Cuando los talibanes tomaron otra vez Kabul, el coronel de Caballería y oficial diplomado del Estado Mayor Juan Bustamante Alonso-Pimentel (1964, Valladolid) estaba ... de vacaciones en su pueblo, Sardón. La llamada de «su» intérprete trastocó el descanso en 15 días de vértigo. David había sido su sombra aquellos seis meses de 2012 cuando el militar vallisoletano dirigió los equipos de asesores españoles que formaban a la brigada del ejército afgano desplegada en Qala i Naw. Nueve años después de lo que Bustamante califica de «una de las experiencias más singulares y de mayor intensidad» de su vida, su amigo David le pedía algo: había que hacer lo imposible para sacar de Afganistán a dos de aquellos mandos del ejército a quienes asesoró. Uno de ellos, un coronel que, junto a su familia, está ya a salvo en España. El otro, el general Wafadar ('Rafa' como le rebautizaron los españoles por abreviar y no sin coña) decidió en el último momento quedarse allí. «Preparar la salida de estas familias ha sido agónico. Lo fácil, entre comillas, era la gestión en el aeropuerto y la embajada, entrar en esas listas en las que todos querían estar. Lo duro era decirles, a partir de ahora tienes que ingeniártelas solo, salir de tu escondite y ser tú quien llegues hasta allí, te plantes en la puerta y puedas entrar entre el tumulto. Cinco días allí, con los niños pequeños, solo a pan y agua...», relata en conversación telefónica el militar, que ya ha regresado a Holanda.
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Jefe de Operaciones de Información en el cuartel general de la OTAN en Brunssum (Países Bajos), enfoca un paisaje muy distinto al de su actual destino, –«marrón, monótono», describe–, cuando se le pregunta lo que sintió al tener noticia de la desbandada del ejército que él mismo ayudó a preparar. «Como instructor, me lo puedo imaginar. Hay un componente muy grande de terror. Cuando se destapa la caja de Pandora y hay un ejército que no se asienta sobre unos principios y valores, se desmorona. Nosotros pudimos enseñarles mucho de planeamiento, de táctica, de formación básica, pero si rascas un poco, la esencia de un ejército se basa en unos valores. El desastre se ha producido porque ha fallado el liderazgo en los mandos, esa capacidad que hace que el soldado se quede hasta que muera, porque sabe que su jefe está el primero. Esa parte no era fuerte. Así que la sensación, como instructor, es de un pequeño shock», reconoce.
Otro mantra de los últimos días es el de «los 20 años perdidos», aunque él, que se reconoce «optimista enfermizo», se niega a pensar que Afganistán es un caso desahuciado y quiere creer que «algo quedará de la semilla que se ha plantado en una generación de apertura, estudios universitarios, integración de la mujer, porosidad cultural con occidente». Ahora que a toro pasado muchos proclaman que «lo de los talibanes» tras la retirada norteamericana se venía venir, el coronel Bustamante recuerda que en la guerra de Bosnia (1992-1995) se decía lo mismo: «Que eran los Balcanes, que cuando se fuera la OTAN volvería el conflicto, pero no fue así; tienen paz, son más prósperos y están más integrados. En Afganistán era una opción. Pero, como Irak y Libia, son países muy inestables, con sistemas políticos cambiantes que no aplican principios democráticos, basados en tribus y señores de la guerra. Era una opción. Pero no se podía ver venir lo que ha ocurrido, no se preveía un desmoronamiento a esa velocidad tan vetiginosa».
Ha meditado también durante su permiso en Sardón sobre la organización de la evacuación y una retirada de las fuerzas que se ha visto apresurada y que se ha llegado a tildar de «chapuza» por algunos analistas mediáticos. «Mucha gente lo analizará durante bastante tiempo. Yo creo que ha habido un fallo de inteligencia importante en la interpretación de los datos y en la previsión de las líneas de acción que podían tener los talibanes». Alude, respecto de la rapidez con que estos se hicieron con los principales enclaves hasta tomar la capital, a una concatenación de factores. El primero, «que el presidente del Gobierno, Ashraf Ghani, saliera tan rápidamente rumbo al exilio. El ejemplo es muy importante en las fuerzas armadas, y si el primero en salir de la noche a la mañana es el presidente... Eso genera unas dudas tremendas en la sociedad. Si además los talibán vienen avalados por una politica de terror muy difundida... El terrorismo es una herramienta extremadamente útil, contagiosa, que genera pánico e inacción. Así que la mezcla de la falta de líder, el ejército perdido y el miedo en la población civil lo ha precipitado».
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Insiste en que no se puede hablar de «chapuza». «La crítica principal es el fallo de inteligencia. Una vez que los talibanes estaban tan cerca de Kabul, ya no había muchas opciones. Con las fuerzas de la OTAN en el aeropuerto, ha habido bastante diligencia, con muchísimo trabajo de España y el resto de países, confeccionando contra reloj unas listas de evacuación congruentes para que no se colaran terroristas, fue algo extremadamente complicado, con una fecha límite del 31 de agosto. La evacuación, que supone un importante movimiento logístico y de coordinación, ha sido modélica».
¿Y ahora, qué? Bustamante hace gala de su impenitente optimismo y quiere dar cierta credibilidad al nuevo gobierno talibán cuando dice ante las cámaras que dejará salir del país a quien quiera hacerlo. «Ellos necesitan un poco de reconocimiento internacional, acuerdos, vender, desarrollarse. Con una política que a nosotros nos parece una aberración, pero que para ellos es la buena y en congruencia con sus principios religiosos. Habrá que esperar un par de años a ver que pasa». Y sobre los refugiados, advierte de que su aterrizaje en Europa «no va a ser nada sencillo. Por cultura, es más fácil que se integren en Pakistán que en España. Con recursos, un afgano puede encontrarse mejor en un país vecino».
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