
A. CORBILLÓN
Domingo, 15 de noviembre 2009, 02:17
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Medio siglo de terror del bueno. De ese que se masca detrás de la niebla o agazapado en un bosque de sombras. Como los buenos directores que diferencian el erotismo de la pornografía, Ladislao Vajda creó escuela en eso de filmar el miedo, antes de que el colorín de los efectos especiales y la casquería a borbotones contaminaran el género hasta traspasar la raya del 'gore' morboso.
Nacido húngaro (Budapest, 1906), Vajda fue un trota países del cine. Huyendo del tumulto bélico, se colocó tras la cámara en ocho países hasta recalar en España, donde desarrolló la mayor parte de su carrera. Y aquí rodó veinte de sus 36 películas. No fue el caso de 'El cebo', que se publicitó como producción patria cuando de español sólo tenía el expediente administrativo. El realizador magiar dirigió la cinta en Suiza en 1958, en la etapa final de su carrera (murió en 1965). Fue una coproducción suizo-germana-española en la que se inspiró en un guión del dramaturgo Friedrich Dürrenmatt, aunque con profundos giros argumentales.
La película pudo verse en la retrospectiva que la Semana Internacional de Cine de Valladolid le dedicó al director en 1997.
Cuando se estrenó la película, Tomás García Yebra tenía dos años. Pero no es de extrañar el impacto de su miedo dosificado en miles de infantes. Los primeros años sesenta todavía eran tiempos del hombre del saco, el maligno en versión nacional que se llevaba a los niños malos.
A todos se les quedaría grabada la figura del protagonista, el falso culpable, personificado en el buhonero Jacquier (el actor Michel Simon), que descubre el cadáver de la niña asesinada y acaba 'comiéndose' el crimen para tranquilizar al populacho. Porque, cuando hay un crimen, siempre hace falta buscar a un criminal. Pero los verdaderos protagonistas fueron el comisario Matthäi (Heinz Rühmann), el diligente policía al que no le encajan las piezas y convierte la resolución del caso en una forma de vida; y el auténtico asesino Gert Fröbe (Alfred Schrott).
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La película se estrenó en España en 1959 y su versión original se vio acortada en diez minutos, quedando en 90. En este caso no fue la censura, que fue sorteada con apenas ligeros maquillajes en el guión (el término 'delitos sexuales' se sustituyó por 'antecedentes inmorales').
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