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Dos mujeres, en el taller prelaboral de costura de la sociedad San Vicente de Paúl.

La sociedad San Vicente de Paúl pide ayuda para salvar su actividad benéfica

La entidad, que llegó a Valladolid en 1853 y atiende a 12.000 personas, necesita voluntarios y donaciones para  subsistir 

Víctor Vela

Lunes, 21 de noviembre 2016, 19:15

Gregorio García 74 años, exfasero, tesorero de la Sociedad San Vicente de Paúl hace cuentas en la sede de Pérez Galdós. (Porque, por desgracia, al final todo es número). Las cifras de hoy, solo de hoy, dicen que han recogido 24 vales, que han facilitado comida a 73 personas, que han repartido 872 kilos de comida.

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Saca entonces unos folios con su enjambre de cifras. Dicen los estadillos que este servicio de reparto de víveres (y el resto de programas de la entidad) ha atendido a 3.434 familias, que son 10.670 personas, que son el 22% más que el año pasado. En total, 110.898 kilos de comida que van a parar a los hogares más necesitados de Valladolid y su entorno, a ciudadanos que llegan aquí derivados de los centros de acción social (Ceas), donde reciben una valoración sobre sus necesidades. «Al principio eran, sobre todo, minorías. En los primeros años de este siglo, inmigrantes. Ahora, cada vez más, muchos españoles, parados de larga duración, aplastados por la hipoteca», explica Antonio García, 74 años, antiguo profesor (se jubiló en La Merced y el Diego de Praves), presidente de la sociedad en Valladolid.

Él mira con preocupación otras cuentas, las que dicen que los gastos anuales de San Vicente de Paúl requieren un desembolso anual de 112.000 euros (pago de nóminas de los profesionales, gasolina para el transporte de alimentos, IBI, seguros, agua, luz, teléfono...). Y los ingresos apenas llegan para sufragar todos esos gastos que requiere un proyecto solidario. «Vivimos de la percepción que recibimos del IRPF, de las escasas subvenciones de instituciones y empresas, de los donativos de particulares (2.247 euros el año pasado), de las contribuciones de los socios...». Y no es suficiente.

Cuentan que todos los años tienen que hacer aportaciones extraordinarias para cuadrar los presupuestos. Esas inyecciones económicas proceden de doña Lucía, una vecina de la plaza de España que falleció hace ocho años y que dejó parte de su herencia a San Vicente de Paúl. Gracias a ese dinero han podido afrontar los últimos ejercicios. Pero los fondos se acaban. Antonio no duda en lanzar un SOS porque «quizá, a medio plazo, haya que cerrar por falta de cobertura económica y de voluntariado». Un final no deseado para una entidad benéfica que presta servicio en Valladolid desde hace 163 años.

Necesidad de colaboradores

Así que, además de dinero para mantener esta trinchera solidaria, también hacen falta personas. Voluntarios que se unan a las filas de Colías y Moratinos. Ellos son los encargados de llenar unos carritos de supermercado con los víveres que llegan desde el Banco de Alimentos y que recogen las personas que componen esa larga fila que hay a las puertas del local de Pérez Galdós. Tienen las estanterías repartidas. Moratinos se encarga de las de la izquierda (la pasta, las conservas, la harina, el arroz). Colías, las de la derecha (el aceite, escabeches, las galletas y legumbres).

Preparan los lotes en función del número de personas, de si hay niños y bebés en casa y los suministran de uno en uno para que los beneficiarios, la mayoría mujeres, los metan en sus carritos de la compra camino de su hogar. La cantidad percibida se atribuye en función de las valoraciones de los asistentes sociales del Ceas y de San Vicente de Paúl, así como de la disponibilidad de comida. Por eso son tan importante, también, iniciativas como la macroperación kilo que este fin de semana ha convocado el Banco de Alimentos.

Pero San Vicente de Paúl no solo ofrece comida. «Nuestra obra social está enfocada a la plena integración de los usuarios», explica Sara Fernández, la coordinadora de programas de SanVicente de Paúl, que tiene su sede central en la calle Santuario. Esta oferta solidaria incluye líneas de atención primaria (como este reparto de alimentos y ropa o las clases de español para extranjeros). También de inserción laboral, orientación escolar (con clases extraescolares y de apoyo, para la obtención del título de Secundaria), prevención de drogodependencias, atención a inmigrantes (cursos de nacionalidad o cocina) y un taller prelaboral de confección.

Coser el futuro

Fatiha se pelea con las costuras de un abrigo. Malika remata el bolsillo interior de un chaquetón. Son dos de las 22 aprendices (mayoría marroquí, también de Rumanía, España y Perú) que asisten en un local de la calle Bailarín Vicente Escudero a un curso de costura que les faculta para una posterior inserción laboral. Varias de ellas han montado después cosetodos. Carmen Martínez es la monitora que se encarga de coser el futuro de unas mujeres que han encontrado en la aguja y el dedal una posibilidad de prosperar. Está el taller en una antigua pastelería de azulejos en las paredes y autopistas de fluorescentes en el techo.

Donde en su día hubo hornos, hay ahora doce máquinas de coser de diversas marcas (Refrey, Singer, Kansai, Sun Star), torres de ropa que requieren un arreglo, mujeres que reciben, gracias a San Vicente de Paúl, una formación para encontrar después un trabajo. «Cuando te acercas por aquí y ves las cosas de todas ellas, cuando te das cuenta de que tantísimas familias piden ayuda a la sociedad, te das cuenta de la importancia de lo que hacemos», dicen los responsables de San Vicente de Paúl, la ONGcentenaria que no se resigna a desaparecer: «Está complicado, pero resistiremos».

Sociedad San Vicente de Paúl. Tfno. 983 29 82 69 valladolid@ssvp.es

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