Vivir por delegación
«Le reprocharemos a Alcaraz esas ganas de vivir, de ser joven, de no morir en batalla, de robarnos la gloria, nuestra gloria de siervos, de gente que tenemos perdidas todas las batallas, las guerras que ni siquiera podremos luchar»
Mucho me temo que Alcaraz tendrá que enfrentarse a una etapa de impopularidad y reproches. Nos gustan los héroes, necesitamos de los héroes, de aquellos ... que están dispuestos a sacrificar su vida para que nosotros disfrutemos, aunque sea a distancia, de la gloria de los inmortales. Pero dicen que Alcaraz no quiere ser Aquiles. Tal vez, entre bolea y bolea, el de el Palmar haya bien leído a Homero y sepa que todo eso de la inmortalidad son chorradas, que Aquiles nos enseña que es mejor ser el último porquero vivo que reinar en el Hades. Alcaraz, cuentan, no está dispuesto a los sacrificios que exige ser un Nadal, un Federer, un Djokovic… Quiere jugar al tenis y vivir, lo que parece que es incompatible con ser una leyenda. Él, pienso, saldrá ganando con esa decisión; será un deportista de élite y alguien que disfruta de todas las ventajas que la vida le ofrece a alguien joven, millonario y popular. Pero nosotros saldremos perdiendo, nos quedaremos sin los catorce Roland Garros, sin los cinco tours de Indurain, sin las diabluras de Lamin Yamal, los ligues de Julio Iglesias. La gloria, pobres desgraciados, sólo la percibimos a distancia, en grado de compatriota. Yo soy español, español, español… ¿Cómo sería ser argentino si no hubieran existido Maradona y Messi? ¿Y ser español sin el Mundial, sin Iniesta, sin Nadal? Le reprocharemos a Alcaraz esas ganas de vivir, de ser joven, de no morir en batalla, de robarnos la gloria, nuestra gloria de siervos, de gente que tenemos perdidas todas las batallas, las guerras que ni siquiera podremos luchar.
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