El arquitecto enrolla los planos

«Me he demostrado a mí mismo que soy más fuerte de lo que pensaba, y tenía el listón bastante alto. Para eso me ha servido también esta temporada, para darme cuenta de que puedo con todo lo que me echen». «Este año ha sido complicado para mí, desde el comienzo de la pretemporada nos ha tocado gestionar una situación difícil, tomar decisiones difíciles en la configuración de la plantilla, aun a sabiendas de que esas decisiones, sobre todo a mí, iban a pasar factura, como así ha sido a lo largo de la temporada por un sector del pabellón». «Hay que dejar pasar un tiempo y esperar a que pase el shock de haber terminado la temporada tan pronto, analizar bien las cosas, ver qué nivel de ilusión tiene uno... La directiva tiene también que ver dónde está mi ciclo, ver sus sensaciones, y a partir de ahí las dos partes nos juntaremos y veremos qué decisiones tomar».

Son tres frases, extractos de la entrevista a Nacho Lezcano que este periódico publicó el pasado 7 de mayo, seis días después de que el Quesos Cerrato cayese en Lugo en el tercer partido de la serie de cuartos de final del play off de ascenso a ACB. El entrenador vasco se marchaba de vacaciones, pero la duda que acompañaba siempre a la renovación de Nacho Lezcano una temporada más, el culebrón de si se quedaba o no otro año en Palencia, parecía esta vez estar más despejada. Había algo en su rostro, en sus palabras, que no denotaban intenciones de continuar. El arquitecto de un proyecto que empezó como una caseta de campo y que es ahora un palacio oriental al que queda por colocar la cúpula, ha enrollado sus planos, los ha metido en su maletín y se ha quitado el casco. No estará la próxima temporada a pie de obra en el Marta Domínguez, supervisando esa edificación. Atrás quedan ocho temporadas de éxitos para un hombre que ha sido dogma en el Palencia Baloncesto, que ha adquirido casi la consideración de héroe, pero al que le ha llegado su final de ciclo a orillas del Carrión.

«Tenemos que ir a por nuestras metas, sin prisa pero sin pausa», afirmaba Nacho Lezcano el 28 de diciembre de 2007, cuando fue presentado como nuevo técnico del entonces Alimentos de Palencia en sustitución del cesado QuinoSalvo y con el objetivo de salvar al equipo del descenso a la LEB Bronce (ahora EBA). Sin prisa pero sin pausa, Nacho Lezcano ha llevado al equipo a sus metas. De su mano, el Palencia Baloncesto ha pasado en ocho temporadas de ser un equipo menor a un equipo mayúsculo. Partido a partido, temporada a temporada, salvó al equipo de ese temido descenso; le convirtió en campeón de Copa y Liga en LEBPlata al año siguiente; le mantuvo en la LEB Oro sufriendo ese match ball que fue el play off de descenso ante el Adepal Alcázar; le fue consolidando en la segunda categoría y le dotó de un carácter ganador, colocándole el año pasado en la final del play off de ascenso a la ACB ante el Burgos. Como guinda del pastel, Lezcano levantó en enero la Copa Príncipe como campeón, pero se lleva ese sabor amargo de la temprana eliminación en ese nuevo asalto al ascenso a la ACB, que, sin duda, ha precipitado su marcha. Discreta, como ha sido en todos estos años un técnico que ha hecho del hieratismo la mejor máscara para ocultar su timidez.

Dicen quienes le conocen bien que su parquedad en palabras no obedece sino al celo por que no se tergiversen sus declaraciones en la prensa. Que su generosidad está a la altura de su sapiencia baloncestística, que ha sido un mal negociador de contratos, renunciando a parte de sus emolumentos en aras de un mejor proyecto deportivo, con mejores y más costosos jugadores. Que su compromiso con el club le ha llevado a descartar ofertas muy superiores (ser entrenador ayudante en el Real Madrid, por ejemplo). Que ha sufrido mucho este año, pero que ha sido muy feliz en Palencia.