La excusa perfecta para conocer la provincia
Las rutas de Delibes permiten recorrer los lugares de los que un día disfrutó el escritor
samantha gonzález
Lunes, 22 de septiembre 2014, 09:32
La provincia vallisoletana está llena de lugares maravillosos por recorrer, rincones únicos por descubrir que, en muchos casos, fueron testigo de las vivencias personales de Miguel Delibes que posteriormente plasmaría en sus prestigiosas obras. Todos estos lugares, concretamente 33 conforman la red de rutas de Delibes que ofrece la Diputación de Valladolid con seis recorridos diferentes que pueden entremezclarse en función de la proximidad y las preferencias.
De este modo, el famoso novelista se convierte en la mejor excusa para conocer la provincia vallisoletana, esa provincia que le inspiró para escribir obras como Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo que es la protagonista de la ruta número 5. Desde El Norte de Castilla hemos recorrido junto al naturista José Antonio Quirce, encargado de investigar la flora y la fauna de todos estos parajes, algunos de los puntos de esta y otras rutas dando a conocer de este modo «una provincia espectacular en la que los amantes de la naturaleza pueden descubrir cuatro o cinco ecosistemas diferentes que inspiraron al escritor en un recorrido de menos de 100 kilómetros», explica el naturista.
Nuestra ruta comienza en Valladolid con muchas ganas de descubrir los magníficos rincones de la provincia que aparecen en las obras de Delibes y con entusiasmo por ver alguna de las enormes D de piedra de Campaspero de 1,40 metros de altura y 900 kilos de peso que marcan algunos de los puntos de las rutas de Delibes propuestas por la Diputación de Valladolid. En menos de media hora y a primera hora de la mañana llegamos a la primera parada: Puente Duero. Allí nos recibe su emblemático puente, una construcción histórica sobre la que caminó Delibes hace más de 60 años y desde la que se puede ver parte de la flora y la fauna de la que disfrutó el novelista cuando salía con su cuadrilla a cazar por este territorio.
Para disfrutar de las aves existentes en este territorio, José Antonio Quirce recomienda «madrugar al igual que lo hacía Delibes cuando iba a cazar» y recuerda que es imprescindible «no olvidarse de los prismáticos para poder disfrutar a fondo de todo lo que ofrece la naturaleza». Y aunque nosotros no hemos madrugado tanto como lo hacía el novelista, que solía emprender la marcha alrededor de las seis de la mañana tras haber disfrutado de un café con churros junto a su cuadrilla, son varias las aves que salen a recibirnos, sobrevuelan nuestras cabezas y nos acompañan durante toda la visita a Puente Duero hasta que emprendemos la marcha hacia nuestra siguiente parada: Villanueva de Duero.
Ruinas en Aniago
Sin embargo, antes de llegar a la localidad propiamente dicha hacemos un alto en Aniago, situada algunos kilómetros antes de la salida de Villanueva. De este lugar, que forma parte de la ruta número 2 de la Diputación, habla el prestigioso novelista en su obra Diario de un cazador ya que allí se dedicaba a cazar codornices y perdices, una de sus mayores aficiones. La visita a Aniago era obligatoria teniendo en cuenta hacia dónde nos dirigíamos y lo próximos que estábamos a la historia de una cartuja que en su momento fue esplendorosa pero de la que hoy solo quedan algunos restos. «Yo estoy enamorado de este sitio precisamente por todo lo que no es», afirma José Antonio Quirce que añade que «el mejor momento para visitar este lugar es un día de tormenta ya que es entonces cuando Aniago refleja la desolación de la Castilla vieja e invita a pensar en lo que se fue y lo que pudo ser». Y cierto es que tan solo unos minutos paseando por los alrededores de las ruinas de la vieja cartuja, entre margaritas y otras flores que Delibes bautizó en su obra con el apelativo de familiares, bastan para incitar a la reflexión. Y con esa sensación en el cuerpo nos dirigimos al que era nuestro destino, la propia localidad de Villanueva de Duero, perteneciente a las rutas 1 y 5.
Decidimos parar a los pies de la Iglesia de Nuestra Señora de la Visitación cuyo nombre ya invita a entrar y, avanzando apenas unos metros desde el punto en el que comenzamos a descubrir este municipio, nos sumergimos en una senda repleta de flora y fauna con la que Delibes pudo deleitarse en su día y de la que se sirvió para contextualizar sus obras ya que en ellas iba plasmando el terreno que iba pisando en sus cacerías.
El calor nos acompañó durante todo el recorrido, como suele ser propio en la estación estival. Una imagen muy diferente a la que plasmó Delibes en la obra que inspira la ruta número 5 en la que el escritor narra lo siguiente: «Llamé a mi hermano Manolo y decidimos llegarnos a Villanueva de Duero (). A mediodía, aunque el sol picaba con fuerza, las siembras continuaban cubiertas (con una capa de cinco centímetros de espesor) y de las ramas de los pinos, mecidos por el viento, se descolgaban perezosamente pellas de nieve reblandecida». Una imagen que fácilmente puede rememorarse en esta localidad durante el invierno, recreando lo que un día vivió en primera persona el famoso novelista vallisoletano.
D de piedra de Campaspero
Una vez finalizada esta visita decidimos dirigirnos a una de las paradas de la ruta número 4, Mojados, inspirada en la obra de Miguel Delibes El último coto. Allí nos encontramos con la primera D de piedra de nuestro recorrido, situada en la plaza de San Juan, a los pies de la iglesia del mismo nombre. Sin embargo, hay algo que la quita protagonismo y que, ya en su día, observó el protagonista de estas rutas, tal y como aparece reflejado en la cita de la obra grabada en la D.
Las cigüeñas se convierten en las protagonistas de este punto de la geografía vallisoletana. Sus enormes nidos sobre la iglesia de San Juan y su crotorar llaman la atención de todo el que se acerca a este municipio al igual que le ocurrió en su día a Delibes que narró lo siguiente en su obra El último coto: «A mediados de diciembre he visto dos pares (de cigüeñas) en los campanarios del pueblo vallisoletano de Mojados en la carretera de Madrid. La primera pareja en la iglesia de Santa María y la segunda en la torre de San Juan». Por estas palabras tan expresivas que se corresponden con la realidad del momento «se trata de una de las citas mejor puestas», asegura José Antonio Quirce.
Sin embargo, el punto en el que se encuentra situada la D no es, ni mucho menos, el único atractivo de esta bella localidad que cuenta, entre otros encantos, con un puente medieval desde el que pudimos observar en nuestra visita a Mojados gran variedad de fauna citada por Delibes en algunas de sus obras como es el caso de varios herrerillos, currucas y carboneros que revoloteaban a orillas del Cega mientras nos hacían disfrutar de la naturaleza llena de vida, de la que, en su día, también disfrutó el escritor.
Y tras respirar el aire fresco de esta localidad nos dirigimos auna de las últimas paradas: Boecillo, un lugar enmarcado en la ruta número 3 y 5 de la Diputación que marcó la infancia del novelista ya que en este municipio Delibes pasó varios veranos de su vida. Allí nos encontramos la segunda D de piedra de nuestro recorrido, cercana al Casino y a pocos metros de la cuesta en la que el escritor vallisoletano realizaba competiciones de bicicleta con sus amigos, una cuesta llena de vegetación, en la que Delibes dejaba a todos sus amigos atrás en las carreras. Por este motivo, se trata de un lugar con un significado muy especial para el escritor y no asociado exclusivamente a sus experiencias de cacería. En el transcurso de nuestra visita observamos que algunos vecinos de la localidad han recogido el testigo de Delibes y la cuesta sigue siendo un punto en el que los más jóvenes del municipio circulan con sus bicicletas y disfrutan de una jornada agradable rodeados de mirlos y vegetación variada.
Con la misma ilusión y ganas que cuando comenzamos nuestra ruta algunas horas antes nos dirigimos a nuestra última parada, aunque no por ello menos importante: Renedo de Esgueva. Un lugar muy frecuentado en su día por Delibes para ejercer de cazador de perdices, conejos o liebres y que hoy se convierte en un destino turístico ideal gracias a su parque temático del Valle de los seis sentidos y las rutas cicloturistas y pedestres en las que se pueden ver gran riqueza de fauna como es el caso de mochuelos, aguiluchos o garzas. Otro de los grandes atractivos de este municipio son sus inmensos campos de cereal que ofrecen diferentes coloridos según la estación del año.
Y tras recorrer esta localidad ponemos punto y final a nuestra particular ruta, con un inmejorable sabor de boca y con la sensación de haber descubierto una parte hasta ahora desconocida de Delibes y, por supuesto, de la provincia que merece la pena seguir descubriendo hasta completar las 33 paradas que componen las rutas de Delibes y la historia de Castilla.
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