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José Alberto, a la izquierda de la imagen, con la Corporación local de Traspinedo. .
Adiós, rey Baltasar

Adiós, rey Baltasar

Ni un solo vecino de Traspinedo puede decir una mala palabra de José Alberto, el chico de ‘La Martina’

Lorena Sancho Yuste

Domingo, 16 de agosto 2015, 20:37

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Todavía se puede estar riendo de mi torpeza tras aparcar el coche en la puerta de tres peñas de Peñafiel. «No te lo hemos rayado, ¿eh? Te lo hemos limpiado, que falta te hacía», soltó con sorna. Acababa de terminar el desenjaule. Viernes, 14 de agosto. Y José Alberto, Pepe o Calderetas, el chico de La Martina de Traspinedo, ya estaba sumergido en su gran pasión: los toros. Con su inseparable zape, Jesús Sanz El Parri, disfrutaba del ambiente festivo en la víspera de Peñafiel. Ni siquiera pestañeó para pensar si acudir o no por la noche al primer encierro de Tudela. Como un clavo, acudió y corrió los del Vellosino. «No, ya ves», diría con su gracia. Porque el humor, esbozado siempre en una sonrisa de amabilidad, cautivaba a todas y cada una de las personas con las que se topaba en su vida. José Alberto sembraba bondad en cada gesto. Ni un solo vecino del ahora hundido pueblo de Traspinedo puede decir una mala palabra de él. Ni siquiera desde que hace dos meses se embarcara en la política municipal como concejal de Festejos. Lo suyo era el don de gentes. La participación, la colaboración en todas y cada una de las actividades que programa Traspinedo, su pueblo. Le daba igual servir carne guisada con patatas en la anual cena de la vaquilla que vestirse de rey Baltasar en la Cabalgata. Era el rey Jose, al que todos los niños susurraban sus deseos. Incluidos sus sobrinos, como la pequeña Victoria. O el que está en camino y que ya nunca podrá conocer.

Los toros eran otro cantar. Su afición, su pasión. José Alberto, casado desde hacía dos años y pequeño de cuatro hermanos, madrugó el 15 de agosto, ayer, y recorrió los 37 kilómetros que separan Peñafiel de Traspinedo para correr el encierro. Sus amigos le esperaban, los taurinos. Aquellos con los que desde el año 2003 trabajaba codo con codo para proteger y potenciar los festejos. Por aquel año resultó elegido vicepresidente de la Asociación Taurina Coso de la Fuentecilla, cargo que ha ostentado hasta hace apenas unos meses. Era capaz de organizar un encierro de invierno en una simple comida. Lo fue, lo hizo en una excursión a la ganadería de Victorino Martín en el año 2005. Dos meses después vio cómo su sueño, el de un encierro en invierno, el primero en toda la provincia, se hacía realidad con la creación de la fiesta de San Martín.

Brazalete en mano y una vara eran suficiente para organizar los festejos en Traspinedo. Su camiseta de la peña El Sostén no faltaba. Ni su participación en un Gran Prix con el que garantizaba las carcajadas. Nada se le resistía. Solo Javier Peña, el chef, le brindó negativa esta semana para ser pregonero de la Feria del Pincho de Lechazo. «Dice que anda muy liado y que no puede», comentaba el viernes en Peñafiel.

Unos metros más adelante el destino quiso que encontrara su final. Pero antes, caprichoso, puso a escasos metros a Carlos Perrera, el que trabajó de tú a tú como presidente en la asociación de Traspinedo durante los últimos doce años, para que fuera uno de los que le trasladaran a la enfermería. En su boca sonó un Jose contundente para que reaccionara. Le agarró la mano y le pedía que aguantara. Pero José se iba.

Su venerada patrona, Santa Isabel, la que tantas veces ha cargado sobre sus hombros, será hoy testigo de su despedida. Sus campanas, las de la iglesia de San Martín, lloraron ayer a las 18:40 horas. Es el largo adiós a Pepe, a Calderetas, al hijo de Martina y Fidel, al de Vane, al eterno rey Baltasar. El rey Jose.

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