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LA COCINA DEL SIGLO DE ORO

Beber en el siglo de oro

JULIO VALLES

Miércoles, 30 de abril 2008, 02:44

EN torno a la bebida se centran muchas de las vivencias de la población durante la Edad Moderna. La importancia del vino era capital; su uso y abuso ocupaban la atención de cuantos observaban las actitudes de los españoles en la época citada. En el caso de la embriaguez no sólo era reprobable en general sino que, como señala alguno de los viajeros ilustres que nos visitaban, era un asunto hacia el que la población estaba muy sensibilizada y alguno cita que un vehemente ciudadano se podía batir a muerte si era llamado borracho o se dudaba de su temperancia en el beber.

Con todo, el consumo de vino era muy alto y algunas estadísticas lo sitúan a mediados del siglo XVI en torno a los seis cántaros anuales por habitante y año, estadística muy poco expresiva que no refleja quizás los verdaderos datos, ya que este consumo, como es de entender, variaba mucho con las épocas del año, con la situación geográfica de las diferentes ciudades y con el nivel de vida de la población.

A comienzos del siglo XVII, los madrileños bebían 200 litros de vino (más de 12 cantaros) por persona y año, que en 1630 había descendido a 165 y en 1685 se había reducido algo el consumo. En la 'Historia de Valladolid', de Antolinez de Burgos, se cuenta que en el incendio del día de San Mateo de 1561 quedaron asoladas 440 casas y había en ellas 60 bodegas con mas de 1000 moyos de vino (unos 256.000 litros, es decir mas de 341.000 botellas de 3/4 de litro), teniendo en cuenta que la ciudad no llegaba entonces a los 30.000 habitantes y que la zona del incendio fue pequeña en relación al total de la población, es notable la gran cantidad de vino que existía y que generalmente debía consumirse en breve tiempo pues en estas bodegas no podía durar más de un año en buenas condiciones.

En muchos casos el vino, sólo o aguado, era un complemento calórico para la pobre alimentación de las clases bajas, la novela picaresca como reflejo de la vida en los bajos estratos de población lo ilustra repetidamente y un ejemplo nos lo da Lazarillo de Manzanares cuyo primer alimento fueron las sopas de vino. Esta importancia en la alimentación tenía un paralelismo evidente con las costumbres de amplias regiones de Centro-Europa, aunque en este caso con la cerveza como protagonista.

El vino, de inferior calidad alimenticia que la cerveza, era de uso más tradicional en la Península como región mediterránea. La cerveza, durante los siglos XVI y XVII tiene poco desarrollo en las regiones peninsulares, siendo el Emperador Carlos, los embajadores extranjeros y Felipe II quienes fomentan su introducción en España y será mucho más tarde del periodo que aquí tratamos, cuando se popularice su consumo, aunque en el siglo XVII ya existían en Madrid algunas fábricas de la dorada bebida.

Purificador de humores

Y hablando de beber, no sólo el vino gozaba del aprecio popular, ya que existían todo tipo de limonadas y bebidas preparadas bien a base de vino, agua, especias, miel, azúcar, nieve y otros aditamentos, o bien otros licores espirituosos. Un repaso de los impuestos de la época sobre el vino y sus derivados da una idea aproximada de la importancia que éste tenía para la economía y el desarrollo urbano y agrícola.

El vino no siempre se consumía solo, pues frecuentemente se mezclaba con agua y esta circunstancia la encontramos ampliamente reflejada en un libro escrito en el siglo XVII por el doctor Jerónimo Pardo, catedrático de la Universidad de Valladolid, llamado 'Tratado del vino aguado y del agua envinada', donde se describe minuciosamente en la proporción en que se han de juntar el vino, y el agua para que se mezclen, empezando por las recomendaciones de Hipócrates que eran de mezclar a partes iguales, incluso para algunas recetas como la de hazer un fomento para purgar, y limpiar el útero; otros prefieren tres partes de agua por una de vino y, finalmente, la más aguada consistía en mezclar cuatro partes de agua y una de vino. La polémica surgía, porque con ciertas cantidades de agua casi desaparecía el sabor del vino, lo que naturalmente no gustaba, y esto sucedía a partir de dos partes de vino con una de agua.

Siguiendo al propio doctor Pardo en sus definiciones y estudios sobre el vino imputa a Plutarco, Macrobio y otros autores antiguos la comparación de éste con la leche en su aspecto nutritivo: ...atendiendo al sumo provecho del vino, le llaman leche, como si sin él nadie se pudiera criar, y otros según refiere Antonio Gazio le llaman leche de viejos.

También el sexo era determinante para su uso según el mismo doctor, quien calificaba a las mujeres de ser más extremadas en todo a la vez que reconoce necesitan menos «atemperación» que los hombres, opinión que se enmarca en la malísima opinión que se tenía de los borrachos y sobre todo las mujeres borrachas. Las mismas consideraciones se hacían sobre la edad de los bebedores, recomendando a los muchachos que bebieran más vino aguado.

En todo caso el vino era considerado como purificador de los humores, nutrir con celeridad, engendrar sangre saludable, criar buenos colores, ayudar a la cocción en los estómagos flacos, ahuyentar el dolor y la tristeza, ser consuelo de la senectud, leche de los viejos, medicamento, antídoto y triaca contra todo veneno; también causa de sueño a los que están faltos de él, hace a los hombres valientes fuertes y atrevidos y prueba cuáles son los buenos y malos ingenios.

Nada podía tener mejores propiedades, excepto el agua, que igualmente tenía una importancia vital, como sostiene Pardo, cuando afirma que el agua no es más que la preposición a y el relativo gua; que es lo mismo que decir: «cosa de donde todas se originan». Asegura también que la causa de la larga vida de los antiguos era el agua, «antes de haberse inventado el vino» y siguiendo las enseñanzas del célebre doctor Vallés, dice que el agua es muy necesaria para la salud, extingue el calor preternatural, modera la sequedad morbosa, reprime los vapores que suben a la cabeza y hace que los humores se conserven en paz.

En fin la bebida era como hoy fuente de vida.

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