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Jesús Sanjosé del Campo, SJ
Sábado, 8 de octubre 2022, 13:05
Nacido en Valdanzo (Soria) muy pronto entendió que su vocación de servicio a los demás pasaba por ser sacerdote y se preparó para ello en ... Loyola, Veruela, Oña, Lovaina y Roma. Sus primeros destinos tuvieron que ver con la formación de seminaristas en Comillas y, tras un paréntesis en Centro América, en donde recopiló la producción literaria del padre Ángel Martínez Baigorri, muerto en Nicaragua, volvió al San José donde dio clases de literatura, escribió y orientó a escritores hasta su retiro a Villagarcía.
Su publicación más famosa es la recopilación poética de Ángel Martínez Baigorri, la de sus propias poesías, y una serie de colaboraciones con El Norte Castilla, sobre su intensa estancia en Nicaragua y Guatemala. En Nicaragua vivió la desolación causada por el terremoto de 1973 y en Guatemala, la respuesta del gobierno a la guerrilla que tantas vidas se cobró, incluida la de su compañero Carlos Alonso.
Emilio del Río era un gran poeta y escritor, aunque me voy a limitar a recordar una experiencia desconocida para muchos que unió su faceta magistral a la creativa: la publicación de la Revista ALCOR, que desde junio de 1979 y marzo de 1981, salió a la luz en el San José. Aunque la revista tuvo una vida efímera, dos años y seis números, se caracterizó por la calidad de las firmas y de su formato y presentación. En su mancheta figuraban el director, Emilio del Río; el jefe de redacción Javier Carranza; y redactores Carlos Arenas, J.C. Argüello, Francisco Callejo, Manuel Carnicer, José Carlos G Morán, Francisco G Redondo, Rafael Requejo, José Pablo Toquero y Luis José Touya; como encargados de cubierta y maquetación: Manuel Carnicer y Jesús Sanjosé. Era un equipo de alumnos y profesores de 3º de BUP, en un colegio que por aquel entonces sólo tenía mixto el COU.
En el primer número junto al editorial se articulaban las secciones de narrativa, creación, poesía, estudios, antología y colaboraciones. Junto a este material lucían seis ilustraciones de indudable valor.
El genio se agotó con el número 6. Una vida efímera pues los intereses cambiantes de los alumnos fueron por otros derroteros. Eso sí, quedan los números editados y el recuerdo de aquellos consejos de redacción del padre Emilio que valoraban la calidad de las propuestas y la calidad de lo publicado.
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