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El 17 de junio, el mismo día en que el fuego devoraba La Culebra sin control, pero cinco años antes, la Península ibérica experimentó un trágico siniestro que cambió para siempre la forma de entender el reto del fuego. La península de Pedrogao, no muy lejos de Coimbra (Portugal) presenta una geografía sinuosa similar a la zamorana. Pequeños valles se suceden entre laderas de media montaña cargadas de pinos.
Una tormenta de fuego muy violenta se desplazó sin control por un área de 5.000 hectáreas. Era domingo y muchas familias buscaban el frescor bajo las ramas de las pináceas. La bola de fuego se desplazó sin control y se llevó la vida de 66 personas en menos de una hora.
El Norte de Castilla estuvo entonces en la zona y pudo recoger los relatos de los vecinos que hablaban de personas abrasadas por el golpe de calor mucho antes de que les atrapara el fuego. Daba igual que trataran de huir ladera arriba o abajo.
Juan Andrés Oria de Rueda
«Cuando se produce la ignición de estas masas inflamables bajo olas de calor, el incendio crea su propio ambiente de fuego: su propio patrón de propagación llegando a alterar incluso la meteorología», reflejó en su investigación posterior el profesor de Incendios Forestales de la Universidad de Tras-os-Montes y Alto Duero, Paulo Fernandes.
Pedrogao dio argumentos a los que defienden que aumentar los medios contra estos fuegos no tiene sentido, tal y como insisten los responsables de Medio Ambiente de Castilla y León tras el siniestro de Zamora. «Siempre será una gota de agua en el océano de la pirocrisis -continúa Fernandes-. Más medios y menos gestión del territorio nos está llevando a una guerra nuclear contra la naturaleza. Y esta es una guerra que no vamos a ganar».
Y será aún más difícil en la España vaciada, abandonada o como queramos llamarla. La provincia de Zamora ha perdido desde que existe sistema autonómico más de 60.000 habitantes, el equivalente a la población de su capital. El éxodo desde zonas rurales se traduce en el avance de la gran 'gasolinera' vegetal de los márgenes de sus pueblos, sin ganaderos y agricultores que mantengan a raya el avance de la floresta.
En La Culebra se expande la carteiza, una planta asilvestrada que es forraje para el ganado pero seca se transforma en gasolina mezclada con pólvora. Hay un dicho 'carteiza prendida/ loba fuxida' (carteiza prendida/ loba huida). «Como no se vuelva a la cultura extensiva se van a multiplicar estos megaincendios -advierte Juan Andrés Oria de Rueda-. Y habrá que empezar a hablar de 'teraincendios' de sexta generación con docenas de miles de hectáreas quemadas». Los precedentes de Grecia, California, Australia, Canadá o Turquía también dan pistas de estos riesgos.
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