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Escasean los sacerdotes en España y en Chad es exigua la presencia de personal sanitario, así que En Valladolid se dedica a fomentar vocaciones entre ... los jóvenes y en verano acude al país africano para formar a médicos y enfermeras y curar a pacientes en el hospital El Buen Samaritano. En la atención a esas carencias se mueve Carlos Gómez-Vírseda (Madrid, 1985), jesuita, médico y misionero afincado en Valladolid que vive dos o tres meses al año en Chad, un choque entre dos mundos que desde hace diez años concilia con naturalidad. «En España veo pobreza espiritual, de pérdida de valores, y en África vivo la carencia material, de salud, de médicos», cuenta quien también es conocido en el ámbito de la Compañía de Jesús como Charlie.
En el hospital El Buen Samaritano de la capital Yamena pasa estos días consulta, opera y enseña a médicos y enfermeras cómo hacer frente a la enfermedad, especialmente a la fatídica tríada de malaria, tuberculosis y sida en un país con una esperanza de vida de 47 años y una edad media de 18. Cuenta con orgullo que uno de los puntos fuertes del centro hospitalario de la Compañía de Jesús es haber logrado el récord de cero mortalidad en partos, «un reclamo para que las mujeres vengan a parir aquí porque no se mueren».
La de promotor de vocaciones es otra de las dedicaciones de Carlos Gómez-Vírseda. Cuenta que a través de la web serjesuita.es se pretende «hacer visible algo que es real y es que en esta vida siendo jesuita uno se levanta todas las mañanas con un sentido y se acuesta todas las noches agotado pero feliz, y eso lo vivo».
En su experiencia en Valladolid en pastorial univesitaria observa que «entre los jóvenes hay sed; les noto una necesidad de felicidad y de paz. Se notan ellos mismos muy vulnerables, cambiantes, de un lado para otro, viven continuamente en un sube y baja y echan de menos un poco de estabilidad, gente que sea un poco sólida;hoy están bien por un 'me gusta' en redes sociales, pero el día que les sale algo mal los mata. Paso ratos de acompañamiento con ellos y cuando les pregunto qué tal están, muchos se ponen a llorar enseguida porque viven poco conectados consigo mismos, y cuando miran hacia adentro ven muchas más cosas. Tienen necesidad de silencio, de referencias y piden límites, que se les diga no a cosas».
Cuenta que el proyecto de captación de serjesuita.es tiene buena acogida y que detrás de este trabajo en los últimos años se ha notado un repunte de vocaciones. «En Valladolid hay movimiento, una comunidad viva donde se dan vocaciones de jesuitas desde hace unos años de forma continua, eso ya es un milagro en un mundo donde todas las voces van en el sentido de que no hay que renunciar a nada, lo cual es una mentira, pues dar un 'sí' por algo supone dar un 'no' a otras muchas cosas».
Habituado a manejar la impotencia por la falta de medios, suple las penurias sanitarias más básicas a base de ilusión. «Aquí hay una parte muy dura y es la que tiene que ver con las carencias, con ejercer una medicina con pocos recursos y donde muchas veces no llegas a un diagnóstico definitivo, o si llegas te faltan tratamientos o soluciones, pero es una medicina muy bonita, muy pura, donde el paciente espera solución a su problema».
Por eso suple la frustración ante la falta de un escáner o un antibiótico asumiendo que todo ello es parte de las reglas del juego en África. «Lo que me produce impotencia –dice– es la pobreza cultural, cuando los pacientes no vienen al médico a tiempo o recurren a la medicina tradicional; eso a veces genera más complicaciones».
En Chad vivió entre 2013 y 2015 y alli acude todos los veranos. Sin caer en visiones idealizadoras, el tiempo vivido allí le permite elogiar la sencillez y la generosidad de sus habitantes y un ritmo de vida «invivible» en Europa. «Aquí hay tiempo para hablar, esperar, no hacer nada; se va la luz y tienes que estar dos horas sentado al borde del río hasta que vuelva.... hay algo sano en el hecho de no vivir con tantísima prisa».
En ese contraste se mueve Charlie en cada viaje. «En Chad la gente disfruta con lo que tiene, pero no planifican tanto; lo que hay se disfruta, y si hoy tenemos que comer, reímos y festejamos; mañana ya veremos. Es íncreíble la libertad con la que viven el día a día, pero en cambio les cuesta hacer proyectos a largo plazo, viven al día; nos enseñan la espontaneidad de saber celebrar lo que hay sin intentar controlarlo todo tanto». En un país donde el 60% de la población es musulmana, el 30% católica y el resto de otras confesiones, a la malnutrición como mal endémico se suman los cada vez más devastadores efectos del cambio climático. «Es muy preocupante: el desierto avanza, la estación de las lluvias se retrasa y es cada vez más breve; el lago Chad era enorme y se ha ido secando con los años», relata el misionero.
La elevada mortalidad infantil es otra de las constantes del país centroafricano, «donde muchas muertes se producen durante el parto y después por la prevalencia de enfermedades que en lugares desarrollados serían fácilmente curables. «Te puedo dar una lista de amigos enfermeros y médicos que han muerto en estos últimos años. Esto en los estándares de Chad es normal, pero no quiere decir que duela menos, son vidas tan reales y concretas como la de Chanceline, estudiante y enfermera de 22 años, casada con un estudiante de medicina; ambos servían en un centro de salud rural y habían ayudado a mucha gente, pero ella murió durante un parto que se complicó en un lugar aislado donde no pudo recibir la atención que ella estaba dando a otros».
Observador y agente activo en dos mundos separados por mucho más que la distancia en kilómetros, no deja de llamarle la atención el espíritu de superación y aceptación con el que en Yamena encaran los dramas de la existencia cotidiana. Habla también sobre la pandemia y cómo la covid tuvo al principio «un impacto tremendo» aunque luego vieron cómo al ser una población tan joven les afectaba menos. Y al hilo de esta idea denuncia la «hipocresía de nuestros países europeos, cuando ya una vez inmunizados y con vacunas sobrantes, un año después empezaron a llegar aquí financiadas por Europa para que no hubiera nuevas variantes que pudieran llegar allí; en cambio, no tenemos vacunas para VIH o la tuberculosis».
El año de sequía y la escasez de trigo por la guerra de Ucrania se dejan sentir en hambrunas en un país que padece problemas de malnutrición. Al final de la conversación a través de pantallas insiste Charlie en transmitir un mensaje «positivo y de esperanza» para África. Tendiendo puentes entre Valladolid y Chad impartió charlas en el colegio mayor Menéndez Pelayo y se consiguió movilizar apoyos para becar a siete estudiantes de medicina y conectarlos con los del colegio a través de la oenegé Entreculturas. Desde un hospital pobre sigue empeñado este médico jesuita en «poner en contacto a gente buena de los dos mund
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