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ARACELI SAAVEDRA
Jueves, 22 de enero 2009, 02:57
Los poco más de veinticuatro vecinos de Rihonor de Castilla, en las postrimerías de la comarca de Sanabria, viven ajenos al revuelo de la cumbre hispanolusa que comienza hoy en la capital. En su quehacer cotidiano, lejos del entramado diplomático, conviven en perfecta armonía con los habitantes de Rio de Onor lusitano. Son, en realidad, dos barrios -de Arriba y de Abajo-, separados por una frontera más política que real.
Esa singularidad les reporta el reconocimiento por ser la primera aldea europea, pero muy pocos beneficios, empezando por las comunicaciones viarias, que no son precisamente un modelo de desarrollo. Es la principal preocupación del alcalde mayor de Pedralba de la Pradería, José Del Campo, que considera que arreglar la carretera y construir la salida desde Rihonor de Castilla por Santa Cruz de Abranes «beneficia al pueblo de abajo -Rio de Onor de Portugal- tanto como a nosotros».
Los estudios sobre este tramo están hechos, pero reposan en el cajón del olvido institucional. La carretera, anhelada por autoridades locales y vecinos, acortaría en veinte kilómetros el viaje hasta la cabecera de comarca, Puebla.
Río Honor de Europa firmó sus estatutos el 20 de agosto del 2005, acogiéndose al Tratado de Cooperación Transfronterizo entre España y Portugal suscrito en Valencia tres años antes. El documento, toda una declaración de intenciones sobre cooperación, seguía el modelo tradicional de gobierno del territorio, con representación de todas las familias españolas o portuguesas. Precisamente, en enero se fija la época para nombrar Junta de Concejo.
Para la concejala de Rihonor Elvira Prieto Prieto, lo importante es arreglar la entrada, porque los autocares se quedan atascados y no pueden cruzar la localidad.
Servicios compartidos
La convivencia entre estos peculiares barrios «es muy buena, somos todos casi familia», dice, aunque hay algunas diferencias en la forma de ser de españoles y portugueses. Sin embargo, la solución de los problemas cotidianos pasa por el entendimiento y la cooperación entre ambas villas, que en tiempos estuvieron separadas por una gruesa cadena de hierro. Un hecho significativo es que el abastecimiento del lado portugués depende del depósito de agua situado en la zona española, mientras que la solución a los vertidos de aguas residuales pasa por la utilización de la depuradora de Portugal, en tanto entra en funcionamiento la construida en España. Recientemente, los dos pueblos han mejorado servicios en los que eran deficitarios.
La atención sanitaria está cubierta por el centro de salud de Puebla, hasta donde se desplazan los residentes para asistir a consulta y comprar las medicinas. Desde hace una temporada, el pueblo del lado español espera que se cambie la antena para poder ver la televisión, las emisoras de radio son portuguesas y el teléfono, con poco más de media docena de aparatos fijos, no funciona bien pese a los cambios recientes.
Para la concejala, el futuro del pueblo pasa por el turismo. La parte de Portugal está incluida en el Parque Natural de Montesinhos. «Van muchos turistas de verano, pero falta un restaurante en el pueblo, donde se pudieran quedar a comer», dice la mandataria local. La tienda es de Manuel Fernández. En territorio español y con productos nacionales, su clientela es mayoritariamente portuguesa. Para tomarse una cerveza hay que pasar a la orilla lusa, donde están los bares.
José Del Campo señala que hay un proyecto común, dentro de la aldea europea, de reconstruir el patrimonio etnográfico: el molino, una fragua y las escuelas, en la parte española; una fuente y la Casa del Toro, en Portugal.
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