Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio San José
Entrasteis para aprender, salís para servir
«Es hora de que nos volvamos a plantear si cumplimos el otro fin de servicio a la comunidad. (...) ¿Habría algún espacio social que ocupar hoy con el fin de enrolar tanto a la Asociación como a sus miembros y de esta forma cumplir con el fin de servicio ligado desde los inicios a la institución?»
Jesús Sanjosé del Campo, s. j.
Viernes, 10 de junio 2022, 00:03
Entrasteis para aprender, salís para servir». Con este lema despidió el Colegio San José a finales de mayo a los integrantes de la 135 promoción que se graduaron este año; con este mismo lema estamos dispuestos a recibir a los antiguos alumnos que se acerquen a celebrar su día, el domingo 12 de junio.
Aprender y servir son dos verbos fuertes que, bien examinados y siempre presentes, pueden ayudarnos a mantener el difícil equilibrio que supone la vida diaria a cualquier edad y en cualquier circunstancia. Mientras estamos vivos, todos los días podemos aprender algo y, en la medida que ponemos lo que hemos aprendido al servicio de los demás, podemos constatar también el progreso de la sociedad y el de cada uno de nosotros.
Mensajes parecidos manejamos año tras año en nuestras reuniones de Antiguos Alumnos. En ellas no se trata sólo de volvernos a ver con los que pasamos una parte de nuestra infancia y juventud aprendiendo juntos, para constatar cómo ha discurrido nuestra vida pasada aquella etapa. De lo que se trata es de verificar la huella que han dejado los aprendizajes de entonces en la vida de hoy. Y una buena medida para hacer esta verificación consiste en valorar la cantidad y la calidad del servicio que cada uno de nosotros ofrece a la sociedad.
La Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio San José nació en 1915 y desde el principio hubo discrepancias entre sus promotores. Como se nos cuenta en la Memoria de la fundación, unos pretendían que fuera un club recreativo y exclusivo en el que los socios se vieran de vez en cuando para festejar el tiempo feliz que vivieron cuando eran niños; otros pretendían que el grupo que estaba a punto de crearse tuviera una dimensión social de servicio. La polémica duró su tiempo, pero los principales promotores, entre los que se encontraban los hermanos Herrera Oria, uno teólogo jesuita y otro abogado del Estado, apostaron por que el segundo fin era irrenunciable y ambos podían compatibilizarse. Así, los primeros Estatutos de 1916, para reforzar la finalidad de servicio, se incluye una cláusula con la posibilidad de crear las entidades necesarias para desarrollarla.
Desde las primeras reuniones de la Junta directiva, el presidente Juan Duro buscó con esfuerzo el equilibrio entre ambos fines, y así, manteniendo el carácter festivo de la reunión anual, buscó una actividad permanente que asegurase el servicio en el día a día. Y no tardó en encontrar una actividad. Ya en 1917, en la publicación en la que se narra la historia de la creación y primeros pasos de la asociación, aparece una entidad ligada a la Asociación que pasó a denominarse Patronato San Pedro Regalado. Esta entidad, dependiente de la Asociación, se erigía con el fin de desarrollar la dimensión de servicio. Su primera actividad consistió en facilitar un ambiente familiar a los antiguos alumnos internos del colegio que se quedaban a estudiar en la Universidad de Valladolid. Surgen una serie de iniciativas tales como la confección de una lista en la que se incluían las pensiones que se recomendaban a los asociados para garantizar las comodidades mínimas que les ayudaran en su estudio: buena comida, habitación decente, ambiente familiar y una garantía moral. Más adelante, la Asociación va dotando al Patronato de medios económicos para desarrollar su actividad, y así habilitan en los locales de la Congregación Mariana una biblioteca, una sala de estudio, un bar y una sala de juegos donde los universitarios pudieran estudiar, divertirse, cumplir con sus obligaciones religiosas y mantener relaciones con sus antiguos compañeros y otros jóvenes.
Pronto aparece la idea de crear una Casa Pensión, con el fin de albergar en un mismo lugar a los que andaban dispersos por diferentes pensiones. Esta idea de la Casa Pensión es el origen de la posterior Residencia Universitaria que, en octubre de 1930 comienza su andadura y que, con el paso del tiempo, dará a luz al actual Colegio Mayor Menéndez Pelayo.
La gestación de la Casa Pensión fue larga, más de trece años, y difícil. Muchos fueron los proyectos detallados que se fueron presentando y aprobando año tras año en las asambleas. Se especulaba en ellos tanto sobre la cantidad de los fondos necesarios para ponerla en marcha, como de la forma de conseguirlos; a veces se afirmaba que no era difícil recabar cuotas obligatorias de los posibles socios protectores, otras se proponía la posibilidad de conseguir avales para pedir préstamos a entidades crediticias. Año tras año, se aprobaba el plan propuesto en la asamblea, pero, una vez que se había disfrutado del día festivo, cuando los socios debían aportar el capital comprometido, no acaban de liberarlo.
Fue necesaria una nueva intervención de los hermanos Herrera Oria para que, gracias a sus contactos, el proyecto acabara llegando a feliz término, con el acomodo de una casa, situada en la plaza de la Universidad, que había sido vivienda de un catedrático.
La Asociación ha sobrevivido hasta la actualidad manteniendo las actividades festivas anuales que celebraremos el próximo domingo día 12 junio, con la recepción y visita al colegio, a partir de las 10:00, la celebración de la eucaristía, a las 11:00 y a las 12:00, José Luis Saborido, ilustrará nuestra convivencia con una charla sobre la conversión de San Ignacio.
Es claro que con este programa se sigue cumpliendo el fin festivo que pretendían nuestros fundadores, pero, pasado el tiempo, es hora de que nos volvamos a plantear si cumplimos el otro fin de servicio a la comunidad. Si la obra de entonces, el Colegio Mayor, creció, se desarrolló y encontró su autonomía, con ello, la Asociación se vació quedándose sin el fin de servicio. Es verdad que el tiempo ha cambiado y que la Asociación ya no tiene que responder hoy a los mismos retos de servicio de entonces; también es verdad, que muchos de nuestros antiguos alumnos realizan su dimensión de servicio y su compromiso personal en la política, en el deporte, en la enseñanza o implicados en actividades de ONG. Pero ¿habría algún espacio social que ocupar hoy con el fin de enrolar tanto a la Asociación como a sus miembros y de esta forma cumplir con el fin de servicio ligado desde los inicios a la institución?
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