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Corral posa en la clínica de fisioterapia en la que aprende los entresijos de la profesión. G. Villamil

El método Corral

El canterano, titulado en Fisioterapia, no cambia su filosofía de vida a pesar del debut con el primer equipo y lanza un consejo a los niños que sueñan con ser profesionales: «Que nunca dejen los estudios»

Juan Ángel Méndez

Lunes, 3 de febrero 2020, 17:39

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Cualquiera en su lugar ya tendría los pies sobre las nubes y la imaginación al galope de las quimeras que han quebrado los delirios de quienes se sintieron estrellas antes de hora. La camiseta blanquivioleta ha visto desfilar demasiados juguetes rotos.

Roberto Corral (Valladolid, 14 de septiembre de 1997) es un tipo sencillo, un futbolista atípico y cercano que redobla la apuesta por cumplir su sueño, pero sin descuidar el contexto, su vida, el futuro que duerme al otro lado del deporte de élite. Y en este entorno, el vallisoletano ya ha dibujado el plan B que ocupará su tiempo cuando el fútbol baje la persiana. Es el método Corral. Al borde de convertirse en centenario con la elástica del Promesas, no solo ha progresado hasta el vestuario de los mayores, sino que ha tenido la constancia y la capacidad de sacrificio suficientes para obtener la titulación de Fisioterapia a curso por año. Ahora, en plena carrera por alcanzar la fase de ascenso y consolidarse en las alturas, todavía saca tiempo para seguir formándose en la clínica de su mentor, Senén Cortegoso, la persona que le inculcó la satisfacción que representa «ver cómo con tus manos y tu conocimiento puedes ayudar a recuperarse a la gente», confiesa.

«Suelo subir muchas tardes a estar con Senén y Miguel Ángel Guzmán. Sigo aprendiendo mucho de ellos. Aunque no ejerza, porque estoy completamente centrado en el fútbol y no tengo tiempo, voy a la clínica siempre que puedo para ver cómo trata a los pacientes, cómo los rehabilita. Esto me permite seguir evolucionando en mis conocimientos, teóricos y prácticos. El fútbol es una lotería y siempre hay que tener otra opción. Ojalá pueda seguir progresando y que me salgan las cosas bien, pero si no es así, porque puede haber cualquier percance, siempre tendré segura la fisioterapia, que es lo que me dará de comer el día de mañana. He estado cuatro años formándome y estudiando, y como voy a estar tiempo sin ejercer por el fútbol, sigo aprendiendo todo lo que puedo en la clínica. Me ayudan muchísimo», matiza Corral, que se deshace en elogios hacia la persona que le inoculó la pasión por su 'otra' profesión. También le debe mucho a su padre, que desde niño le hizo ver la importancia de no abandonar todo por el fútbol.

El canterano lo tiene muy claro. Su prioridad es abrazar el éxito. Lleva trabajando para llegar a la cima desde que marcaba sus primeros goles con la camiseta roja de la UDC Sur, pero sabe que la carretera continúa escarpada. El reciente debut con el primer equipo no le nubla la vista. Ha pisado dos veces el recibidor de la zona noble y de vuelta al felpudo no baja un ápice su compromiso. «Me queda mucho por hacer. Mi sueño no es llegar, sino mantenerme y estar toda mi vida en este club, que es mi casa», reconoce. Mientras escala para cincelar con mimo su futuro, el vallisoletano suma conocimientos y experiencia para que los vaivenes del deporte rey no le dejen en fuera de juego.

«El fútbol es una lotería y hay que tener otra opción. Si algo no sale bien siempre tendré la fisioterapia», afirma

El método Corral demuestra que el fútbol y la formación no son incompatibles. Para él, son dos capítulos tan complementarios como imprescindibles. Cuando un niño se le acerca pidiendo consejos para cumplir el sueño de ser algún día futbolista profesional, el canterano no especula y huye de cualquier consigna deportiva. «Lo primero son los estudios. Yo a los niños no les doy otro consejo. Solo uno. Que nunca dejen los estudios porque el fútbol es muy variable y se lo tienen que tomar como una diversión y un complemento de su formación. Siempre, mens sana in corpore sano. Yo mismo, que lo tengo cerca, no me considero todavía futbolista profesional al 100%», añade.

Con la exigencia que destila su incipiente carrera, el vallisoletano recibió «la mejor noticia» de su vida cuando cruzaba la frontera de la categoría benjamín. Su caso es similar al de Jordi Alba. Comenzó como delantero y ha terminado como lateral izquierdo con recorrido ofensivo. «Hice unas pruebas y cuando me confirmaron que iba a jugar en el alevín de primer año del Valladolid fue como cumplir un sueño. La primera temporada metí 49 goles, pero luego me fueron reubicando hasta que el último año de infantil y primero de cadete ya ocupaba la posición de lateral. Tengo que estar muy agradecido a todos mis entrenadores, sobre todo Chuchi Macón o Paco de la Fuente, que siempre me han ayudado a corregir mi tendencia a irme siempre al ataque. A ellos, y al resto de técnicos con los que he estado, les debo mi evolución», explica el blanquivioleta.

Corral, en acción ante el Real Madrid B. G. Villamil

Roberto Corral lleva el escudo del Real Valladolid tatuado en el alma. «Mi padre me hizo socio con cuatro años y siempre he sentido los colores con mucha pasión. Por eso, poder jugar con el primer equipo para mí es lo máximo», apunta. Vallisoletano de pura cepa, representa una de las últimas joyas de la cantera blanquivioleta. Cuando recuerda su debut no puede ocultar la emoción. «Se te pasan muchas cosas por la cabeza. Todos los sacrificios y el trabajo que has hecho para llegar ahí. Me volaban las piernas. Primero tratas de amoldarte y luego ya te vas soltando. Piensas, estoy aquí, por lo que tanto he luchado, con los jugadores a los que he visto desde niño, y voy a muerte para aprovechar la oportunidad. Es algo muy difícil de describir», recuerda.

«Mi padre me hizo socio con 4 años y siento los colores con mucha pasión. Jugar con el primer equipo es lo máximo»

Humilde como pocos, Corral antepone el club a cualquier otra circunstancia. «Les debo todo. Desde niño te inculcan los valores, sales de la ciudad para defender los colores del equipo de tu vida y te hacen tener un sentimiento de pertenencia increíble. Cuando la gente pone en duda si se sienten los colores o no, yo lo tengo muy claro. Se sienten y mucho».

Mientras el fútbol base se debate entre padres con ínfulas de representante de Ronaldo, entrenadores que estampan contra el vestuario su vieja y rota aspiración de creerse el Zidane que no pierde una final, clubes que solo buscan euros y niños que copian las miserias de los profesionales, reconforta ver a un canterano blanquivioleta que se asoma al primer equipo y es capaz de huir de la euforia para no perder la perspectiva de lo verdaderamente importante. Es el método Corral, la filosofía que los clubes de la ciudad deberían poner como ejemplo de vida para que las jóvenes promesas nunca despeguen sus pies del suelo.

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