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Varios vecinos de Valle de Cerrato posan en uno de los parajes más bonitos de la localidad cerrateña por sus vistas. :: LEONOR RAMOS
Valle de Cerrato

Como en su propia casa

La mayoría de los vecinos de Valle son familia, y Manchón es el apellido más repetido en la localidad

LEONOR RAMOS

Jueves, 13 de mayo 2010, 02:49

Elia, Úrsula, Araceli, Tomasa, Raquel, Flaviana, Celia y Elena -y que me perdonen aquellas otras que no menciono- son algunas de las mujeres que viven en Valle de Cerrato y que con su alegría, sus bromas y sus divertidas conversaciones ponen esa pizca de sal necesaria para que la localidad mantenga esa mezcla perfecta que la convierte en un lugar idóneo para vivir y descansar. Y no pasa nada si ustedes no se apellidan Manchón -el apellido más repetido en Valle-, porque allí serán siempre bien acogidos.

Se vive bien, se descansa mejor y la buena sintonía entre sus vecinos está a la orden del día. Quizás sea porque la mayoría son familiares y es tanta la confianza que hay entre ellos que, por ejemplo, no supone ningún problema el salir a la calle en zapatillas de andar por casa para barrer la puerta, para hacer la compra o para liquidar algún que otro recado. «Es algo que no pueden decir en otros pueblos, pero aquí no hay problema. Vamos, que los vecinos al verte así ataviada, no te dicen nada ni te miran mal», cuenta una de ellas.

Pero no se vayan a pensar ustedes que siempre salen en zapatillas. Cuando yo llego al pueblo y me reuno en el Ayuntamiento con algunos de los vecinos y con el alcalde, Santiago Beltrán, y me cuentan lo de las zapatillas de casa, bajo la mirada y rápidamente hago un repaso por el calzado. Todos llevan hoy zapatos de calle. Quieren salir guapos en la foto. Es evidente.

Un paseo de anécdotas

Durante el transcurso de la conversación, me cuentan tradiciones y anécdotas de lo más curiosas que siempre comparten en sus paseos casi diarios por los alrededores del pueblo. «Cuando nos vamos a pasear siempre contamos historias y recuerdos que tenemos desde que éramos pequeñas, y muchas veces hablamos de nuestras anécdotas, pero que más bien son privadas», explica una de ellas sonriendo. Algunas de esas historias sí me las cuentan, y aunque hay que respetar la privacidad, sí puedo asegurar que son muy entretenidas y bastante curiosas. Así que deduzco que pasear con ellas por los alrededores de Valle debe ser una gran experiencia.

Las mujeres me cuentan que antiguamente en el pueblo era tradición que los jóvenes varones bailaran la jota desde la ermita del Cristo de las Aguas hasta la iglesia. «Iban ataviados con sus castañuelas y con el tradicional mantón de Manila», recuerdan. Pero claro, como ya quedan pocos jóvenes, ahora las mujeres también participan, y todos los años bailan la jota, que ya no hace falta ensayar porque todas se la conocen al dedillo.

Y es precisamente en esa bonita ermita de la que parte la comitiva y que está a la entrada del pueblo en donde tienen guardada como oro en paño la talla del Cristo de las Aguas. «Como este Cristo, ya hay pocos. Creo que en otra ciudad hay uno casi de las mismas características, así que podemos estar orgullosos de nuestro patrimonio», manifiesta el alcalde, quien apostilla que antaño era habitual que en épocas de sequía los vecinos sacasen al Cristo a la calle para que trajese abundantes lluvias. «Ahora ya no lo sacamos por varios motivos, es muy costoso sacarle, y también nos da miedo hacerlo por si se estropea», remata. Un Cristo que en uno de los pueblos cercanos a Valle como es Cevico Navero conocen familiarmente como el 'Arrancacepas'. Y es que, al parecer, hace años, cuando los vecinos de Cevico le llevaron a su pueblo para ver si caía agua, llovió tanto que la lluvia arrancó hasta las cepas. Es, al menos, lo que cuenta la tradición.

Después de una amplia conversación con las mujeres del pueblo y también con algún hombre que nos acompaña, vamos a dar un paseo por sus calles. Lo que más llama la atención son las vistas de Valle, y de eso sí están muy orgullosos los vallejanos. A mí me han convencido, como en Valle de Cerrato no se vive en ningún otro sitio, así que la próxima vez que me acerque me llevaré las zapatillas de andar por casa para sentirme como en casa, y nunca mejor dicho.

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