Siete siglos de información
El centro documental que posee el Ayutamiento en San Agustín tramita anualmente más de 6.000 consultas
Vidal Arranz
Sábado, 20 de diciembre 2014, 17:24
Hay archivos reservados a historiadores e investigadores, y otros que están a disposición de todos. Unos viven pegados al pasado, mientras otros mantienen un lazo dinámico con el presente. El Archivo Municipal de la iglesia de San Agustín es de estos últimos. Atesora algunas joyas documentales y documentos de gran valor histórico -como acredita la exposición organizada estos días con motivo del 160 aniversario de El Norte de Castilla- pero es, sobre todo, el depósito colectivo de la vida cotidiana de la ciudad. También el lugar al que los particulares van en busca de información que les atañe directamente, como la licencia de obras de su vivienda, los cambios urbanísticos de su calle o incluso las canalizaciones del servicio de agua o alcantarillado.
De aquellas reformas arranca la creación de un vasto sistema documental que permite rastrear la historia de la ciudad y que, en la actualidad, atiende 6.000 consultas anuales, en la mayor parte de los casos por demanda de ciudadanos particulares, y que gestiona el préstamo de 1.100 documentos, en este caso por solicitud de alguno de los servicios del Ayuntamiento, explica Miren Díaz, una de las encargadas de la atención al público.
Exposiciones como Ciudad Heroica, que recuerda cómo era la ciudad hace 160 años, cuando nació el periódico decano de España, son la culminación del trabajo de divulgación de un archivo como el de Valladolid pero, al tiempo, permiten repasar las distintas piezas de la engrasada maquinaria de trabajo que lo hace posible. En el inicio de todo está, claro, la recepción de documentos. Hoy esa labor ofrece poco margen de error, pero no siempre fue así. La labor de investigación que ha propiciado la exposición de El Norte ha permitido descubrir documentos que no estaban bien descritos, como algunos relativos a la visita del general Espartero a Valladolid. Entre ellos un dibujo del diseño de la tienda de campaña que se montó en el Campo Grande, y otros referidos a la sesión de fuegos artificiales que se organizó en su honor. Y es que, en archivos como éste, que atesoran información producida a lo largo de siete siglos, siempre es posible que surja alguna sorpresa.
Restauración
De hecho, todavía una parte de los fondos documentales está pendiente de una adecuada descripción. «Falta una parte de legajos del siglo XIX que estuvieron depositados en el Archivo de la Chancillería y que sólo se trasladaron a San Agustín cuando se acondicionó el nuevo edificio», reconoce Eduardo Pedruelo. ¿Por qué no se ha hecho aún? Porque el archivo está vivo y sigue recibiendo información nueva. La más reciente consistió en 200 cajas de información «sólo de licencias de obras», explica Socorro Hernández, encargada del control de la documentación y de la relación con las dependencias municipales. «Lo lógico es que los documentos vengan ya identificados por la oficina productora, pero aquí se les registra, se sellan y se codifican para que sea posible localizarlos dentro del Archivo». Es un trabajo esencial. Un documento mal catalogado o mal colocado será ilocalizable.
En algunos casos, y muy frecuentemente cuando se trata de documentos históricos o antiguos, es necesario someterlos a algún tipo de restauración. Eso es lo que ha ocurrido con muchos de los que componen la exposición Ciudad heroica.
Uno de los casos más claros es la portada de El Avisador, uno de los dos periódicos que dio origen a El Norte de Castilla. El documento estaba deteriorado y había perdido una parte de la hoja, por lo que se ha procedido a un injerto. Esta intervención consiste en completar lo que debía ser el tamaño original con un trozo de papel especial, conocido como papel japonés, que está formado por fibras más largas de lo normal, lo que permite adherir el injerto al documento original, explica Elisabet Monclús, técnica encargada de restauración. «Con esto evitamos que las pérdidas vayan a más». Y para evitar que los desgarros de los documentos crezcan se usan tissues, un tipo especial de papel transparente que puede sobreponerse sobre el legajo, sellando su rasgadura y sin que se note a simple vista. Muchas piezas de la exposición han requerido este tipo de arreglos, u otros como la limpieza o el alisado. En otras, como el plano del convento de San Francisco, de 1835, la actuación ha sido distinta. El problema de este documento era que estaba adherido a un cartón rígido muy ácido, lo que aceleraba su deterioro, por lo que ha habido que despegarlo y preservarlo.
«La documentación municipal ha sufrido mucho en el pasado», reconoce Eduardo Pedruelo. «Hubo épocas en las que no cabía en el consistorio y se amontonaba en dependencias que no eran adecuadas para la conservación». Algunas huellas de mordiscos de roedores que pueden detectarse en ciertos documentos antiguos quedan como prueba de esa época en la que no había suficiente preocupación. O en la que, a lo mejor, tan sólo faltaban recursos. Afortunadamente, los malos hábitos de esos tiempos aciagos pasaron ya, también, a la historia.
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