Manolo Sánchez: «Me voy satisfecho porque he dado todo lo que tenía»

El diestro vallisoletano hará hoy el último de sus casi cincuenta paseíllos en el coso del paseo de Zorrilla, y el penúltimo de una carrera que toca a su fin. Manolo Sánchez se retira de los ruedos con la certeza de haber descubierto «la verdad del toreo», aunque reconozca que no siempre haya conseguido ponerla en práctica. Hablamos con Manolo Sánchez pasada la medianoche, por teléfono. Venía de viaje hacia casa escuchando a Camarón de la Isla y traía en el maletero un vestido grana y oro recién sacado «de la aguja». El traje que va a ponerse en sus dos últimas tardes, la de hoy en Valladolid y la del sábado en Salamanca.

-Y después a la vitrina con él, ¿no?

-Ya tengo una preparada para colocarlo. Pero si la cosa se pone fea, lo mismo hay que venderlo (risas).

-Ya no hay vuelta atrás, solo le quedan dos corridas para la retirada.

-Está decidido. Si algún día surge un evento especial, puede que me vuelva a poner el vestido de torear, pero, ya digo, tiene que ser muy especial. Cuando uno se va mentalizando en quitarse, parece que cuesta el doble ponerse delante del toro. Lo que siento es no haberme podido despedir de plazas como la de Madrid o Zaragoza. A esas empresas les ha faltado sensibilidad y memoria.

-¿Qué siente ahora, unas horas antes de hacer su último paseíllo en Valladolid?

-Me da penilla, porque me gusta torear, pero también se pasa mucho miedo. Siento pena y alivio a la vez, porque si hay algunas tardes bonitas, también hay otras muy duras: en Madrid, en Pamplona, con toros que piden los papeles.

-¿Ha hecho ya balance de sus casi tres décadas en activo?

-Sí, claro. Y me he dado cuenta de que de he tenido una vida preciosa, con momentos de todo tipo, buenos y malos. Esta es una profesión complicada y hay que tener una edad buena para disfrutarla. Al principio la vives como en una nube, hasta que terminas por verlo todo con claridad, dentro y fuera del ruedo, y lo disfrutas más y mejor. Pero el cuerpo aguanta menos.

-¿Y qué conclusiones saca?

-Que no me arrepiento de nada de lo que he hecho y, lo más importante de todo, que cuando he hecho las cosas bien los olés de la gente han sido largos. He llegado a veces a torear como soñaba, y eso no es fácil de lograr. No he sido primera figura pero sí un buen torero que ha tenido el respeto de profesionales, periodistas y aficionados. Si no he dado más de mí es porque no he podido, no porque no haya querido. Con el toro medio, el de las plazas de segunda, he sido muy bueno, pero me ha costado triunfar con el toro de primera, lo reconozco. Por eso no he sido figura.

-¿Se va satisfecho, entonces?

-Pues sí, porque he dado de mí todo lo que he podido, el cien por cien.

-¿Guarda algún rencor?

-No, para nada. Todo el mundo me ha tratado bien. Ha habido, lógicamente, algunos problemas y cabreos, pero al final tengo una buena relación con todo el mundo, lo que no es fácil. Eso me permite ahora abrirme otras puertas al margen del ruedo. Todo el que siembra acaba recogiendo.

-¿Cuál es la tarde de la que tiene mejor recuerdo?

-Probablemente, de la de mi alternativa en Valladolid. Fue preciosa, por el antes, el durante y el después. Llegaba con mucha expectación y todo salió redondo. Pero tampoco puedo olvidar mis dos salidas a hombros en Madrid. Y, en estos tres últimos años, las tardes que he compartido con José Tomás, tan toreras. En realidad, he tenido grandes vivencias en el toreo, desde mis primeras corridas con Espartaco, Ortega Cano, Roberto Domínguez, Manzanares&hellip y luego con grandes amigos, como Óscar Higares, Rivera Ordóñez o Enrique Ponce. Y he conocido y tratado a personajes como Antonio Ordóñez. Lo mejor de todo son las grandes amistades que he hecho gracias al toro. Esa es mi verdadera riqueza.