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Pulsera con imágenes de santos. / EL NORTE
La pulsera de los santos
LA ELIPSE

La pulsera de los santos

J. A. GÓMEZ MUNICIO

Domingo, 4 de noviembre 2007, 01:49

EN la crema de los buñuelos de nuestros días se mezcla la espiritualidad con el ocio de las jornadas festivas. La gente corre a los cementerios para dejar flores, pero siempre procurando que les dé tiempo a irse de puente algún día. Ahora que tanto se habla de memoria histórica, estos días se aprovechan más bien para dedicarse a la memoria individual. Densa. Única. Nuestra. Necesaria. Aprovechémoslos.

Con la resaca del Día de Todos los Santos quiero hablar de un objeto que se ha puesto extrañamente de moda: se trata unas pulseras hechas de madera adornadas con una larga retahíla de pequeñas, apenas cuatro centímetros, imágenes santos y vírgenes de todo origen y condición. Siguiendo su rastro en Internet, son muy populares en las páginas vinculadas con el esoterismo o la magia.

Son una especie de quién es quién del santuario internacional, de 'gotha' espiritual de nuestro tiempo, que reúne a la aristocracia de la santidad. En una sola pulsera se juntan una Virgen de Murillo, la Virgen de Guadalupe, algún San Antonio, el Cristo Crucificado de Velázquez, la gran Santa Gema Galgani o la Virgen de Fátima y otros nimbados más. Son reproducciones pequeñas, toscas, sin brillo; pulseras sin lujo que reúnen a la crema y nata del santoral con un afán protector en el que lo religioso linda con lo supersticioso. Actualización posmoderna del concepto de escapulario, esta pulsera moderna sustituye a esos cordones con estampitas que parecían del siglo XIX, y si me apuran pasará por encima de los tradicionales rosarios cuyas cuentas pasaban raudas por los dedos de nuestras abuelas. Como diría Discépolo en su tango: igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha 'mezclao' no la vida sino los santos y vírgenes que están mejor considerados en el top ten.

Todos los santos, pues, y vírgenes en la muñeca, una acumulación de santidad y de espiritualidad que supongo pretende ofrecer más protección y cobijo espiritual sumando figuras celestiales; si cada una pone un poquito, no me extraña que los que la llevan se sientan más protegidos que con la típica cadenita con virgen que nos regalaban en la comunión.

He visto esta pulsera a varios conocidos, todos gente inteligente, a la que admiro y que no son sospechosos de tener una mente precientífica, al contrario. Y eso nos lleva de nuevo a preguntarnos por la necesidad de trascendencia que se asoma a nuestras vidas cada vez con mayor intensidad a medida que nos adentramos en el siglo XXI, y que es sin duda una de las actitudes esenciales de este siglo que ha visto el despertar no sólo de religiones tradicionales, sino, sobre todo, de manifestaciones de pseudomisticismo o espiritualidad 'ligth'. Hiperconsumistas e hiperconsumidos, acogotados por la cantidad de información, confusos por la movilidad de los usos y costumbres sociales, el hombre no necesita referencias para dar sentido a su vida, sino indicios que le hablen de que existe algo más que la angustia para llegar a fin de mes, las noticias del corazón, la incomprensión de los seres humanos, su cuñado o las escenas de matrimonio de Telecinco. Está claro que sentimos algo dentro de nosotros donde no llega la razón ni el lenguaje utilitario.

Yo cada vez que veo una de esas pulseras, me acuerdo de lo que decía Malraux: el siglo XXI será religioso o no será. Es probable. Aunque el terreno de lo divino y lo humano se estreche tanto que tengamos que hablar de la religión de la tierra, para que no nos la carguemos, y al menos tengamos un sitio donde estar. Y donde volver a inventarnos a nuestros dioses.

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