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Noddesbo y Virán Morros sujetan a Gonzalo Porras. :: Miguel Á. Santos
Cuatro rayas 15-31 barcelona

Una derrota con buen sabor

El Cuatro Rayas opuso orgullo y lucha frente a la abrumadora superioridad azulgrana

MIGUEL ÁNGEL PINDADO

Jueves, 22 de noviembre 2012, 11:03

Era una derrota anunciada y quizás por eso mismo el marcador era lo de menos. La cuestión era comprobar el espíritu de la plantilla, su capacidad de lucha, sus ganas de agradar, su orgullo. El Cuatro Rayas tenía que demostrar ante todo un Barcelona que es un equipo, que su situación en la tabla no se corresponde con su ilusión, su calidad y sobre todo con su trabajo día a día en los entrenamientos. Y_ahí, el equipo salió brillantemente triunfador. La afición así se lo reconoció con cánticos, aplausos y un apoyo constante.

No era el día de mirar al electrónico porque estaba claro que al final iba a tener color azulgrana. Era el día de comprobar que el Cuatro Rayas está vivo, tiene fuerzas para lograr su objetivo de sobrevivir en la Liga Asobal y que sus hombres están dispuestos a dejarse la piel por defender la camiseta amarilla y morada. Y ahí los chicos de Pastor dieron el do de pecho. Se batieron el cobre contra unos gigantes que les hacían salir rebotados en cada intento de penetración, pero inasequibles al desaliento, los chavales volvían de nuevo a la batalla, a percutir contra las bestias defensivas catalanas.

La diferencia entre ambos conjunto era abismal. El Barcelona llegó a Huerta del Rey invicto, tanto en Liga como en competición europea. Su plantilla es un compendio de los mejores jugadores del mundo y además esta temporada se ha reforzado con los mejores jugadores de los clubes que le siguieron en la Liga la temporada pasada (Sterbik, Montoro y Gurbindo). Su defensa es impenetrable, su ataque es letal, su juego variado, su ritmo infernal.

Y frente a este ogro del balonmano mundial un equipo con chavales recién llegados a la elite, que tan solo habían visto a las estrellas azulgranas desde la grada o la televisión. A buen seguro que Pastor y los veteranos Fernando o Ávila habían avisado a sus compañeros de lo que se les venía encima. Y_una cosa es predicar y otra recibir el bloqueo de Rutenka, un agarrón de Sorhaindo, un empujón de Noddesbo, un misil del gigante (211 cm) Montoro o la finta de Raúl Entrerríos o Dani Sarmiento. Y por si esto no fuera poco, el cansino Sterbik para estropear con sus paradas las ilusiones de los jugadores de Pastor.

Todo estaba en contra salvo la afición de Huerta del Rey. Y esto son palabras mayores. La grada era perfectamente consciente de que el Barcelona ya tenía los dos puntos en el bolsillo antes de bajarse del avión. Y también la plantilla de Pastor sabía que hoy por hoy, no tienen capacidad para aguantar a un equipo tan poderoso. Y sin duda fue este sentimiento el que ayudó y mucho a que el partido resultase entretenido, divertido, con momentos muy interesantes, emocionantes y que levantaron a la afición de sus asientos. Porque ayer el marcador era lo de menos. El Barcelona no se reservó nada. Quiso dejar bien claro desde el inicio su superioridad y dejar el camino expedito para las probaturas y los jugadores con menos minutos. Y ahí el Cuatro Rayas le salió respondón. Su defensa 6-0, muy bien aleccionada, frenó a los jugones azulgranas con Gurbindo, Raúl Entrerríos y Rutenka en la primera línea. El marcador se movía con cuentagotas porque los de Valladolid estaban muy bien plantados y Héctor Tomás aguantaba los lanzamientos azulgrana. El esfuerzo era ímprobo. Pastor tuvo que dar paso a los cambios y con César de central incluso hubo la posibilidad de empatar el partido cuando se llevaban jugados más de quince minutos.

Xavi Pascual tuvo que mover ficha. Puso en cancha a sus cañoneros Aguirrezabalaga y Montoro. Y_ahí comenzaron los problemas para el Cuatro Rayas. Su defensa aguantaba el cuerpo a cuerpo, pero no podía atender también a los lanzamientos lejanos.

El Barcelona jugaba más cómodo y los de Pastor se estrellaban una y otra vez con la defensa azulgrana. Estrellarse literalmente, porque los intentos de penetración se topaban con un muro gigantesco del que salían rebotados los menudos jugadores de Pastor. Pero no por ello dejaron de intentarlo. A pesar de los golpes. No había nada que perder. O mejor dicho, lo único que podía dejarse el Cuatro Rayas en el parqué era el orgullo y eso, vistiendo la camiseta amarilla y morada, no está permitido.

Comenzó el segundo tiempo y el Barcelona se puso serio. No quería sorpresas. Ajustó aún más su defensa, especialmente sobre el pivote y los de Pastor se atascaron. Faltaban las fuerzas, faltaban el oxígeno, faltaban las ideas y faltaba también Krivokapic. Demasiadas carencias. Los azulgrana se limitaron a dejarse atacar y salir al contragolpe para aumentar sus diferencias. Dos goles en quince minutos fue el escaso bagaje de los de Pastor, pero el equipo seguía en la lucha a pesar de los pesares. La afición entendió que era el momento de ponerse la camiseta y echar una mano a un equipo que seguía luchando pese a estar noqueado. Los cánticos devolvieron un hilo de vida al Cuatro Rayas. Además, el regreso de Lamariano a la portería tras su lesión fue otro revulsivo con ocho paradas casi seguidas en el último cuarto de hora. Cualquier que solo oyese el fragor de Huerta del Rey pensaría que los de casa luchaban por la victoria. Y así era. Luchaban por ganarse el respeto de los suyos, por defender al orgullo del club. Y a fe que lo consiguieron.

Al final, el 15-31 supone el guarismo más bajo de la historia del club con Pastor al frente. Pero ayer, el marcador era lo de menos. El Cuatro Rayas está vivo.

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