Paloma Gómez Borrero.
AVILA

«El papa Juan Pablo II era un gigante espiritual, un hombre santo»

Paloma Gómez Borrero La excorresponsal en Roma diserta en la Universidad Católica de Ávila sobre el nuevo beato de la Iglesia

DANIEL G-MORENO

Viernes, 20 de mayo 2011, 02:51

Publicidad

La que fuera corresponsal en Roma, Paloma Gómez Borrero, ofreció ayer en Ávila la conferencia titulada 'Lo que he vivido junto a Juan Pablo II', con motivo de la celebración de la beatificación del Pontífice. Antes de abrir de par en par las páginas de sus recuerdos del ahora beato, atendió a EL NORTE con un mensaje claro: «Sin duda, se trataba de un hombre santo».

-Se ha llegado a decir que el Papa y usted eran íntimos.

-No, eso es una exageración. El hecho de haber trabajado durante 27 años siguiendo a uno de los símbolos más importantes de la humanidad me convierte en una privilegiada, pero no en una amiga o algo parecido. El respeto que le profesaba era inmenso, eso sí, al igual que mi infinito cariño hacia su figura.

-¿Cómo era su día a día en las coberturas que llevaba a cabo?

-Era un auténtico privilegio, un lujo que, a veces, incluso me cuesta creer. Fueron tres décadas conviviendo con su fuerza, personalidad y cariño, que en ocasiones agotaba. Aunque también contagiaba alegría y paz. Esto es lo que les pasaba sobre todo a los jóvenes, quienes en la convivencia salían exhaustos y reconfortados al mismo tiempo. Y lo que no sabían es que precisamente con los jóvenes, Juan Pablo II era inmensamente feliz. Hay tantas anécdotas…

-Relátenos alguna, la que recuerde con más cariño.

-Nunca olvidaré cuando estuvimos en Sarajevo, recién terminado el conflicto de los Balcanes. Todo parecía lleno de odio y rabia. Pues el Papa cambió radicalmente el clima con una eucaristía que ofreció en una estampa que deberían haber inmortalizado para siempre. La misa tenía lugar en el conocido como Cementerio de Romeo y Julieta, llamado así porque en él está enterrada una pareja que murió agarrada de la mano en pleno conflicto bélico y en el que las familias se mostraban el mismo antagonismo que Capuletos y Montescos. Pues allí estaba el Pontífice, enorme, ante un crucifijo sin piernas por culpa de los bombardeos… Desde entonces el mundo entendió que Sarajevo debía convertirse en un símbolo de la Europa en paz, en la que debería ponderar el perdón.

Publicidad

-No le falta admiración en sus palabras

-¿Y cómo me va a faltar? Era todo un gigante espiritual, la presencia de mayor magnetismo que he sentido nunca. Muchas personas me han preguntado: ¿qué se sentía a su lado? Y yo les respondía que una sensación de santidad. Por eso no me ha sorprendido nada su rápida beatificación.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad