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Llegada de Franco a la catedral, en septiembre de 1939, escoltado por la guardia mora.

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Llegada de Franco a la catedral, en septiembre de 1939, escoltado por la guardia mora. Biblioteca Nacional

Valladolid se rinde a Franco

La caída de Madrid en manos del ejército sublevado, el 28 de marzo de 1939, se celebró con multitudinarias manifestaciones y balcones engalanados

Enrique Berzal

Valladolid

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Domingo, 31 de marzo 2019

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Rendición sin condiciones, no había otra consigna. Por eso erraron los que a principios del mes de marzo, tras casi tres años de guerra civil, contribuyeron al golpe de Estado que allanó el camino a la victoria del general Franco. La ingenua pretensión del coronel Segismundo Casado y de las fuerzas republicanas que lo apoyaban, y que consideraban la guerra totalmente perdida, era pactar una rendición «de militar a militar» y lograr así una salida digna para los defensores de la legalidad. Pero no hubo piedad. El día 28, hace ahora 80 años, miles de madrileños saludaban con fervor la entrada de las tropas sublevadas y El Norte de Castilla se jactaba en su editorial: «Ayer quedó deshecho el mito inconsistente y sin fundamento del 'no pasarán'». Una imponente fotografía de Franco celebraba en portada la caída de Madrid, circunstancia que para la inmensa mayoría suponía el principio del fin definitivo de la guerra civil.

Aunque la noticia oficial no se radió hasta las dos y cuarto de la tarde, los rumores llegaron a Valladolid tres horas antes. Abrazos, carreras, vivas a España y a Franco animaron aquella escena inédita, plagada de «colgaduras de los colores nacionales, de Falange» y demás «enseñas patrias» en balcones y centros oficiales, a las que acompañaban «banderas de las naciones amigas», en referencia a Alemania e Italia. Por las calles, grupos de espontáneos daban gritos de «Franco, Franco, Franco», las campanas de las iglesias comenzaron a voltear, algunos «flechas» sacaron a pasear una suerte de muñeco que ridiculizaba al presidente Azaña y no faltaron escolares desfilando junto a la banda de música de la Guardia Civil.

Media hora después, en torno a las doce del mediodía, los comercios cerraron. «En la Plaza Mayor y en la calle de Santiago era imposible dar un paso. Los vítores se sucedían desbordados, clamorosos. También desde los primeros instantes circularon camiones y vehículos de todas clases llenos de soldados y de paisanos, que con banderas desplegadas aclamaban a España, a su Caudillo, al Ejército y a la Falange. La ciudad mostraba entusiásticamente su exaltación patriótica», señalaba el decano de la prensa.

La multitud concentrada en la Plaza Mayor acogió con alborozo los sones de la banda de música alemana, perteneciente a la Legión Cóndor, que comenzó a tocar en honor al «Ejército de Franco». Al espectáculo se sumaron dos aviones, en torno a las dos de la tarde, con acrobacias que encandilaron a los presentes.

Entrada de las tropas franquistas en Madrid, 28 de marzo de 1939.
Entrada de las tropas franquistas en Madrid, 28 de marzo de 1939. Biblioteca Nacional

Quince minutos después, cohetes, bombas y morteros festejaban el anuncio, difundido por Radio Nacional, de la entrada de las tropas «nacionales» en la capital de España. Y a las cuatro de la tarde, un nutrido grupo de ferroviarios de la Compañía del Norte salió en dirección a Capitanía para elogiar al estamento militar; pararon también en la Plaza de San Miguel, frente a la sede de la Jefatura Militar de Ferrocarriles, y aplaudieron el discurso exaltado del capitán Navarro.

Hacia San Pablo

La manifestación oficial, liderada por las máximas autoridades, la organizó la jefatura provincial de Propaganda, a cuyo mando estaba entones Demetrio Ramos Pérez, futuro catedrático de Historia de América de la Universidad a quien se encargó abrir los discursos desde el balcón consistorial; Ramos agradeció el arrojo de la «juventud nacional» y celebró que «la revolución antiespañolista ha sido desarticulada mientras sus mandos huyen al extranjero».

Los elogios a la gesta falangista del Alto de los Leones corrieron a cargo de Cándido Sáez, jefe local de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que también recordó la necesidad de culminar la revolución nacionalsindicalista y hacer «que desaparezcan los enemigos de la Patria», lo que equivalía a perseverar en la cruel labor represora contra todo atisbo de republicanismo en la ciudad. En la manifestación tuvieron cabida todos los que habían contribuido al triunfo de las armas sublevadas, desde la Legión Cóndor hasta el Fascio 'Mario Mina', en cuya sede de la calle Gamazo pudieron escucharse vivas a España, a Italia, al Duce y a Franco. De hecho, Pellicino Renzo, secretario del Fascio, recordó a los presentes la «íntima compenetración de Italia con España en su tarea común contra el bolchevismo».

En la Plaza de San Pablo le tocó el turno al máximo representante del Ejército, el general jefe de la región, Marcial Barro García, que compartió discurso con el gobernador civil, Emilio Aspe. «Esta victoria es mundial; es el vencimiento y aplastamiento del marxismo (…), es el fin a las ideas disolventes y demoledoras», insistió Aspe. La banda de música interpretó los himnos alemán y de Falange, el Oriamendi y La Giovinezza, que era el himno del Partido Fascista italiano.

En su editorial, El Norte de Castilla quiso remarcar que en la caída de Madrid no había mediado transacción alguna ni negociación entre los contendientes, que solo había actuado «la fuerza avasalladora de nuestras armas»; y que si dicho final no había llegado mucho antes se debía, únicamente, «a la magnanimidad, al elevado criterio, al temple del alma y la serenidad sorprendente del caudillo».

La Iglesia católica, aliada decisiva del bando sublevado, revistió de religiosidad la caída de Madrid con una salve solemne en la catedral, a las ocho de la tarde, ante la imagen de Nuestra Señora de San Lorenzo.

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