Teatro mágico

Colorista, elegante y cuidadosamente teatral. Así fue el espectáculo propuesto por el dúo argentino Brando y Silvana en la segunda jornada del Festival de Magia de Caja Segovia, la última antes de la sesión infantil que cerró ayer con el mago Dalvi el ciclo. Alejados de los grandes efectos, estos dos actores se decantan por la lírica de lo inexplicable y por la filosofía de los pequeños detalles. No hay humos ni nieblas en las tablas, ni cuchillas que corten cabezas que luego vuelven a su sitio. Los suyos son prodigios breves, fugaces.

Se presentan como una pareja cómica propia de las películas de cine mudo, demostrando otra habilidad añadida: la de la mímica, práctica que junto a pequeños juegos de malabares no es abandonada en ningún momento de la representación. Así que la mezcla de magia y humor, de teatro e ilusión, es lo que define la propuesta de Brando y Silvana.

Por lo que se vio, una de las especialidades de la pareja son las predicciones de naipes. Las hubo para todos los gustos y de todos los tonos posibles: se adivinaban cartas que luego aparecían en el interior de un limón, figuras imaginarias de un mazo imaginario, naipes singulares en barajas con todas las piezas iguales...

En la última parte de la función, Brando y Silvana pusieron en escena su número más conocido, una pieza encantadora titulada 'El tahúr y la florista' que les ha abierto la puerta de los festivales más populares de todo el mundo.

Con una estética propia de las primeras décadas del siglo pasado, estos dos personajes sin rumbo, un trilero habilísimo y una pícara vendedora de flores, se enzarzan en una cadena de trucos suaves y cuidados que componen una escena muy poética.

El broche final es un presuroso, casi instantáneo, cambio de vestuario obligado por la cercanía de los agentes de seguridad. La transformación se ejecuta tan rápido que resulta imprescindible admitir que la magia existe más allá de la técnica.