
Debía ser imposible caminar por la calle Alfonso XII (hoy Constitución) en aquel año 1881 sin pararse a admirar los «lujosos aparadores» en los ... que brillaba el género de los almacenes de Nestorio García, en la esquina con Duque de la Victoria. «Sedería, lanería, tapicería, alfombras, equipos para novias, confecciones, camisería, corbatería», enumeraba la publicidad de la época.
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Desde ahí, se podía ir hasta el número 31 de Teresa Gil para comprar aguardiente en la fábrica de «licores superfinos y escarchados», el almacén de «vinos generosos», de Juan Díaz. O admirar, en esta misma calle, las «novedades en tejidos del reino y extranjeros» que Antonio Muelas vendía en una amplia tienda que ocupaba tres portales.
Salir de compras en el Valladolid de 1881 suponía tal vez pasar por el almacén de drogas de G. Cantero, en la calle Guarnicioneros, 3. Allí uno se podía abastecer de «sosas cáusticas, jaboncillo, aceite de coco, palma y semillas, pinturas y charoles». O arreglar un reloj en el taller de Alberto Kirchner en la calle Santiago 28. O abastecerse de aceite y jabón en el local de Rodríguez y Montes en Duque de la Victoria, 26.
Con el siguiente mapa interactivo, se puede recorrer la ciudad y, pinchando en cada icono, descubrir el comercio que había allí instalado en 1881.
Hoy es posible, 143 años después, conocer la oferta comercial que tenía Valladolid en 1881 (casi 55.000 vecinos) gracias al empeño de un editor catalán, Joan Calvet i Boix, quien entre 1879 y 1890 emprendió una de las aventuras cartográficas urbanas «más relevantes de la España en la segunda mitad del siglo XX», según explica Carme Montaner, del Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña.
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Durante esos años, Calvet y Boix publicó los mapas de 35 ciudades (con una dimensión de 68x91 centímetros) en los que, alrededor del callejero, se recogen datos históricos y geográficos, así como anuncios con los principales negocios locales.
El editor barcelonés empezó su proyecto en Figueras, en 1879. Un año después editó los de Bilbao y Tarragona.En 1881 le tocó el turno a Valladolid. Y luego vendrían Sevilla, Málaga, Béjar,Madrid o La Habana.
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«La diversidad geográfica y el número de habitantes (hay también mapas de Alcoy o Vic) no respondía a un proyecto concreto, sino que dependía de la capacidad del editor de contactar con anunciantes y de obtener un mapa actualizado», explica Montaner. Eso sí, «todos tienen la característica de ser municipios dinámicos, con una actividad comercial e industrial destacada».
Estos mapas transmitían una imagen de modernidad y eran símbolo de transformación económica y social, sobre todo en un momento en el que la publicidad se abría paso con nuevas técnicas tipográficas, impresiones en color o fotografías, que encontraban escaparates en carteles, marquesinas y, especialmente, en la prensa y las revistas. Además, el crecimiento urbano de la segunda mitad del siglo XIXimpulsó la producción de numerosos planos de ciudades, que recogían la alineación de calles y los nuevos ensanches.
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En ese contexto nacieron estos mapas publicitarios, inspirados en una iniciativa habitual en aquella época en EEUU, y que, además, según decían los periódicos, tuvieron gran aceptación. Los lectores de El Norte de Castilla conocieron el proyecto el 6 de enero de 1881.
El periódico definía esos mapas como una «útil y costosa publicación» y explicaba que el representante de la editorial, Vicente Solano Torrents, se encontraba en una oficina del número 30 de la calle de las Damas (hoy Leopoldo Cano), donde recogería los datos de las empresas que se quisieran anunciar en el mapa.
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Su labor terminaría el 23 de enero, informaba El Norte, que adelantaba la próxima publicación de este mapa, impreso en la empresa litográfica Sucesores de N. Ramírez, en Barcelona, y que hoy se puede consultar en los depósitos de la Biblioteca Nacional de España. El de Valladolid, para los investigadores, tiene un valor especial, ya que es el único que ofrece una relación entre Calvet y la empresa de Roldós y Compañía, considerada como la primera agencia publicitaria de España y una de las más destacadas de aquellos años.
El hecho de que estos mapas estuvieran considerados más como un producto publicitario que cartográfico motivó que estos no se hayan conservado en muchos archivos y bibliotecas públicas. Por ejemplo, no aparece consignado en el depósito de mapas que el Ayuntamiento de Valladolid tiene en su página web.
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Y aún así, los datos que ofrece sobre la ciudad son relevantes, con información sobre las fábricas de harinas, de fideos, de papel continuo y de jabón, de tejidos (de hilo y de algodón), de velas y sombreros que había hace casi siglo y medio en Valladolid.
Pero también había anuncios de fondas, como la de MarianoTegerina (antigua de Cuevas) en María de Molina, 5. O de los colegios Santo Tomás (en Torrecilla, 16)y San Pedro Regalado (en Angustias, 71), donde además de primera enseñanza, elemental y superior, se ofrecían cursos de Comercio y otras carreras especiales.
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Entre las empresas que se anunciaron está la sastrería que Gavino F. Aragón tenía en Fuente Dorada («trajes exactos al figurín de cada mes»), la fábrica de lienzos, mantelería y pañolería El Águila(en la plazuela del Museo)o la correduría de Gabino García, subdirector de la compañía de seguros reunidos La Unión y el Fénix, con sede en la plazuela de la Libertad.
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