Una de cada tres familias atendidas en Cáritas en Valladolid acudió a la ONG por primera vez en 2020
La Iglesia anima a marcar la 'x' del IRPF después de un año con menos ingresos por vías como las colectas y una mayor atención social
La situación de emergencia por la que atraviesan cientos de familias vallisoletanas (4.276 personas atendidas directamente en Cáritas, a las que habría que ... sumar las beneficiadas por otras ONG) no se acaba en las llamadas 'colas del hambre'. El drama va más allá. «La situación es de más largo recorrido y no se resuelve solo con la ayuda para alimentos una semana concreta», asegura Guenther Boelhoff, director de Cáritas Diocesana de Valladolid.
La situación es hoy más dramática si cabe. Si había ahorros, ya se agotaron. El retraso en los pagos de los ERTE no ayudan. El bloqueo informático que vivió el SEPE también se ha dejado sentir. Los despidos y recortes continúan. «En 2020 se duplicaron las ayudas económicas directas que tuvimos que tramitar por suministros, alquileres, tarjetas de alimentación». Y además, con nuevos perceptores.
Casi una de cada tres familias atendidas por Cáritas (el 32%) acudieron a la entidad por primera vez el año pasado. Son personas que nunca antes habían tenido que recurrir a ella. Y a eso se unen aquellos que, después de la crisis anterior, pudieron encarrilar sus economías y que ahora, por culpa de la pandemia, han tenido que volver, años después, a pedir ayuda a Cáritas.
La entidad (en torno al 55% de sus fondos proceden de la Iglesia) se sumó este martes a la campaña lanzada por la diócesis vallisoletana para animar a los contribuyentes a marcar las casillas solidaria del IRPF, que permite destinar un 0,7% de sus impuestos a la Iglesia católica y otro tanto a otros fines sociales, «sin que eso suponga pagar más dinero». «Es un ejercicio de democracia fiscal», defiende el obispo auxiliar, Luis Argüello.
«En torno al 20% de los ingresos de la diócesis proceden de la casilla del IRPF», reconoce José María Conde, ecónomo del arzobispado. El año pasado, hubo 121.051 declaraciones en las que se marcó esa casilla para la Iglesia católica en Valladolid. Fueron el 43,15%. Esto generó 4.356.738 euros (551.687 euros más que en la campaña de la renta anterior). «Esto no quiere decir que Valladolid reciba todo ese dinero, ya que la Conferencia Episcopal luego hace el reparto en función de las necesidades de cada diócesis», explica Conde.El retorno a Valladolid fue de cerca de 3,9 millones.El resto, llegó a comunidades menos solidarias con la casilla del IRPF(como Galicia, solo lo marcan el 24,7%o Cataluña, 16,9%) o regiones más desfavorecidas. «El llamamiento es este año si cabe más importante porque por el coronavirus han aumentado las necesidades de muchas familias, que requieren la atención solidaria de las parroquias, y han bajado los ingresos por otras fuentes», cuenta Conde. Se ha notado, especialmente, en el cepillo, por los templos cerrados y la reducción de aforos impuesta en las iglesias.
La Iglesia en Valladolid manejó durante 2019 (útlimo balance cerrado) un total de 19.562.710,79 euros. De ellos, 3,9 millones llegaron de esa asignación tributaria. Las aportaciones de los fieles sumaron casi 5,1 millones. Y los ingresos también llegaron por patrimonio y otras actividades (3,4 millones) y otros ingreso corrientes, por servicios, por ejemplo (6,9 millones). «Con ese dinero hay que pagar los sueldos de los sacerdotes, hacer frente a los gastos de las iglesias, afrontar el mantenimiento de los templos. Algunos son verdaderas catedrales y hay que renovar cubiertas, solventar humedades«, indica Conde. »Y está la labor asistencial directa de las parroquias, sobre todo en los barrios«, añade.
«Por eso este año hay que hacer especial hincapié en esta campaña de la renta. Porque las necesidades han crecido y, por desgracia, han caído otras fuentes de ingresos. Sobre todo el cepillo, pero también por las aportaciones que se hacen cuando hay comuniones o bodas (que el año pasado cayeron por la pandemia)«, recuerda el ecónomo de la diócesis.
Las aportaciones del IRPF tambien llegan a Cáritas, entidad que cuenta con 65 trabajadores, 859 donantes, 780 socios y 847 voluntarios. El último año, el perfil de estos voluntarios se ha rejuvencido. Hay colaboradores de más de 75 años, habituales en los programas de la ONG, que han tenido que dar un paso al lado al ser un colectivo de riesgo. Y el testigo lo han tomado voluntarios más jóvenes. «La pandemia ha aumentado la sensibilidad. Hay personas que se han dado cuenta de que esto también les puede ocurrir a ellos y han decidido echar una mano», apunta Boelhoff.
Cáritas ha reforzado durante este año esa ayuda de atención primaria, pero también ha incrementado sus proyectos vinculados con personas sin hogar, con programas para «ayudar a abandonar la calle», a través de la ampliación de viviendas de Cáritas y pisos semitutelados. Además, «se ha recuperado la normalidad en los programas de formación», pese a las dificultades que existen para cerrar prácticas en empresas, sobre todo en las líneas vinculadas con la hostelería, donde hay tantos negocios en ERTE por las incertidumbres del sector (uno de los más castigados por las restricciones«.
«El reto para los próximos meses es insistir en la necesidad de crear comunidad», explican desde Cáritas. «Tenemos una sociedad cada vez más desvinculada, donde existen menos redes de apoyo. Y también tenemos que trabajar en eso». Uno de los aprendizajes de esta crisis ha sido la importancia de un hogar (aquel quédate en casa). Pero no solo como solución habitacional, sino como espaciode referencia y de pertenencia. Hay que ayudar a crear certidumbre entre tanta soledad, ansiedad y desarraigo«, concluye Boelhoff,
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