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GAUDEAMUS. Tribulete, 14 (Lavapiés). Antiguo edificio de las Escuelas Pías. Tras ser incendiado durante la guerra, los escolapios no quisieron volver cuando acabó el conflicto y el complejo abandonado -el mismo del que habla Arturo Barea en 'La forja de un rebelde'- se convirtió en una de las ruinas tradicionales de Madrid. DANIEL G. ROJO
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Practica el 'terracing'

Las terrazas transforman el paisaje urbano en época estival. Nos sentamos en algunas de las más modernas, castizas y espectaculares de la capital de España

SARA MEDINA HERRERO

Viernes, 31 de julio 2009, 03:24

E normes sombrillas, cojines coloridos, jaimas exóticas o incluso camas. Están en medio de la calle, dentro de jardines, en patios interiores, en azoteas y áticos con vistas extraordinarias. Urbanas, cosmopolitas, castizas. Románticas, divertidas, gastronómicas. Especialistas en cañas, en cócteles o en copas, son un espacio de aire fresco en medio del calor del asfalto. Las terrazas, elemento inherente al verano, se encuentran en pleno apogeo estival, desplegando mesas y sillas, transformando el paisaje urbano de la capital del país. Recorremos algunas de ellas, diferentes, clásicas, transgresoras. Una oferta variopinta en la que todo depende del consumidor.

Las más espectaculares nos acercan al esplendor del cielo de Madrid: el Penthouse, la terraza en la azotea blanca e impoluta del Hotel ME, es idónea para una primera copa cuando cae el atardecer. Ambiente chill out con vistas a la plaza de Santa Ana, cómodas camas balinesas como asiento, velas por doquier y posibilidades de toparse con alguna que otra celebrity en uno de los edificios más reconocibles del centro de la capital, que compite con otra de las azoteas más de moda en los últimos años. 'El cielo del Urban', el sofisticado ático del Hotel Urban, en la Carrera de San Jerónimo reproduce y reinventa en su terraza el Salón de Espejos del Palacio de Versalles. Su restaurante está plagado de productos lujosos como ostras, caviar o bogavante. Cerca, el Ático de las Letras es una privilegiada atalaya que se alza en la Gran Vía con toques parisinos y una espléndida carta de cócteles fríos; a la que se llega en un ascensor decorado con luces de neón y tras seguir un rastro de grandes flechas pintadas en la pared. En el adyacente y vibrante barrio de Chueca, la fachada del Hotel Room Mate Oscar en la plaza Vázquez de Mella es un reclamo colorista para el paseante. Esconde en su tejado una piscina abierta desde las doce de la mañana, que se reconvierte a partir de las ocho de la tarde en un bar fresco, vanguardista y fashion. En las entrañas del Hotel Puerta de América, donde cada una de sus 12 plantas lleva la firma de un prestigiosos arquitecto, la terraza SkyNight es un paraíso para la vista (se ubica en el ático) y para los oídos, con su cocktail de jazz y música en directo los viernes y sábados.

Para los que buscan refrescarse en oasis verdes, el Iroco (Velázquez, 11) en pleno barrio de Salamanca, ofrece una terraza-jardín con estilo de patio interior donde se puede comer a mediodía, por precios asequibles, a salvo de los rigores del verano. Para treintañeros, el jardín del siglo XIX del Palacio Fortuny, cercano al metro Rubén Darío: un palacete con mesas altas, abierto todos los días, antorchas y camas sobre la arena, lo que le da un cierto aire playero. El Jardín de Orfila es la opción para los que buscan un ambiente más romántico, clásico y elegante, de inspiración italiana, en la zona de Alonso Martínez. Y el toque moderno, las terrazas ajardinadas del AC Santo Mauro, con su mezcla de árboles centenarios y arquitectura de diseño, y el jardín escondido del Occidental Miguel Ángel, donde se puede disfrutar de su premiada cocina creativa, donde destacan las originales hamburguesas de langostinos.

Un entorno más castizo lo encontramos en La Latina. La plaza de la Cebada es el centro insignia del barrio de tapeo por excelencia de la capital. Los establecimientos de la zona han ubicado en ella sus mesas y sillas y el trajín incesante de camareros y bandejas; pero destacan el emblemático Marula Café y El Viajero, que a su mezcla bohemia de restaurante y bar de copas se une una azotea con vistas con un toque cañí. Cerca de Lavapiés, en la plaza Tirso de Molina, se alza la sempiterna Casa de Granada, uno de los lugares más populares de la ciudad y visita obligada si se quiere conocer Madrid desde otro punto de vista. Está situada en el ático de un bloque de pisos que pasaría desapercibido si no fuera por el trasiego de personas que cogen el ascensor para subir a la planta 6. Allí esperan raciones de toda la vida (famosa la tortillita de camarones) y una panorámica extraordinaria de la capital, pese a las estrecheces de la terraza.

En un museo

Y para algo más que una copa, el 'Mirador del Museo', en el Thyssen, ofrece veladas con sabor mediterráneo y vistas al Paseo del Prado con la opción de visitar en horario nocturno las exposiciones de la pinacoteca. Castellana arriba, espera el Real Café: una terraza muy especial para cenas informales o copas de última hora en el corazón del estadio Santiago Bernabéu, con el campo de fútbol madridista como telón de fondo. Imprescindible para los aficionados 'merengues'.

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