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J. FERNÁNDEZ
Lunes, 21 de junio 2010, 03:01
«Venga, que estamos de remate», «que te llevas lo mejor de todo». Son expresiones que se han oído estos días en la tienda de ultramarinos de Tudela de Duero en la que Luis Miguel Álamo ha trabajado durante 44 años. Ahora con su inminente jubilación dejará de hacer lo que ha hecho toda la vida con entrega, dedicación y sobre todo buen humor. «Desde que me casé he vendido todo lo que he podido, menos a mi mujer y a los hijos», bromea mientras despacha pan, yogures - «y la mejor fruta de Tudela», según sus clientas-detrás del mostrador. Y es que Luis Miguel, al que todo el mundo en la localidad conoce como 'el chico Lauro' (Lauro era su padre) es la tercera generación de una familia que desde los años veinte del siglo pasado ha contado con establecimientos de este tipo en distintos emplazamientos de Tudela. «De ultramarinos finos y embutidos», comenta. Más que el hecho de dejar de trabajar, lo que en realidad va a echar de menos es el trato cotidiano con su clientela de toda la vida, entre la que se encuentran vecinos y amigos.
Una relación que se ha ido fortaleciendo con el paso del tiempo -ayer, en su despedida, se escaparon algunas lagrimitas de las clientas de toda la vida-porque además la tienda abre al público los siete días de la semana. «Siempre deseas que llegue la edad de jubilarte, pero ahora parece que voy a cometer un pecado. Algunos años que nos hemos atrevido a coger diez días de vacaciones (siempre a Gandía), a la vuelta las clientas ya me dicen que me han echado de menos y esos son detalles dignos de agradecer», señala Luis Miguel.
Día tras día, se suceden jornadas de trabajo maratonianas que comienzan a las seis de la mañana con la visita al mercado central donde compra la mercancía, que siguen con la llegada a su establecimiento -Autoservicio Álamo- para preparar los productos y colocar los artículos en las estanterías y que continúan y finalizan cumpliendo el horario de apertura de mañana y tarde, eso sí con la inseparable ayuda de su mujer, Tere de Benito.
Y si él va a echar de menos a sus clientes, éstos no van a ser menos. «Ha sido un tendero ejemplar, de lo mejorcito, porque es una atención personalizada», comenta Blanca de la Torre. Por su parte, Susi Ortiz destaca la «bellísima persona que es, siempre con un trato muy agradable». Otra recuerda el largo historial de las tiendas de la familia: «No pasaba el Duero por Tudela cuando empezaron».
Por si fuera poco, las campañas promocionales de Luis Miguel tampoco pasan desapercibidas entre los vecinos. Dentro y fuera del comercio se han podido leer carteles muy llamativos con leyendas del tipo: 'si no quieres pasar sed, compra bebida donde Miguel' o 'vaya, vaya aquí no hay playa... pero tenemos el melón a 49 céntimos'.
Es el punto de gracia de una persona que se lleva «muy buenos recuerdos porque ha sido algo muy familiar, con mi mujer y mis hijos, Gustavo y Natalia, que se han criado aquí».
Y en el instituto
Luis Miguel habla con nostalgia también sobre la etapa de ocho años en la que vendía bocadillos y bollería durante los recreos en el instituto. «Cada vez que me ven esos jóvenes me recuerdan y siempre tienen palabras bonitas. Han sido todos como mis críos».
Así que el 'chico Lauro' muestra su agradecimiento a su «excepcional clientela por haberme aguantado 44 años. Me voy muy contento porque son unas personas fenomenales», finaliza mientras pesa un melón en la báscula de una tienda en la que comenzó en 1966 con 21 años y que seguirá abierta, ahora en manos de otras personas.
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