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Todo el que tenga hijos sabe que darle una chuche al niño a determinadas horas de la tarde supone jugártela a que esa noche te ... cueste el doble o el triple llevarlo a la cama. No es magia negra, ni un mito, ni cuentos de influencers. «Los azúcares simples alteran más a los niños. Tienen un estómago diminuto, un sistema digestivo muy jovencito...», relata Sofía Giaquinta, nutricionista y autora de 'Nutrición sin miedo' (ed. Montena).
Lo que reciben con esa gominola –que a menudo es más de una– es un chute de energía y de glucosa que activa su cuerpo a unas horas en las que debería entrar en una fase más de reposo, de hacerle la cama al sueño. Y, claro, lejos de ponerse en modo off, lo que ocurre es que se activan, se quedan en modo on, y no hay quien los acueste. Lo curioso es que a los adultos también nos pasa algo parecido. A veces no lo notamos o no creemos notarlo porque cuando nos cuesta pegar ojo le echamos la culpa a otras cosas (el trabajo, las facturas...) en vez de a lo que hemos comido, pero sí, el azúcar también nos puede robar el sueño. Al menos un poquito.
«Cuando consumimos este tipo de alimentos, lo que suele ocurrir en nuestro cuerpo es que nos sube la glucosa. Tenemos eso que llaman pico», señala Elena Rivero, del centro Sarai Alonso Nutricionista. Si no tenemos ninguna patología, viene a nuestro rescate «la insulina», que es la encargada de regular la glucosa en sangre y de «transportarla al resto del organismo para que tenga energía». Cuando actúa, la curva se aplana. Bajón.
Esas variaciones de esta sustancia en nuestro cuerpo, aunque normales, «afectan al ciclo del sueño», prosigue la nutricionista. Cuesta más dormirse. Por eso, una de las recomendaciones más habituales a aquellas personas con insomnio, después de no tomar excitantes como la cafeína y la teína a partir de cierta hora, es evitar esos caprichos dulces que nos 'atracan' justo después de cenar, cuando ya hemos cerrado la jornada laboral, la familiar y los preparativos del nuevo día.
Ahora bien, no confundas una galleta con un plato de pasta o una ensalada de patata. Uno de esos mitos que se perpetúan en esto de la nutrición es considerar que los carbohidratos son azúcares y que son tan 'malos' como éste. Y ninguna de las afirmaciones es correcta, defiende Giaquinta, muy beligerante con todas esas falsas creencias que circulan en redes sobre lo que comemos.
De hecho, si tienes problemas de sueño, la galleta no te va ayudar, pero la pasta o la patata sí. «Hay que distinguir entre los carbohidratos complejos, como los que están en el pan, los cereales, la pasta, el arroz o la patata, que son precursores de la melatonina, que es la hormona que segregamos cuando estamos a punto de dormirnos; y los carbohidratos simples, que son azúcares» y donde estaría incluida nuestra galleta, detalla. No obstante, avisa:no hay recetas mágicas. «En el caso de los adultos, no hay que valorar solo ese alimento, hay que valorar el contexto en el que lo estamos comiendo», señala. Si no comer la galleta «te da ansiedad, mejor cómetela», subraya, porque con esa angustia tampoco vas a conciliar el sueño.
Otra cosa que apunta Giaquinta es que el hecho de que tengas problemas de sueño y sea recomendable que prescindas de los azúcares por la tarde-noche nada tiene que ver con esas afirmaciones tan provocativas de que el azúcar es veneno. «Esto solo fomenta una mala relación con determinados alimentos. Cuanto más los demonizamos, también más los deseamos. La tensión por privación tiene el efecto contrario... Y por cosas así tengo yo la consulta llena de gente con problemas de atracones», lamenta.
– ¿Nos estamos obsesionando con el tema de que los alimentos no tengan azúcares, ya no añadidos, sino azúcares simplemente, como pasa en las bebidas vegetales?
– Si nos ponemos estrictos, la Organización Mundial de la Salud, que tampoco te creas que para mí es la mejor referencia, dice que la recomendación es de 20 gramos de azúcar libre, es decir, no cuenta el que está naturalmente presente en los alimentos, como el de las frutas. No pasa nada porque un día comas galletas o chocolate u otra cosa... Un día llegarás a los 20 gramos, y otro no. Tiene cabida en nuestra alimentación. Pero, de repente, hemos transformado la recomendación en cero gramos... y, si puedo, en menos mil. Es un fiel reflejo de cómo muchas veces los consejos dietéticos se hacen desde el miedo y son tan alarmistas que la gente no los entiende bien y los lleva al extremo.
«El nivel de azúcar en sangre se vincula al sueño de forma bidireccional», apunta el doctor Antoni Esteve, experto en sueño. Si nuestra glucosa en sangre es alta, «dormiremos peor»; y si dormimos mal, «nos entran más antojos de alimentos poco saludables». Hay que establecer un equilibrio entre los dos. Por eso, sin caer en la obsesión, es recomendable que nuestra dieta no sea alta en azúcar. Un estudio publicado en el 'Journal of Clinical Sleep Medicine' demostró que cuando lo es, nuestro sueño es «más ligero, menos reparador y con más interrupciones», recuerda el médico, autor del libro 'Dime qué comes y te diré cómo duermes' (ed. Cúpula) junto a la Fundación Alícia.
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