

Secciones
Servicios
Destacamos
Una mujer que no se dejaba conocer, un tipo desubicado en plena pandemia y una preadolescente atrapada en una extraña historia familiar. Son los tres protagonistas de las lecturas recomendadas de la semana.
«Los años más felices son los más cortos. Solo nos damos cuenta cuando han pasado» (401)
'Biografía de X'. Catherine Lacey.
Alfaguara. 466 páginas. 22,90 euros.
C. M. Lucca es una periodista, ganadora de un premio Pulitzer por uno de sus reportajes, que abandonó la profesión cuando se casó con X, una polifacética y misteriosa artista que exploró la literatura, la música, la pintura, las artes visuales y la performance. Se codeó con Tom Waits y Jane Fonda, con Bob Dylan y Anjelica Houston. Hasta que a mediados de los años 90 falleció. Un tipo con ganas de capitalizar la fama de X decide escribir una biografía que Lucca no apoya. Cuando la viuda lee aquel libro, no reconoce a su esposa en él. Por eso, inicia una investigación no solo para desmontar lo que considera errores de la biografía, sino también para conocer mejor a la que durante años fue su mujer. Ese trabajo de prospección le conectará con personas que, en el pasado, fueron importantes para X. Desde mujeres con aspiraciones musicales a millonarios con ganas de beberse la noche neoyorquina. Todo este recorrido le servirá a Lucca para descubrir que, en realidad, apenas conoció a su mujer. Y aquí está la clave del libro. Catherine Lacey ha ensamblado un entretenido divertimento que explora los límites de la identidad. Hasta qué punto somos quienes creemos que somos o lo que los demás hacen de nosotros. Hasta qué punto tenemos libertad para construir nuestra identidad. Hasta qué punto somos varias personas a la vez.
El caso de X está llevado al extremo para indagar en estas dudas. En 1945, el sur de Estados Unidos se independizó para crear una dictadura teocrática con ideas de extrema derecha. Allí nace X, pero pronto escapa del país hacia el norte, donde asume diversas identidades. Este juego de personas (con diferentes nombres) le acompañará toda la vida. Esto dificulta la labor rastreadora de Lucca, pero también abre nuevas puertas a lo que X fue y nunca mostró durante su matrimonio y su vida en común (desde sus anteriores parejas a los diversos oficios que a lo largo del tiempo asumió). Tal vez esa parte distópica es lo que menos me ha enganchado, pero disfruto con el armazón de fuentes ideadas por la autora para hacer avanzar la investigación. Libros ficticios, películas apenas vistas, grabaciones y documentales... La impresionante labor de la traductora, Núria Molines Galarza, es vital para gozar aún más de este juego, ya que mete guiños a editoriales y autores españoles (de la rebautizada 'Quinto Piso' a Rodrigo Fresán).
Tal vez la nota inicial donde se dice que todo es ficción habría estado mejor al final del libro, para que el desconcierto fuera todavía mayor. Pero el viaje es estupendo para esos lectores que a menudo se plantean qué conforma nuestra personalidad, cómo la mirada de los otros nos cambia, qué oportunidades nos da la vida para convertirnos en otro, cómo nos condiciona el pasado y lo que pensamos que somos (o lo que los demás piensan que somos), cómo la cercanía con los seres queridos puede nublar nuestro juicio sobre ellos.
Es una lectura muy sabrosa de la que rescatamos algunas frases. «Parece que el ser humano es demasiado complejo para quedarse quieto dentro de un relato» (51). «El problema de conocer a una persona es que el blanco no se queda quieto» (55). «Las circunstancias del nacimiento de alguien no deberían tener peso alguno en su vida (...) Solo se puede entender a una persona a partir de la vida que elija, la gente que elija, las cosas que hace y no las que se le hacen» (58). «¿Solo podemos hacernos una idea clara de la otra personas cuando ya estamos demasiado lejos para tocarnos?» (147) «El precio de tener una identidad es la incapacidad de transformarla» (166). «¿Cómo escapar del confinamiento de ser una persona que permite que el pasado la controle cuando el pasado en sí mismo no existe?» (209). «Con las personas nunca se llega a una conclusión» (397).
«-¿Tú qué prefieres, estar solo o enfermo?
-Yo a gusto. Yo quiero estar a gusto. No sé si eso es sano o enfermo o colocado« (194)
'Mejor que muerto'. Fidel Moreno.
Random House. 344 páginas. 20,90 euros.
A veces, sucede algo que nos anima a pensar que nuestra vida puede cambiar de rumbo, que nada será como lo habíamos planeado, que se abre una puerta a la sorpresa y tal vez haya un hueco para lo inesperado. Julio cree que está a punto de asomarse a una oportunidad así. Tiene 41 años. Ha trabajado como cantante de cruceros, dependiente de la FNAC y ahora tiene que echar una mano a su suegro en la empresa de reformas mientras el mundo entero se acerca a la pandemia del coronavirus. Julio vive con Casilda, su mujer. Intentan sin éxito tener hijos. Es el presidente de una comunidad con varios pisos de okupados, uno de ellos por Sara, una joven que trapichea con droga y que engatusará a Julio. Mantienen una relación furtiva mientras el protagonista coquetea con un mundo de drogas que le parece brindar una vida diferente. Se da a la heroína por un lado y se entrega a un fármaco contra la disfunción eréctil para, entre otras cosas, preparar un artículo que le encarga su amigo Carlos. La novela, así resumida, parece un poco loca. De hecho, uno no sabe muy bien hacia dónde avanza, pero no puede dejar de pasar páginas.
Moreno ha construido un universo en el que parece que nada interesante sucede, pero que te atrapa cada vez más. Con un sentido del humor omnipresente. Con una dosis potente de sexo, drogas y más que rock and roll, versiones del 'Como una ola' de Rocío Jurado. Elegir el confinamiento y la primera desescalada como escenario temporal es una decisión muy potente para colocar a sus personajes. Porque también la pandemia fue ese momento en el que no se sabía muy bien qué sería de nuestras vidas ni cómo saldríamos de aquella. Tal vez fuéramos diferentes (saldremos mejores, era el lema), aunque bien sabemos cómo luego todo eso terminó.
Dividida en grandes bloques (la vida distraída, la vida múltiple, la vida heroica, la vida en marcha, la vida sigue igual), 'Mejor que muerto' sigue a Julio por ese camino que podría ser de liberación o autodestrucción (y el lector sufre ante cada uno de sus torpes pasos). En una vida que parece planificada (y reglada por imposiciones sociales, 173) puede haber un espacio para las «vidas múltiples» (113) o para salirse del carril de lo que se espera de uno (265). La okupación, la especulación inmobiliaria, el consumo de drogas, las infidelidades y los líos de comunidad de vecinos están presentes en esta novela escrita con un enorme sentido del humor, donde la sonrisa se asoma en muchas páginas y que, con una historia cotidiana, consigue atraparte hasta el fantástico giro final.
«¿Qué es un accidente y quién decide que un hecho es sorpresivo o, al contrario, una consecuencia de acciones anteriores?» (163)
'Los hechos de Kay Biscayne'. Xita Rubert.
Anagrama. 18,90 euros.
Hay algo magnético en esta novela. Hay un eco sórdido, una amenaza, una corriente podrida y subterránea por debajo de lo que parece un escenario idílico de cartón piedra. «La luz permea, recubre las cosa de un color que no es el suyo. Lo que ciega es la luz, no la oscuridad» (137). La narradora recupera un episodio de su niñez, cuando su padre, un profesor ya septuagenario, decide abandonar Boston, la ciudad en la que vivían, por Miami. Allí se va este tipo (halagador, excéntrico, embaucador) con sus dos hijos, la narradora (12 años) y su hermano mayor, también un adolescente. La madre, una escritora de obras de teatro, vive en España y le recuerda a su ex que con ese traslado a Florida está incumpliendo los acuerdos de la custodia. Esas charlas entre los progenitores (espiadas y luego reproducidas por la hija-narradora) son tensas y vibrantes. El caso es que van a vivir una isla de Miami donde todo parece lujo, celofán. Pero debajo, hay asuntos turbios: negocietes, clanes, una pistola que el padre guarda en una caja de zapatos y fotos sórdidas en portales de Internet.
«Lo familiar es más sospechoso que lo desconocido» (110). «Que alguien esté esaparado no significa que sea inofensivo» (72). «Lo que creemos nos protege. Lo que sabemos nos deja a la deriva» (21). La novela invita a caminar por un fino alambre en el que, a través de la mirada de la niña, no sabemos muy bien qué ocurre, qué está sucediendo, aunque está claro que nada es como parece y que, en aquello que creemos seguro y cotidiano, también está el horror, lo que puede condicionar nuestra vida para siempre. «Que algo esté a la vista no significa que sea transparente» (133). Y personas cercanas, amigos, pueden ocultar multitud de secretos. Más allá de las peripecias y la trama, lo relevante de esta novela es esa permenente sensación de desasosiego, la inminencia de que algo está a punto de suceder, de que nada es seguro cuando no hay esfuerzo alguno porque exista esa seguridad. «Quizá la pregunta no es si los hijos llegan a conocer, algún día, a sus padres, sino si los padres llegan, a algún día, a imaginarse lo que perciben y guardan para siempre sus hijos» (32).
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.