
C. A.
Domingo, 23 de octubre 2011, 03:11
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La encuentro entre cuadros y objetos todavía embalados que acaban de llegar de Zumaia. María Rosa Suárez Zuloaga es hija de Enrique Suárez Rezola y de Lucía Zuloaga Dethomas, a su vez hija del pintor Zuloaga. Para ella comienza una nueva etapa que afronta con ilusión.
-El proceso ha culminado y la herencia de Ignacio Zuloaga ya tiene tres dueños.
-Se ha dado una situación de proindiviso difícil, pero magníficamente llevada. Al final, ha primado el acuerdo. Evidentemente, ha habido que hacer muchas negociaciones, pero hemos llegado a buen fin y estoy contenta de que las cosas hayan salido bien para el País Vasco y también para Castilla y León.
-Entonces, usted se queda con el castillo de Pedraza y una parte de la colección pictórica y de las obras y objetos adquiridos por su abuelo...
-Efectivamente. Me quedo con esta joya que Zuloaga quiso muchísimo y que verdaderamente disfrutó. Este inmueble procede del amor que él sintió por Castilla y por la tierra segoviana.
-Acaba de llegar, pues, y de tomar posesión de sus propiedades. ¿Qué idea baraja para este espacio?
-Yo llegué hace un mes y medio, pero los cuadros y los objetos artísticos lo hicieron hace unos tres meses. Puedo decir que estoy emocionada. Mis hermanos y yo hemos venido aquí desde que éramos niños, aquí hemos estado con mi abuelo... en fin... ¡Qué mejor continente para mi museo Ignacio Zuloaga que esta joya arquitectónica!
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-¿Qué colección se trae a Pedraza?
-Obras de valor, extraordinarias, no solo las realizadas por Zuloaga, sino también las que adquirió: muebles, objetos... Todo lo que nos ha dejado Ignacio Zuloaga a sus nietos fue muy elegido, muy pensado y muy vivido. Ahora estoy tratando de dar al espacio un ambiente más refinado y más verdaderamente auténtico, porque el castillo lo merece.
-De las obras salidas del pincel de Ignacio, ¿qué cuadros destacaría de los que llegan con usted?
-Creo que el espacio se queda pequeño para albergar tantos cuadros y de tamaño tan grande, pero ya habrá tiempo de pensar en ampliaciones. El museo abrirá la próxima semana con una selección que jamás se ha visto en esta zona de España, ni siquiera en Madrid. Y en esa selección estarán, por supuesto, los retratos que mi abuelo realizó a sus grandes amigos, gente muy diversa, de toda índole, algunos representantes de la generación del 98. Estará el retrato de Juan Belmonte, el torero, un amigo de verdad, íntimo confidente de Ignacio. Belmonte fue un hombre con una profundidad ética y estética incuestionable. Y estará, por supuesto, don Manuel de Falla, otro amigo entrañable que visitaba con frecuencia la casa familiar de Zumaia. Era un asceta, no hablaba, se inspiraba paseando... Podría contar tantas cosas...
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-¿Qué recuerdos guarda de su abuelo Ignacio?
-Mis recuerdos son plenamente infantiles. Era un hombre entrañable. Ponía la familia por encima de todo. Su arte, sus amigos, su tierra... pero adoraba a sus hijos, Antonio y Lucía, y por supuesto a sus nietos. Mis hermanos y yo éramos unos nietos muy queridos para el abuelo. Y guardo en la memoria recuerdos entrañables, como cuando volvía del estudio cogida de su mano, o cuando recibía a la gente, incluso a las grandes personalidades, con la chaqueta manchada de pintura. Siempre fue un hombre de puertas abiertas, tanto en Santiago Etxea como aquí, en Pedraza.
Centro de reunión
-Hábleme de usted. Usted ha sido toda una personalidad en Guipúzcoa, ha dirigido el museo Zuloaga durante muchos años y ha ejercido de mecenas de un sinfín de artistas de nuevo cuño.
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-Creo que conseguí dar al museo y a la casa un ambiente familiar, de cultura e investigación. Eso ha sido Zumaia para los coleccionistas, para los investigadores y para los artistas: una casa. Ahora quiero hacer de este castillo un centro de reunión con el fin de que las obras del pintor puedan seguir admirándose. Y luego, no puedo obviar que tengo una responsabilidad con la generación actual, con la que quiero iniciar proyectos y llevarlos a buen término. Cuento con el entusiasmo de mis tres hijos: Enrique, Eduardo y Rocío Laborde Suárez. Deseo estar muy en contacto con el mundo cultural segoviano y castellano.
-Abren, pues, el próximo viernes.
-Así lo hemos previsto y en ello estamos trabajando ahora. He tenido que restaurar y recolocar cosas para realzar la categoría que tienen. A Pedraza la gente viene de excursión, a comer cordero seguramente, pero aquí tiene el castillo y el museo. No solo hay que abrirle las puertas al cordero, sino también al espíritu. Primero se siembra y después se recoge, y yo creo que esta siembra va a dar frutos extraordinarios.
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