Y seguirán los pájaros cantando

Pocos lugares en Segovia me atraen tanto como este. Es quizás que aquí puede percibirse la larga historia de la ciudad. El farallón de la Casa del Sol guarda, con seguridad, información de los poblamientos más antiguos. En la muralla pueden rastrearse huellas de siglos y culturas. Rastros de vidas, de los afanes seculares de los viejos segovianos. Y el cementerio judío, que durante más de cinco siglos ha permanecido en nuestra memoria como lugar sagrado, solo perturbado por las raíces de esos pinos escuálidos tan nuestros. Y la Tenería, testigo del pasado industrioso de este valle, como las huertas, que ponen otros matices al verde y recuerdan nuestro origen y destino. En estas huertas comprendí el sentido de los versos de Juan Ramón: «Y yo me iré y seguirán los pájaros cantando». Y encontré consuelo. Aún lo encuentro, y paz.