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Obras de alcantarillado en calles de Valladolid. Archivo Provincial
Adiós al Valladolid sucio e insalubre

Adiós al Valladolid sucio e insalubre

Historia de Valladolid a través de El Norte de Castilla ·

El 31 de diciembre de 1903 comenzaron las obras de alcantarillado, reivindicadas por la Junta de Sanidad para descartar enfermedades infecciosas y rebajar la mortalidad

Enrique Berzal

Valladolid

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Martes, 19 de noviembre 2019, 07:30

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Los azadonazos que se den mañana para abrir la zanja del futuro alcantarillado son el principio del fin de una campaña, larga y difícil, que el actual Ayuntamiento ha logrado coronar felizmente». Le sobraban motivos a El Norte de Castilla para celebrar, aquel 30 de diciembre de 1903, el comienzo de las obras de alcantarillado: al día siguiente, Valladolid se adentraría en la senda de las urbes saludables, una necesidad muy sentida por los hombres y mujeres que la poblaban en aquellos tiempos.

Lo cierto es que la ciudad del Pisuerga no constituía una excepción en aquella España de principios del siglo XX, caracterizada por el pésimo nivel de su estado sanitario. Los poderes públicos solían desentenderse de este menester y, para colmo, la legislación vigente tampoco ayudaba demasiado, más bien todo lo contrario. La proliferación de aguas insalubres y ciertas prácticas ciudadanas, tan arraigadas como poco recomendables desde el punto de vista de la salud pública, acrecentaban los niveles de mortalidad hasta extremos preocupantes.

No por casualidad, informes que manejaba el Ayuntamiento aportaban cifras alarmantes: en 1901, por ejemplo, el índice de mortalidad alcanzaba en nuestra ciudad el 40%, lo que la situaba en los primeros puestos del total nacional.

Lejos de ser una novedad, la preocupación por la insalubridad de las calles venía de muy atrás. Ya en 1854, como ha demostrado María Antonia Virgili, los ediles discutieron la conveniencia de colocar alcantarillas generales con objeto de solventar los graves problemas de salubridad. Sorprendentemente, el alcalde de entonces expresó su negativa al asegurar que las alcantarillas eran perjudiciales y antihigiénicas, y que, en lugar de resolverlo, agrandaría el problema. No opinaba lo mismo la Comisión de Policía Urbana, pues entendía que las obras de alcantarillado constituían el remedio ineludible para avanzar hacia una ciudad más limpia.

Tampoco conviene olvidar, a este respecto, los problemas derivados de los frecuentes desbordamientos del río Esgueva, especialmente el foco de infecciones que entonces representaba. Años después, concretamente en 1883, los gestores del Ayuntamiento elaboraron un plan general de saneamiento que, sin embargo, no terminaría de redactarse hasta 1890. Aún habrían de pasar once años para su aprobación definitiva.

Vista de Valladolid a finales del siglo XIX.
Vista de Valladolid a finales del siglo XIX. J. Laurent

El autor de dicho informe, el ingeniero del Cuerpo Nacional de Caminos, Canales y Puertos, Recaredo de Uhagón, describía un panorama ciertamente inquietante. «El estado actual del saneamiento en Valladolid no puede ser más deplorable», arrancaba el capítulo introductorio; el ingeniero resaltaba, por ejemplo, la nociva proliferación de pozos negros en los que se evacuaban aguas sucias y materias fecales, y llamaba la atención acerca de la existencia de alcantarillas construidas de manera autónoma por particulares, sin orden ni concierto, para el desagüe de las viviendas próximas a los canales del Esgueva.

La Junta Local de Sanidad, por su parte, lo tenía claro: era del todo necesario acometer el alcantarillado general de la ciudad si de verdad se pretendía mejorar la salud pública de los vallisoletanos: «La construcción de un sistema general de alcan tarillado con arreglo a los conocimientos actuales, mejoraría las condiciones sanitarias de la Capital descartando no escaso número de enfermedades infecciosas, que en la actualidad son endémicas por tales causas», señalaba un informe elaborado el 23 de marzo de 1894.

Como ha escrito Fernando Rossell, Uhagón proyectaba una red de saneamiento asentada en tres pilares fundamentales: desviar el cauce del río Esgueva para adaptarlo a la zona más poblada, crear un sistema de alcantarillado para recoger y sanear aguas pluviales y residuales de las casas, y depurar las aguas resultantes de este proceso.

Con tales antecedentes se llegó a la sesión extraordinaria del Ayuntamiento de 1901, convocada precisamente para abordar el tema. En ella salieron a relucir los terribles niveles de mortalidad alcanzados y se pusieron las bases para la redacción y publicación, poco después, de unas «Notas para un proyecto de alcantarillado», obra del arquitecto municipal, Juan Agapito y Revilla. En ellas se optaba por el sistema de circulación no interrumpida y el tubular.

La red de alcantarillado marginaba a los barrios, por lo que se redoblaron las protestas

Tomando como base lo proyectado por Uhagón, y tras solventar ciertas dificultades de orden económico, el 31 de diciembre de 1903 la ciudad celebraba la inauguración, en el paseo de las Moreras, «de las obras del gran proyecto de saneamiento», presupuestadas en 16 millones de pesetas. «Una fecha memorable», aseguraba el decano de la prensa.

Entre 1908 y 1912 fueron sustituidas todas las acometidas de las viviendas que iban directamente al río, para lo que se construyeron varios ramales atravesando la ciudad de Este a Oeste, cuyos colectores confluían en el Poniente. A pesar de la tardanza, lo cierto es que el paso dado desde finales del XIX representaba un auténtico logro a tenor de la deficiente situación de partida. Y eso que el sistema de alcantarillado construido se centraba, primordialmente, en el centro urbano, con lo que marginaba a los barrios periféricos y obligaba a sus habitantes a redoblar las presiones sobre el Ayuntamiento para obtener un mismo y saludable tratamiento.

Este no llegará hasta la década de los años 30, concretamente hasta 1933-1934; primero en los barrios de Delicias y Tranque y luego en la Victoria, Vadillos, Pajarillos, La Rubia y Esperanza, con sus correspondientes colectores. Posteriormente, sobre todo a partir de los años 60, el notable crecimiento de la ciudad, con la consiguiente proliferación de barrios y urbanizaciones, obligará a expandir la red de alcantarillado.

De Rusia y Japón a los salarios de los obreros

El mismo día que se iniciaron las obras de alcantarillado en Valladolid, El Norte de Castilla dedicaba su primera página a varios asuntos locales e internacionales. El diario, que costaba 5 céntimos, contaba que ante la posibilidad de que se desatara una guerra entre Rusia y «el Japón, parécenos interesante echar una ojeada sobre los recursos bélicos de que dispone el imperio moscovita».

También se daba cuenta de los salarios en España en un suplemento sobre vida obrera y también de las «monadas de la Patti. La famosa artista se hallaba en Nueva York dando una serie de conciertos» y, por el último «recibió en pago de sus gorgoritos 5.000 dólares». La psicología castellana, la ofrenda de alegría de El Norte a los niños con donativos de los comercios o un incendio en Barcelona completaban la actualidad.

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