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A. C.
Domingo, 16 de marzo 2008, 01:59
En la India creen que todos tenemos marcado de antemano el número de veces que vamos a respirar antes de morir. Parece una forma de destino. Por eso, los hindúes aprenden sus 'pranayama' (control de la respiración') hasta convertirla en un compás inaudible. «Quien controla la respiración controla la mente». Es la primera lección de Jairo Vergara, un actor colombiano que viajó al sur de la India (Kerala), para aprender el teatralo del katacali. Y se encontró con que también era una de las cunas de la cultura ayurveda. «Estudié a través de la tradición siendo siervo de un maestro -explica Jairo-. No me interesa tanto la parte académica como la empírica». Un maestro que le pidió primero que «dominara el kalarippayatt (artes marciales hindúes, las más antiguas del mundo), es decir los puntos claves del cuerpo, antes de avanzar en el conocimiento ayurvédico». Vergara, será el ponente del curso que se desarrollará en la Casa de la India del 28 al 30 de marzo.
Después de casi 15 años recorriendo el país de norte a sur para ampliar sus técnicas, insiste en que «cuanto más te metes, más te das cuenta de lo poco que sabes». Por eso reclama ética, para unas prácticas que se han puesto de moda incluso en la India. «Se han creado grandes centros de formación y hospitales en Kerala (sur de la India) donde van los ricos y los occidentales a hacerse tratamientos».
Jairo Vergara recorrió los montes, aprendió a respetar la naturaleza y a «pedirle permiso» para tomar sus hierbas, cocerlas, mezclarlas y hacer las cremas ayurvédicas. Las ramificaciones de esta forma de tratar todo lo humano son casi infinitas, por lo que el avance del conocimiento «debe basarse en la modestia». Por eso, entender las claves es otra cosa distinta a las prisas o el 'kit' de bienestar rápido que se estila por occidente. «El ser humano es el único que rompe con todas las armonías, que no se respeta a sí mismo. Y la naturaleza se cobra su precio», reflexiona este hombre que envuelve la conversación de miradas pausadas y un soniquete de palabras que nunca se atropellan. No tiene muy claro que por estos lares se entienda que «lo que te da el ayurveda es una cierta mirada interior, frente a un mundo que te tiraniza y sólo te pide producir y consumir».
Vergara insiste en que la clave de esta cultura es «determinar los desequilibrios biológicos» de cada uno y duda de los expertos 'de oído' occidentales que se declaran educadores sin conocer ni lo más básico. Apela a «la ética de cada cual para saber lo que hace». Y pone como ejemplo, el papel de los masajes (su curso finalizará con un clase práctica). «El masaje ayurvédico no es relajante (que es como se 'vende' en Europa) sino para fortalecer y rejuvenecer. Si tienen que 'meterte' el pie (hacerte daño) lo hacen», advierte. En breve volverá a India para aprender a controlar el puso sanguíneo, un paso más en un conocimiento que «nunca se acaba».
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