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EDUARDO RODRÍGUEZ
Martes, 11 de septiembre 2007, 03:59
Del tedio más absoluto al drama, de la sonrisa de un tendido que asistía una vez más a un pobre espectáculo en la Feria de Laguna de Duero al gran susto. El momento dejó al público sin aliento y al callejón enmudecido. La cogida de Leonardo Palacios, perteneciente a la cuadrilla del sevillano Mario Diéguez, fue tan espectacular que subalternos y matadores se quedaron paralizados por momentos, aunque reaccionaron y afortunadamente todo quedó en un susto. La fiesta tiene estas cosas. A Leonardo Palacios no le correpondía el par de banderillas que le costó algo más que un disgusto, pero viendo la incapacidad de los banderilleros de oficio, que lo intentaron sin éxito hasta en seis ocasiones, decidió ofrecerse para tratar de acallar las protestas de los tendidos por lo dantesco del espectáculo. Mal trago pasó el voluntarioso subalterno la primera vez que lo intentó. Y a la segunda, el número veinte se lo llevó por delante. El pitón derecho le rozó la axila y llegó al cuello. Después recibió la embestida ya en el suelo y todo el mundo echó a temblar. Parecía lo peor, máxime cuando una vez que lograron levantarle desprendía sangre del cuello y se llevaba la mano a la zona afectada.
Tensión en la plaza
Momentos de tensión se vivieron posteriormente en la enfermería de la plaza, a la que Leonardo entró gritando el nombre de su hija Sara. Sus compañeros salían con lágrimas en los ojos, hasta que pocos minutos después los médicos confirmaban que la herida era superficial y que, aunque la tragedia pudo cernirse sobre el coso lagunero, finalmente todo quedó en un gran susto. Su traslado al Clínico Universirario de Valladolid se produjo por precaución.
A partir de ese momento, el estado del subalterno se convirtió en recurso de diálogo para los tendidos, cansados de ver cómo salían del toril novillos bien presentados, con posibilidades de ofrecer una grata lidia, y que terminaban agujereados y tumbados a trapazo limpio.
Tan sólo se puede indicar en el 'haber' de los novilleros su voluntad por intentar hacer las cosas bien, aunque evidentemente no les salieron. El 'debe' sería tan extenso que no habría papel suficiente. Para colmo, el presidente regaló una oreja a Francisco José Romera en el cuarto de la tarde. Demasiada generosidad para tan poco lucimiento. Será por aquello de animar a quienes están llamados a ser figuras del toreo, aunque el examen de septiembre lo suspendieron.
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