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Enrique de la Ossa, Manuel de la Ossa y José Antonio Pérez posan en las instalaciones de Michelin./ Henar Sastre
EMPRESAS

Michelin celebra cuatro décadas de evolución y conexión con Valladolid

José Antonio Pérez está en la fábrica desde el comienzo, y Manuel y Enrique, padre e hijo, comparten trabajo

CARMEN DURÁNTEZ

Domingo, 16 de junio 2013, 15:05

En abril de 1972 Valladolid veía cómo en los terrenos conocidos como El Cabildo se iniciaban unas obras para dar cabida a lo que posteriormente sería la fábrica de Michelin. Algo más de un año después, la factoría abría sus puertas y, entre otros, las atravesaba para comenzar a trabajar el padre de José Antonio Pérez, que pocos meses más tarde veía en un puesto dentro de la misma fábrica una opción para que su hijo comenzara a trabajar con tan solo quince años. Se podría decir que fue su particular regalo, pues, tal y como explica José Antonio, empezó a trabajar el 15 de octubre «y el 16 cumplía años». Desde ese 15 de octubre de 1973 hasta este 2013 presente José Antonio ha continuado como trabajador de una fábrica de la que al hablar cambia la primera persona del singular por la del plural: «Hemos crecido».

Y es que si la factoría conmemora este año su cumpleaños, bajo el lema 40 años Michelin con Valladolid muestra de los fuertes nexos que unen a la empresa y a la ciudad, son varios los empleados que, como José Antonio, celebran con ella la misma cantidad de tiempo dedicados al trabajo de los neumáticos.

Un trabajo que, igual que la fábrica, ha ido transformándose. Aunque la mayor parte de su vida laboral en Michelin la ha desarrollado en las oficinas técnicas y de estudios, José Antonio comenzó trabajando como cartero. «Repartía los mensajes y distribuía el correo interno dentro de lo que es la propia fábrica», explica. Una tarea mediante la que hoy en día no podría enrolarse en la factoría y es que «todo ese correo que antes era manual ahora es electrónico y no es necesario que haya nadie pendiente de distribuir cartas». Eso sí, si hubiera entrado en otro puesto se habría ahorrado algún quebradero de cabeza.

«Cada uno de los departamentos en los que está distribuida la organización de la empresa tiene una nomenclatura con unas iniciales y yo recuerdo que las primeras noches mi cabeza era como una sopa de letras auténtica, dando vueltas e intentando recordar cuál era cada uno», relata entre risas.

Llegado desde Cuenca

En el caso de Manuel de la Ossa, que por aquel entonces vivía en la localidad conquense de Tarancón, fue su hermano el encargado de hacerle llegar esta oportunidad. «Mi hermano vio un anuncio en el periódico y me lo mandó. Vine, hice la prueba y, pese a no tener hecha la mili por ser hijo de viuda, no me pusieron ninguna pega y entré», explica.

Comenzó ocupando un puesto en el departamento de mantenimiento y a lo largo de su carrera en la fábrica de neumáticos fue pasando por diferentes talleres. Aunque, igual que en el caso de las cartas que repartía José Antonio, Manuel no podría volver al puesto en el que ocupó la mayor parte de sus años en Michelin, pues la fabricación de moldes ya está extinguida en Valladolid.

Años después, ya en 2002, Manuel repitió la historia que anteriormente el padre de José Antonio había protagonizado. Al comprobar que había una posibilidad laboral en Michelin, no dudó en animar a su hijo Enrique a que tratara de obtenerla. «Yo conocía la empresa y su manera de trabajar, cómo trata a la gente, así que cuando tuvimos una oportunidad la aprovechamos», señala este empleado, que tras 38 años en la factoría se jubiló en 2011.

Así, con los consejos de «ser responsable y formal» que había recibido de la voz de la experiencia que ya era su padre, Enrique también inició, hace once años, su carrera en Michelin.

Aunque su trayectoria en la fábrica es más corta que la de Manuel o la de José Antonio, cuando estos tres trabajadores se reúnen en la exposición que la factoría vallisoletana ha organizado con motivo de su cuarenta aniversario, Enrique también reconoce algunas de las herramientas de trabajo allí expuestas. «Con este registrador también he trabajado yo... y mira ese cuchillo, qué de años tendrá», le comenta a su padre.

Y si algo no conoce de primera mano es probable que sí sepa de lo que se trata, ya se habrán encargado los veteranos del equipo de transmitírselo. «Si alguien dice algo porque una rueda pesa, el mayor del lugar siempre dice: Eso no es nada, ¡tendrías que haber cogido la americana!», cuenta Enrique en referencia a uno de los neumáticos que se encuentran en la muestra.

«Una evolución tremenda»

Porque si en algo están de acuerdo todos ellos es en la gran transformación que ha vivido la forma de trabajo de esta fábrica, referente en la industria vallisoletana.

«En cuarenta años esto ha cambiado muchísimo», asegura José Antonio. En su caso, tras ocupar el puesto de cartero comenzó a reproducir planos. «Empecé dibujando en un tablero con lapicera y rotulador y ahora ya se hace todo en ordenador y en 3D, cada temporada iban apareciendo nuevos retos, nuevas tecnologías y nos íbamos adaptando poco a poco».

Pero, una vez adaptado ¿sería capaz de volver a trabajar con los métodos tradicionales?. «Si no quedara más remedio, habría que hacerlo, pero no quisiera. Cuesta más volver atrás que el paso adelante y yo creo que me volvería loco intentando hacer tan rápido como lo hace el ordenador lo que mi cabeza está pensando», afirma. Quién sabe, incluso puede que volvieran esas pesadillas nocturnas de sopas de letras.

«Sobre todo a nivel tecnológico ha habido una evolución tremenda», no duda en afirmar también Manuel. «Ves cómo se trabajaba antes y cómo se trabaja ahora y no tiene punto de comparación, pero la mejora tecnológica hace que aumente la calidad».

Y aunque este cambio, tal y como valora José Antonio, produce una cierta «añoranza», es un sentimiento que se vive con un tinte alegre. «No soy de las personas que piensan que el tiempo pasado fue mejor. Hemos aprendido, ahora sabemos más cosas y tenemos más capacidades y por tanto la añoranza es relativa, es un poco más la añoranza que podamos tener de la niñez, recuerdos de amigos, de acciones y hechos».

Amigos que, prácticamente igual que la fábrica, se han visto evolucionar tras 40 años de vivencias. «Se crea un ambiente familiar, tienes afinidades con unos y con otros y, aparte de compañeros, haces amigos con los que compartes viajes, comidas, aficiones y ya no solo tienes una relación con ellos dentro del trabajo, sino que se amplía y continúa fuera», destaca José Antonio.

Los tres trabajadores celebran el 40 cumpleaños de la fábrica de Michelin con alegría; tal y como cuentan, tienen motivos. Y por eso entonan el y que cumplas muchos más, José Antonio, con la convicción de que continuará hasta que llegue el momento de su jubilación; Manuel, deseando que «siga, como mínimo hasta los cincuenta», y Enrique, pensando en seguir la tradición familiar.

¿Le gustaría que sus hijos trabajaran también en Michelin?

Por la experiencia de mi padre y la mía no me disgustaría que empezaran aquí a trabajar.

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