Publicidad del colegio del Sr. Lacome en 1982. / COLECCIÓN M. DE U.
EN UN RINCÓN DE LA MEMORIA

Un colegio pionero

JOAQUÍN MARTIN DE UÑA

Lunes, 29 de octubre 2007, 05:08

HASTA mediados del siglo XIX la enseñanza estaba reservada a los niños cuyos padres disponían de patrimonio suficiente para satisfacer los honorarios de un preceptor, o varios profesores con conocimientos de las materias más esenciales. Conocimientos de literatura, matemáticas, geografía e historia eran las asignaturas más reclamadas por los afortunados padres, junto a clases de Religión y de lengua francesa.

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Los padres menos afortunados enviaban a sus hijos a las escuelas públicas regentadas por "maestros", más vocacionales que profesionales que hacían bueno, en algunos casos, el viejo dicho de "Maestro Ciruela, que no sabía leer y puso una escuela". La enseñanza se complementaba con la asistencia de los niños a las Catequesis de las Parroquias, donde se les impartían los rudimentos de la Religión Católica.

Fueron las primeras órdenes religiosas dedicadas a la formación y educación de niños y jóvenes, entre las que destacaron los Hermanos de las Escuelas Cristianas, (fundada por S. Juan Bautista de la Salle) y de los Jesuitas, (cuyo fundador fue San Ignacio de Loyola), que unían bajo la dirección de un Superior a varios profesores, más o menos preparados, que impartían cuanta enseñanzas exigía la sociedad de finales del citado siglo. Entre las órdenes religiosas femeninas, La Compañía de María, (Enseñanza), y la de Dominicas Francesas, impartieron sus enseñanzas a varias generaciones de vallisoletanas.

En el Valladolid de 1892, se promocionaba en nuestra ciudad un colegio de carácter privado, titulado de "San Fernando", que estuvo emplazado en la casa número 13 de la calle Torrecilla, dirigido por Carlos Lacome, profesor de Primera y Segunda Enseñanza que preparaba a los niños «sanos, menores de catorce años y que sepan leer», para cursar los estudios de Bachillerato y el Comercio, Los estudiantes, a lo largo de sus estudios, podían cursar hasta treinta materias distintas, entre las que junto a "Religión y moral", se incluían las Lenguas castellana, latina, francesa e inglesa", Correspondencia Mercantil, nociones de Industria, Mnemotecnia, dibujo, gimnasia y Urbanidad.

Entre las excelencias pregonadas por el referido centro, se encontraban «Una paternal asistencia que considera al niño como ser pensante, afectivo y libre», sustituyendo las medidas disciplinarias tradicionales por «prácticas intelectuales, religiosas o morales», guardando siempre la debida proporción del personal del colegio con el número de educandos. Disponía el referido centro de los principales aparatos de gimnasia, así como de «una numerosa y selecta biblioteca políglota», pudiendo los alumnos llegar a dominar totalmente el idioma francés.

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El curso se extendía del primer día de octubre a finales del mes de junio, si bien el colegio no cerraba durante todo el año. Los padres de los alumnos internos podían decidir si sus hijos disfrutaban de una semana de vacaciones «por Pascuas de Navidad y por Pascuas de Resurrección».

Así fue uno de los primeros colegios privados que comenzaron a acercar la cultura a muchos valisoletanos.

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