inventó el bacalao al pil-pil, la tortilla de patata, la sangría y el sifón durante los tiempos muertos del asedio a Bilbao de 1835.

En más de una ocasión, un turista enterado se ha dado cuenta del cuento y se lo ha hecho notar, pero Belladona sabe recular hábilmente y salir del atolladero.

Por ahí va, feliz. Guía con un gran paraguas rojiblanco, a modo de bandera, a un nutrido grupo de yanquis a los que conduce al Guggenheim. Hoy tiene el día inspirado y les está contando que durante la construcción del museo se encontraron los restos de unas termas romanas, pero que se taparon para no retrasar las obras. Que el titanio de las placas que recubren todo el edificio es de origen extraterrestre: proviene de un meteorito que cayó en el puerto de Santurtzi y hundió un petrolero de bandera sueca. Y que dentro de Puppy, el gran perro floreado de Koons que custodia la entrada, y que es hueco, suelen colarse parejas para hace el amor en tan original y emblemático lugar.