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VÍCTOR M. VELA
Lunes, 6 de septiembre 2010, 11:49
Marta Rodríguez -arquitecta técnica, «aunque todavía sigo estudiando»- comenzó a dar pedales hace trece años. «O quizá 14». Cogía la bici y no la soltaba hasta llegar a La Cistérniga, su ruta habitual durante los fines de semana «porque era el camino más seguro» para pedalear. Por la ciudad se atrevía menos: «Me daba miedo porque me veía muy frágil». Ahora ya no. La etapa de los temores y el manillar inquieto pasó. «Al final no es tan peligroso como pensaba», asegura. Hoy utiliza la bici para ir de casa a clase, para hacer alguna compra, para acercarse al bar y tomar algo con los amigos o para adentrarse en el cogollo de la ciudad. «Me gusta ir al centro en bicicleta», asegura rotunda. Y en las manos sujeta una fotografía que lo demuestra. En la imagen está ella, Marta, sentada en la verde franja de hierba de Portugalete, con La Antigua al fondo, la bici a sus pies y un amigo ciclista que pedalea por la zona.
Esta estampa es la ganadora del concurso de fotografías organizado por la Asamblea Ciclista y en el que han participado una veintena de personas con cerca de 30 imágenes. La de Marta, la vencedora, es sólo una de ellas y todas juntas podrán verse durante los próximos meses en varios bares de la capital (este mes en Casa Babylon, en octubre en Pasarela y El Perro Verde) y en diciembre en el Espacio Joven.
Una exposición con la que sus organizadores quieren que Valladolid también se monte en bici a través de la fotografía. «Es una manera más de fomentar su uso en nuestra ciudad», explica Bea Esteban, una de las promotoras del concurso y de la muestra. Esteban recuerda que el protagonismo de las fotografías debía recaer en las bicicletas y en su deambular cotidiano por la ciudad. «No nos interesaba tanto la vertiente deportiva o de activismo como su lado más cotidiano», explica. De ahí, por ejemplo, que las imágenes que han participado en el concurso enfoquen un par de ciclos aparcados cerca del Calderón, dos bicis en ruta por Cadenas de San Gregorio, un par de ruedas en Las Norias o dos ciclistas que se besan ya fuera del sillín. No falta el matrimonio de la bici con emblemas de la ciudad, como el Pisuerga o la Seminci. El paseo coqueto de una bicicleta por la alfombra roja de la Semana Internacional de Cine fue la escena elegida por Bea para participar en el concurso, «porque no hay complemento más elegante que una bicicleta», asegura. Ella lo usa desde hace cinco años. «Ya conocía a mucha gente que iba en bici, pero yo no me atrevía a utilizarla», confiesa Bea, quien le pidió a una amiga que los tres primeros días le acompañara camino de la facultad. «En seguida te das cuenta de que no es tan difícil ni tan peligroso, que basta con seguir una pequeñas reglas de seguridad».
Pues a ver esas reglas: «Por ejemplo, hay que evitar las calles que tienen mucho tráfico e intentar ir por el centro del carril (al fin y al cabo somos un vehículo más). Tampoco hay que olvidarse de llevar luz y reflectantes», recomienda.
Chalecos y seguridad
Reflectantes como el chaleco naranja que se enfunda Concha Rodero cada vez que le quiere dar a los pedales. El día en el que se mudó a vivir a Villa del Prado tuvo que decidir cómo acercarse hasta su lugar de trabajo en el polígono de Argales. «Estuve mirando el autobús, el coche (que era muy caro) y al final me decidí por la bicicleta, aunque al principio ni siquiera sabía usar los piñones y la cuesta de Daniel del Olmo me daba un poco de reparo». Pero, ni un solo problema. Ni siquiera los días de lluvia: «Hay chubasqueros y guardabarros ideales y, además, en Valladolid tampoco llueve tanto», asegura Concha, quien ha participado en el certamen fotográfico con la 'bici republicana', una imagen de su ciclo sobre una bandera tricolor.
María Sánchez, licenciada en Derecho, monitora y auxiliar administrativa, se estrenó en el mundo de la bici hace cinco años. Su ruta cotidiana le llevaba desde la Universidad hasta casa. Fue así como descubrió un transporte «cómodo, ecológico, económico e ideal para una ciudad como Valladolid, en su mayor parte llana y sin cuestas». «El problema -añade- es que todavía no se ve la bicicleta como un medio de transporte, sino como una alternativa de ocio, por lo que no se ha apostado por una red de carriles bici seria y cohesionada», asegura Sánchez, quien apuesta por «aminorar el tráfico a motor, cerrando ciertas zonas si es necesario» y por «revisar las políticas de educación vial, que se centran en el coche y el peatón y prestan muy poca atención a los ciclistas, que también tenemos nuestros derechos y obligaciones», afirma. La foto de María Sánchez es reivindicativa. «Son dos bicis aparcadas y me sirven para poner el foco en las dificultades que tenemos para dejar las bicis en la ciudad, porque no sabes muy bien dónde hacerlo». (A María le han robado su bici y ahora se mueve con una que le han alquilado en Asamblea Ciclista).
Marcelo Jolín, un veterano a los pedales, con más de 13 años de kilómetros en sus piernas, incide en los problemas que hay a la hora de aparcar. «Es verdad que hay zonas que parecen reservadas para que aparquen las bicicletas, como en la plaza de la Universidad, pero como no hay una señal vertical que lo indique pues entonces también las usan, por ejemplo, las motos».
La foto con la que Marcelo ha participado en el concurso está tomada en la pasarela del Museo de la Ciencia, aunque también captó imágenes en el nuevo parque de Enertec «para demostrar que con la bici puedes descubrir nuevos espacios de la ciudad». «Las calles no son peligrosas, lo son algunos conductores que circulan por ellas. Afortunadamente, cada vez son menos los que nos consideran como un elemento que estorba, aunque todavía hay quien nos ve como el joven y pobre estudiante que va en bici porque no se puede pagar un coche», explica Marcelo Jolín quien sí, tiene coche y, para colmo, es ingeniero de Motores en Renault. Eso sí, para los desplazamientos cotidianos, él prefiere la bici y es éste el medio de transporte que intenta inculcar en sus hijos, Irina y Luca, que aprendieron a dar pedales casi al mismo tiempo que a gatear.
Ellos son el ejemplo del prometedor futuro de las dos ruedas en Valladolid.
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